20/09/2024 12:59
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Dicen que la clase política es solo el reflejo de la sociedad del momento. Si esto es cierto, el problema ante el que nos encontramos es mucho más grave del imaginado en un primer momento y de mucha más difícil solución. Quiero pensar que es la clase política o las elites, las que van conformando la sociedad que más le interesa, la van transformando y la van ajustando a sus intereses. Llegan al poder mediante engaños y mentiras, mediante promesas con nula intención de ser cumplidas, para luego ir buscando justificación a su comportamiento, muy alejado del prometido, pero que la sociedad acaba aceptando y tomando como ciertos. Son pocos los políticos honestos y muchos los que con sus habilidades acaban moldeando a la sociedad, hasta conseguir que esta vea como normal, comportamientos, dichos y hechos que no lo son.

Vivimos tiempos difíciles, donde la demagogia, las frases hechas y grandilocuentes con letras capitulares, la tergiversación, el miedo y la mentira, son aceptadas con normalidad consiguiendo la distorsión de la realidad, difuminando la frontera entre lo real y el imaginario, entre lo cierto y lo falso. Todo se confunde y nos metemos de lleno en la construcción de realidades paralelas que nunca sucedieron, en acabar pensando que tal o cual cuestión son ciertos, porque nos lo han repetido mil veces. El ser humano tiene un mecanismo de auto protección que le hace acabar aceptando cuestiones que aun a sabiendas de que son falsas, el miedo a la marginalidad, a la expulsión, a la discriminación, le hace asumirlas como ciertas, como propias. 

El mundo se ha convertido en una gran mentira global, en un inmenso laboratorio de ingeniería social, donde el que se rebela o pone en duda alguno de los nuevos dogmas que se nos imponen, es inmediatamente apartado y mal visto por el resto. Se trata de una sociedad de consenso generalizado, mas por imposición que por convencimiento, mas por miedo al rechazo que por creerlo cierto. Una sociedad de pensamiento único, de delatores, de vigilantes de la verdad por decreto. Nos abruman con exceso de información, pero no se nos permite cuestionarla, no se nos permite la opinión independiente o el debate libre y sincero, solo se nos impone la aceptación de lo que se nos cuenta. 

España es muy posiblemente el país del mundo, donde el experimento social va a un ritmo más rápido y acelerado que el resto del planeta, con un modelo autonómico que potencia y facilita la diversidad de las pruebas, donde las medidas que se adoptan, varían en función de donde vivas, nazcas o mueras. Nos han convertido en cobayas humanas, en ratones de laboratorio. Nuestro comportamiento es estudiado y analizado. Donde nuestra voluntad cambia al antojo de las elites y donde acabamos aceptando nuestra condición de esclavos y solicitamos que los amos nos impongan un castigo más severo, pues hemos sido malos y nos lo merecemos.

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El pasado marzo del 2020 fuimos sometidos a arresto domiciliario, castigados a una pena por un delito que no habíamos cometido. 90 días de encierro desquiciante, que acabaron con la salud mental de miles de personas y llevaron a la ruina a un país entero.  El confinamiento domiciliario fue la constatación de un fracaso. Nada se solucionó, y la justificación que se nos dio, quedo demostrado estaba sustentado en una gran mentira, sobre todo a tenor de los resultados obtenidos. No ha pasado ni un año de aquello, y todo eso que nos marcó y nos aterrorizó, ahora resulta que es gran parte de la sociedad quien lo demanda, quien desea mediadas más restrictivas, mas limitadora de nuestra libertad, quien desea ser encerrada y quien pide a los amos un castigo más severo. Nada es por nuestro bien y todo forma parte del plan trazado de construcción de esa nueva sociedad de esclavos del siglo XXI. Anulan nuestra voluntad, nos aterrorizan, nos hacen sentirnos culpables de algo que no hemos cometido y acabamos asumiendo su responsabilidad. Yo no libere, ni cree, ni expandí ningún virus chino, yo no soy responsable de nada, yo no merezco ningún encierro, y yo no estoy dispuesto a seguir formando parte de este gran experimento global en el que han convertido el planeta y muy especialmente España. Como decía aquel, los tontos se multiplican por el silencio cómplice de los sabios.

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REDACCIÓN