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¿Acaso tú, erudito de esa palabra tan manida llamada «democracia», eres más libre que la España de Franco? ¿Y esto me lo dices desde tu casa de alquiler de 50 metros cuadrados o desde tu hipoteca usurera que te han colocado a 30 años? ¿De verdad mientras trabajas más de 10 horas al día para afrontar unos suministros para ricos, piensas que tus abuelos fueron capaces de hacer el patrimonio que hicieron y formar familias numerosas si realmente no había esa libertad que cacareas? ¿Te crees que tu libertad real al pie de la calle, en tu día a tía cotidiano, es mayor respecto a la España de Franco? Esa es la gran mentira llamada democracia, que realmente es una partitocracia; porque cuanta más libertad tienen los partidos políticos menos libertad formal hay para los ciudadanos. Es así de simple, y los datos lo avalan.
En los años 70 los españoles éramos la octava potencia mundial con la mejor fecundidad de Europa (2,9), la mejor economía (+5,5%), un paro al 0,6% y la deuda al 7,2%. Y cómo estamos 50 años después, mi estimado erudito demócrata. Vivimos y estamos peor en todo, y debiendo 1.2 billones (122% de deuda). Y no por culpa de los españoles, no; tú y yo somos iguales: somos las víctimas de sus chiringuitos. El problema es que los partidos políticos nos han saqueado a todos. Lo han hecho de forma económica, como podrás ver con estos aplastantes datos; y de forma moral, pues han hecho una memoria de mentiras hacia el gran creador de la mejor España de todos los tiempos: sí, hablo de Francisco Franco. Te lo repito, amigo demócrata, te mintieron. Y sólo debes echarle un ojo a tu álbum familiar de fotos para comprobar en primera persona que lo digo es cierto.
En ese álbum de fotos que parte en la boda de tus abuelos, se dibuja una España más sonriente, más alegre, más educada, más cariñosa, más solidaria, más limpia, más viva, más elegante. Una España que se reconocía en la propia esencia de España. Sin criminalidad, una sociedad tan segura que un joyero podía dejar su negocio abierto durante unos minutos mientras salía a por tabaco. Sin terrorismo, sin «amenazas globales», sin injusticias autonómicas. Un país lleno de amor y patriotismo con ayudas sociales para quien lo necesitaba, con garantías totales para preservar el derecho a la propiedad privada pero sin usura.
Una clase media amplísima, esforzada, humilde y apasionada por la vida, que con mulas, gasógeno y pan de borona construyó el país más próspero y más justo de Occidente. Sin limosnas europeas, sin Plan Marshall. No había élites ni marginados, ni cultura de la muerte, sino igualdad de oportunidades; y sobre todo no hubo partidos políticos. Y ese fue el gran acierto de Franco, porque el tiburón de la partitocracia ha devorado la generación de riqueza de la clase media. Por eso hubo Seguridad Social, presas y pantanos, energía, suministros garantizados, escasos impuestos y unos sindicatos verticales que realmente velaban por el trabajador sin generar enfrentamientos. Por eso hubo la mejor educación pública, para que el niño del pueblo más recóndito pudiera estudiar Derecho si así lo quería. Pero no de forma obligada y como paso previo al paro, como nos pasa hoy. Y es que existió una fortaleza tremenda en el sector de los oficios. Unas escuelas profesionales muy potentes aseguraban la salida al mercado laboral para la mayor parte de los oficios, pues tienen un enfoque operativo. Por ello, la universidad quedaba como una generación de talento en sectores más estratégicos. Y había coherencia y decencia, tanto que la sanidad pública era para todos por igual. Desde el albañil hasta el creador de la misma, que murió en una cama de esa misma sanidad.
De hecho, erudito demócrata, si adoras tanto el papel en la urna y reniegas de todo esto que te cuento, imagino que ahora podrías decirme de memoria cuándo son las próximas elecciones. O incluso, podrías argumentarme por qué ya casi el 40% de la población no acude ni siquiera a votar. Estarás ávido de elecciones, ilusionado imagino. Desearás ese momento en el que recoges tu parte alícuota de libertad en forma de papeleta para después volver a soltarla para vivir sometido durante otros cuatro largos años. ¿Y qué ocurre con los planes y las agendas que dirigen a quienes tú votas? ¿Cuándo han sido las elecciones para aprobar la Agenda 2030 que está convirtiendo a la sociedad en un modelo de transhumanismo? ¿Qué sufragio es necesario para que te encierren en casa ilegalmente o para que intenten cambiar todos tus hábitos de vida cotidianos? Y para respirar, ¿cuántos votos son necesarios para que te pongan un bozal o para que te multen por pasear al perro a determinadas horas?
Por libertad, sí, es que es precisamente por tu libertad. Por la libertad real de España y de los españoles, por eso escribo hoy 20 de noviembre. Por la libertad de los agricultores, que multiplicaron su patrimonio de forma justa con el sudor de su frente; por lo obreros que se cuadraron ante su féretro con el mono de trabajo; por los operarios, por la industria, por los comerciantes, por los estudiantes, por los funcionarios, por los mineros, por los catedráticos, por la cultura, por los importantes avances de la ciencia española en ese tiempo, por los artistas, por los empresarios emprendedores, por las mujeres que decidieron en plena libertad ser amas de casa criando familias maravillosas y llevando las cuentas de todos los anteriores juntos. Por todos ellos, ¡memoria, honor y gratitud a Franco!
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