09/05/2024 03:03

Los resultados de las elecciones gallegas han sido inequívocos, mostrándonos una victoria contundente del PP, un desplome estrepitoso del PSOE, un ascenso considerable del BNG y una falta casi absoluta de apoyos tanto de los comunistas de Sumar y Podemos como de Vox. Quiere ello decir que el constitucionalismo representado por el PP ha derrotado de forma aplastante al Frente Popular montado en Galicia para la ocasión, en un intento desesperado por parte del entramado antiespañol y anticonstitucional, constituido por socialistas, comunistas y separatistas, de remedar una suerte de Gobierno Frankenstein semejante al existente a nivel nacional. Evidentemente, detrás de cada uno de estos titulares hay una historia que es necesario analizar para entender lo sucedido.

Por lo que respecta al PP cabe decir que su nuevo líder, Alfonso Rueda, ha seguido una estrategia de perfil bajo y escasamente belicosa, como corresponde a la naturaleza del partido, fiándolo todo, por un lado, a la fidelidad a las siglas populares demostrada por los electores gallegos desde el comienzo de la transición, debido esencialmente a la estabilidad proporcionada por la solvencia de sus políticas económicas y sociales durante más de tres décadas al frente de la Junta de Galicia y, por otro lado, al desgaste sufrido a nivel nacional por los socialistas y comunistas, derivado fundamentalmente de sus constantes concesiones al independentismo golpista y filoterrorista. A tenor de los resultados obtenidos solo cabe decir que su planteamiento ha tenido un éxito rotundo, ya que ha logrado revalidar la mayoría absoluta, estando así en disposición de gobernar con cierta tranquilidad los próximos cuatro años.

Por su parte desde las filas del PSOE el propio Pedro Sánchez planteó las elecciones en clave plebiscitaria, nombrando como candidato a la presidencia de la Junta de Galicia a una persona de su total confianza como es José Ramón Gómez Besteiro. Este hombre mediocre, como no podía ser de otra forma habiendo sido nombrado por quien fue nombrado, ligó su suerte a la del psicópata monclovita, prometiendo a los gallegos que recibirían todo tipo de ayudas por parte del Gobierno central en caso de salir elegido. Esta estrategia, que sólo puede entenderse como el desesperado intento de un perdedor nato como P. Sánchez de ganar por primera vez unas elecciones, aunque fuera por medio de persona interpuesta, pronto se vio que no tenía recorrido por no entrar los gallegos al trapo, a pesar de la manipulación demoscópica llevada a cabo por parte de un golfo como José Félix Tezanos que desde que fue nombrado presidente del CIS lleva adulterando las encuestas electorales con la única finalidad de decantar el voto ciudadano hacia el partido socialista. En la base de la desafección de los gallegos hacia P. Sánchez se encuentra su carencia de un verdadero proyecto político a nivel regional, como demuestra a su permanente ninguneo a los gallegos, a nivel nacional, por su sumisión a los independentistas catalanes y vascos derivada de su patológica ambición de poder, y a nivel internacional, por su subordinación a las imposiciones de Marruecos, probablemente como consecuencia de los hallazgos inconfesables encontrados por la inteligencia alauita en el hackeo del móvil presidencial. Obviamente, estas cuestiones se han traducido en un deterioro político, institucional, económico y social sin precedentes en la reciente historia de España, algo que los electores han castigado de forma concluyente, cosechando así el PSOE gallego los peores resultados electorales de su historia. De esta forma, el PSOE bajo la dirección de P. Sánchez ha perdido en apenas un lustro todo su poder autonómico con excepción de Castilla-La Mancha, dándose la curiosidad de que precisamente el presidente manchego, Emiliano García Page, es el único barón socialista que ha osado enfrentarse, al menos verbalmente, con el psicópata monclovita, razón por la cual Oscar Puente, ese bufón que une el porte macarra con habilidades mamporreras, le ha situado en el extrarradio del PSOE, lo cual, por otra parte, no deja de ser un elogio superlativo.

