08/05/2024 21:16
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El pasado jueves, en el espacio Ardemans, que se está consolidando como un foco cultural alternativo, el profesor Francisco Torres, autor de un libro imprescindible (Cautivos en Rusia. La última batalla de la División Azul), afirmó que en los campos de prisioneros de la URSS existió una Falange clandestina.

En su ameno e interesante «ensayo verbal» precisó que esta nació en marzo-abril de 1943 en los campos de prisioneros de Cherepovets, en Makarino. Al menos eso es lo que estimaron los soviéticos que señalaron, y más tarde juzgaron, como jefe de la misma al falangista José Gil Alpañes.

Explicó que este grupo actuó ya sin jefe y oficiales porque el grupo de Palacios, Altura, Molero fue separado de los soldados a los pocos días de ser capturados en la batalla de Krasny Bor, permaneciendo el teniente Rosaleny algunas semanas más, al igual que estuvo algunas semanas el capitán Oroquieta tras ser enviado desde un hospital.

Los soviéticos clasificaron a los prisioneros y dispensaron un trato especial a los falangistas peligrosos a los que reservaron los trabajos más duros para quebrar su ánimo, lo que no consiguieron. También anotó que el primer prisionero resistente, rebelde desde el principio de su cautiverio fue el falangista José María González, el primero en conocer los terribles calabozos de la Lubianka en Moscú.

El profesor Torres recordó que la División Azul fue una unidad del ejército español y que, según el decreto reservado de Franco, se consideraban en acción de guerra desde su salida hasta su regreso, por tanto en los campos de prisioneros continuaban en acción de guerra, y eso es lo que hicieron los que denomina como los resistentes. Por ello no le faltaba razón al capitán Palacios al hablar de la batalla de los 11 años, que para José María González sería de 13. Lo que indirectamente es reconocido al ser condecorados una veintena de hombres con las máximas condecoraciones de España, la Laureada, la Medalla Militar Individual y la Cruz de Guerra con Palmas, además de las correspondientes a la de sufrimientos por la patria.

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Con detalle se refirió al peso de la participación falangista en la División Azul centrándose en el personal de tropa, en los que estima que el 90% fueron voluntarios ideológicos. Indicó que, como soldados o cabos, a combatir al comunismo, fueron unos 39.000 hombres y 23.000 se alistaron en las milicias falangistas: más de 9.000 en 1941, por lo que en los relevos posteriores fueron más de 12.000. Según su investigación 19.000 voluntarios de tropa eran miembros de FET de las JONS en sus categorías de militante/adherido o del Frente de Juventudes o el SEU (entonces no era de afiliación obligatoria). A ello se sumarían los catalogados sólo como carlistas, monárquicos, derechistas o miembros de la Acción Católica.

Para el profesor Torres los falangistas fueron hasta la batalla de Krasny Bor la columna vertebral ideológica de la División Azul, lo que supuso un proceso de mimetismo en gran parte de los que habían ido a combatir sin ser falangistas o incluso entre voluntarios no ideológicos, incluso entre algunos mandos reticentes ante la tropa falangista.

A pesar de los problemas de las fuentes a la hora de precisar la razón ideológica estima que también en los campos de concentración comunistas en la URSS los falangista siguieron siendo esa columna vertebral.

Del medio millar de prisioneros de la División Azul, la Legión Azul, la Escuadrilla Azul y combatientes en unidades alemanas, incluyendo a los desertores, como mínimo 85 eran falangistas perteneciendo 13 al Frente de Juventudes. Si se excluye a los desertores se podría estimar que los falangista en los campos de prisioneros representarían algo más del 25%.

La batalla de los campos, que tenía como objetivo mantener como combatientes a los prisioneros y conseguir volver a la Patria se libró entre los resistentes y los procomunistas/comunistas de loa antifá.

El grupo de resistentes casi permanentes integró a algo más de 40, teniendo una veintena una actuación heroica. En este “corazón de la resistencia” el 50% eran falangistas. Entre ellos casi todos los considerados como líderes morales de la resistencia. Falangistas eran todos los oficiales: Palacios, Oroquieta, Altura, Molero, Rosaleny, Castillo; los suboficiales: Salamanca; los soldados: Ramos Pérez, Alonso Gallardo, Espiga, Moreno, Pestaña, Méndez, Rodríguez, Suero, Mayoral, Martín Ventaja, Pinar (capitán Roca), González Jiménez, Alpañes…

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Entre los miembros de aquella resistencia inicial, de la Falange clandestina según los rusos, de los castigados por cantar el Cara al Sol, se añaden nombres como: Quíntela, Juncos, Cantarino, Fajardo, Alonso Gallardo, Ayala, Olaya, Alcover, Soba, Torres, Moyano, Clavero, Arroyo, Echevarría, Iglesias, Amorós, Martín Gabipe, Cano, Pereda, Morlán… Los moradores de la durísima «barraca fascista», muchos de ellos falangistas de carnet y otros convertidos de corazón.

Todos ellos padecieron un trato especial, hambre, periodos sin asistencia médica, trabajos más duros, campos especiales (los 7 terribles de Swerdlosk o Chervakof), no pocos juicios y condenas. Y entre 17 y 20 falangistas, al menos, dejaron allí la vida.

El profesor Torres recordó con casos dramáticos que el historiador no es un juez, ni un moralista ante comportamientos en situaciones tan extremas como las que estos españoles vivieron, que no todos los prisioneros fueron héroes en el sentido total de la palabra, aunque hubo un número muy importante de comportamientos heroicos que permiten extenderse en una épica heroica del relato, pero que es de destacar un hecho fundamental que no pocos supieron levantarse a lo largo del cautiverio, que quienes en algún momento fueron atraídos al campo contrario luego se sumaron a los rebeldes, por lo que todos acabaron ganando la última batalla de la División Azul en la que, a diferencia de otros prisioneros de los derrotados en la IIGuerra Mundial, fueron recibidos como héroes en un lejano abril de 1954.

(Hemos pedido al profesor Torres que nos remita un extenso artículo sobre esta cuestión)

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