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La Transición fue posible por la buena fortuna de que izquierdas y separatistas llegaran a ella débiles, a pesar de la ayuda que les dio gran parte de la Iglesia durante años. Torcuato Fernández Miranda, diseñador de la transición desde la legitimidad franquista, señaló la necesidad de que aquellas “se supieran débiles”. Suárez, al contrario, procedió a fortalecerlas cuanto pudo. Y lo consiguió, siendo su consecuencia inmediata el 23-f. Esa línea no se ha detenido, sino empeorado desde Aznar, formando con Zapatero un nuevo frente popular de hecho…
Adolfo Suárez tenía una simpatía natural que atraía inmediatamente, a quienes se le eproximaban, especialmente a las mujeres que, por otra parte, no le interesaban más que como posible apoyo político; tampoco le atraían el dinero ni los oropeles del poder, pero, en cambio, era lo que se llama un “animal político”, pues su único interés, profundo, constante e ilimitado era una ambición política a la que dedicaba todos sus esfuerzos. A veces confesaba que prefería morirse antes que abandonar la política. Contaba con una viveza natural y un gran olfato para determinar dónde y cómo podía agradar a sus interlocutores, a lo que unía una gran astucia; no era muy inteligente ni persona cultivada
Era un ejemplo poco corriente de persona ambiciosa de poder pero, a la vez, no era consciente de su limitadísima, por no decir inexistente, preparación para acompañar su ambición. No conocía nada de nuestra historia, de nuestras vicisitudes políticas antes de 1936, ni de las cuestiones que iban más allá del entonces limitado espacio de la política española del momento, por no hablar de otras ciencias necesarias para un gobernante como teoría del Estado, sistemas políticos, derecho político, estrategia, sociología, geografía e historia, y tantas otras sobre las que su ignorancia era total (…) Contestaba que los libros para nada servían, pues él todo lo que sabía lo había aprendido en la vida (…)
”En un determinado momento me dijo: “Mira, Armando, no te equivoques, yo no deseo nada de segundón. Yo quiero ser Ministro; donde sea, con quien sea, para lo que sea. Todo lo demás no me interesa”. (…) Al hablar así, corroboraba la impresión que ambos comensales teníamos de él. Una pura ambición sin ningún límite y, lo que era peor, dispuesta a franquearlos todos”. (General Armando Marchante)
Como decía Fraga, “Suárez cree que todo es negociable”. Muy pronto llego en su vileza a afirmar que con él España “está saliendo gradualmente, pero con absoluta firmeza, de la larga y triste vicisitud de la Dictadura”. Lo mismo vinieron a decir y siguen diciendo una multitud de políticos de derecha que hicieron su carrera en complicidad con aquel “régimen criminal”. Lo expresó mejor que nadie aquel catedrático citado por Florentino Portero: “La derecha carece de formación ideológica e histórica, y por ello está condenada a alimentarse de los desechos intelectuales de la izquierda”. Y hoy tenemos al frente del estado a dos osados delincuentes, herederos de Suárez.
Autor
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Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.
En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos y El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistas, La quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad Digital, El Economista y Época.