Con un PSOE absolutamente desnortado al BNG solo les quedaba mantener el voto nacionalista y captar el voto de los socialistas desencantados. La líder del bloque gallego, Ana Pontón, pronto entendió tal estado de cosas y desarrolló un relato en el que se entretejían los mensajes de índole nacionalista con disquisiciones decimonónicas de carácter obrerista. Es por todos sabidos que las personas en general necesitamos tener sueños que nos saquen del marasmo existencial que provoca la cotidianidad, pues bien, en el momento actual son cada vez más numerosas las personas de izquierdas que no solo han dejado de tener sueños, sino que están inmersos en una tenebrosa pesadilla derivada de la actuación de un partido socialista que en lugar de ilusionarlos con un proyecto político acorde a sus convicciones, lo único que hace es enarbolar un discurso centrado casi exclusivamente en la necesidad de conceder la amnistía a individuos acusados e incluso condenados por delitos de sedición, malversación, terrorismo y alta traición. Todo ello, con una cierta lógica interna, ha propiciado el que una parte no despreciable de votantes socialistas se haya refugiado bajo la bandera del nacionalsocialismo -lo cual curiosamente no deja de tener reminiscencias nazis- explicándose de esta manera el auge del BNG en estas elecciones.

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Finalmente, tanto el bloque comunista, representado por Sumar y Podemos, como Vox apenas han cosechado apoyos por parte del electorado, si bien el punto de partida de los unos y los otros es completamente diferente.

Así, no hace mucho tiempo los comunistas gozaban de una cierta representación en la Junta de Galicia, pero a la postre, como habitualmente ha ocurrido con los partidos de extrema izquierda, esto no ha sido otra cosa que excitantes momentos de resplandor que pronto se apagan. En el caso de Sumar el fracaso se explica porque tan solo consiste en una amalgama inconclusa de pequeñas formaciones políticas a las que tan solo une la figura de Yolanda Díaz, lo cual equivale a decir la nada absoluta, por carecer el personaje tanto de fundamento político como de calado intelectual. Por su parte Podemos no es que haya fracasado es que es un partido moribundo, cuyos miembros llevan el ocaso de su periplo político de la peor forma posible, es decir, con resquemor, ofuscación y ataques de ira, lo cual no hace otra cosa que poner de manifiesto su lamentable condición de perturbados perroflautas con injustificados e insufribles aires de grandeza.

Por su parte, Vox concurría a las elecciones sin representación parlamentaria previa y con su espacio natural ocupado por una formación política como el PP hegemónica y enormemente arraigada en tierras gallegas, estando además lastrado por el llamado voto útil derivado de la amenaza que representa para una mayoría de los gallegos un gobierno de izquierdas. Si a ello unimos un líder regional de escasa entidad y una política de comunicación ciertamente errática e incapaz de desterrar del imaginario colectivo las maldades que de ellos se dicen, pues nos encontramos ante un coctel corrosivo de muy difícil digestión. Todo ello viene no solo a explicitar las causas de su relativo fracaso, sino también a dar razones para iniciar un cambio de rumbo. De hecho, entiendo que Vox debe adoptar un discurso pedagógico, capaz de poner en valor aquellos ideales que realmente defiende evitando estridencias innecesarias, para de esta forma salir de la atonía en la que actualmente está inmerso, ya que de otra forma quedará relegado a la condición de partido marginal.

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En definitiva, las elecciones gallegas han puesto de manifiesto el proceso de demolición progresiva que está asolando al PSOE como consecuencia directa de las políticas sanchistas, quedando de esta forma el PP no solo en disposición de desarrollar en la mayor parte del territorio español un modelo económico de cuya eficacia no cabe dudar, sino también con la obligación moral de impulsar sin más dilación la batalla cultural contra el neomarxismo identitario y el globalismo woke, por constituir ambas ideologías las dos caras del totalitarismo del siglo XXI, debiéndose entender todo ello como la antesala del asalto definitivo al Palacio de la Moncloa.

Autor

Rafael García Alonso
Rafael García Alonso
Rafael García Alonso.

Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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