20/09/2024 18:24
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El fallecimiento hace unos días de la reina Isabel II del Reino Unido ha generado una ola de papanatismo borrego, de adulación genuflexa, tan extrema, tan exagerada, tan unánime en las principales instituciones, partidos, medios de comunicación, líderes de opinión,… de la sociedad española, así como de muchos países hispanoamericanos, que incluso quienes esperábamos cierta oleada de servilismo nos hemos quedado con la boca abierta. Ha sido un fenómeno tan llamativo, tan excesivo que se impone analizarlo y tratar de entenderlo.

En España, país que tiene una parte clave de su territorio usurpado por los británicos, territorio que constituye la última colonia en suelo europeo, hemos vivido una incontable riada de actos de contricción servil y vergonzosa por la muerte de “tan excelsa soberana”. Alucinante. Esto da buena cuenta de lo absolutamente perdidos, desnortados, manipulados que, como sociedad estamos. Hagamos un repaso de los casos más llamativos para ponderar la gravedad del asunto.

En el ámbito político, el partido socialista, y también el partido popular han clamado por tan enorme pérdida. La situación ha llegado al paroxismo de lo ridículo cuando Isabel Diaz Ayuso presidente de la CAM ha ordenado un luto oficial de 3 días por la muerte de la inglesa. Seguramente, Ayuso ha obedecido sugerencias de su mentora Esperanza Aguirre, a quien la reina Isabel agració con una medallita rimbombante, la de “Dama Comandante honoraria de la Orden del Imperio Británico”. Por lo que se ve, compró su voluntad de forma indefinida. Qué barato y qué rentable les resulta un poco de propaganda y relaciones públicas a los británicos. Moreno Bonilla, presidente de la comunidad Andaluza, en cuyas entrañas parasita Gibraltar también ha decretado un día de luto oficial. Y como prueba del 9 de lo desnortadísimos que estamos, hasta el Partido Popular de la línea de la concepción, la población que limita con gibraltar y que sufre día tras día, en forma de paro y subdesarrollo, el expolio sistemático, la succión de riqueza por la competencia fiscal desleal de Gibraltar, que lo impregna todo, que deprime economicamente la zona del campo de gibraltar, también se ha dado golpes de pecho por la muerte de la anciana e incluso ha asumido la soberanía de los británicos sobre el peñón. Abracadabrante. 

Pero hay más, mucho más. Toda la prensa, de izquierda a derecha, ha competido en titulares serviles a toda página: El Pais, El mundo, El Español,… pero son casi más espectaculares los casos de ABC, La Razón, los periódicos de la derecha. Jóvenes periodistas, youtubers supuestamente independientes como Jano García muestran la superficialidad de su perspectiva, adulando inercialmente a la británica. Y en hispanoamérica nos encontramos más de lo mismo: Costa Rica ha decretado 3 días de luto oficial, la Cuba comunista uno. Incluso Maduro ha expresado sus condolencias a tan ejemplar soberana, cuando los ingleses le han robado parte del oro venezolano que guardan en el banco de inglaterra, en un remedo de lo que fue el saqueo del oro de las haciendas virreinales durante las independencias. Hasta el Brasil del supuestamente antiglobalista Bolsonaro ha decretado 3 días de luto. Por supuesto, el director del principal grupo de pensamiento español el Real Instituto Elcano ha elogiado la figura de la reina isabel. No podía ser de otra forma, porque Charles Powel, que así se llama el director de este laboratorio de ideas que es de todo menos español, es un medio británico profesor de historia en Oxford,, que también ha sido condecorado por la reina de inglaterra. Así está la inteligencia analítica patria, así están los medios generadores de opinión en España y en la Hispanidad…

El espectáculo ha sido asombroso. Y terrible. Terrible porque denota que como sociedad no nos enteramos, que no leemos las situaciones más allá de lo superficial, que la mentira triunfa, que pueden robarnos la cartera con una sonrisa y ni nos enteramos.

 Todo ese torrente de admiración, ese río de babas vertido hacia Isabel II es consecuencia de su acción como cabeza de la monarquía británica. Por tanto, es imprescindible analizar con un poco de detalle qué papel ha jugado la monarquía británica en el mundo en estas últimas décadas, cuales han sido sus acciones hacia la Hispanidad, y más en concreto cuales han sido las acciones personales que revelan el sentir de Isabel II, como por ejemplo cuando embarcó a su hijo, el príncipe Andres, a luchar en la guerra de las Malvinas, corroborando de forma muy personal su opinión sobre la decisión de iniciar una guerra de su primera ministra Margaret Thatcher. 

Lo primero que hay que tener claro es que la monarquía británica es una pieza clave del núcleo, del motor del poder globalista anglosajón en el mundo. Quienes interpreten que la monarquía británica es algo parecido a la monarquía española, un débil poder moderador, muy limitado por la constitución a labores de representación, que se quiten esa idea de la cabeza. Para empezar, la familia real británica es la cabeza de la masonería de obediencia anglosajona, la principal del mundo, en la persona del príncipe Eduardo, duque de Kent, primo de la fallecida, como quedó claro en el multitudinario acto de celebración de los 300 años de la creación de la masonería, celebrado en Londres, donde fue recibido triunfante entre el tronar del trompetas. Por otro lado, la monarquía británica es la cabeza de la religión anglicana con poder sobre la estructura jerárquica de esa iglesia. Además, la monarquía británica es un poder financiero: la revista Forbes estima sus posesiones en 28.000 millones de dólares. Se trata de quitar importancia a esta fortuna diciendo que en gran parte está ligada activos inmobiliarios atados al estado británico. Pero esos 28000 millones son los activos conocidos y nos podemos imaginar que la fortuna total que controlen de forma encubierta será muy superior. Por último, en términos políticos, el poder real de la monarquía británica es mayor del que a primera vista podamos imaginar, gracias a su capacidad de influencia, y a su participación activa en varias de las instituciones que marcan el paso de la élite globalista: la monarquía británica fundó la Chatham House, el principe Carlos y el príncipe Philip, marido de la reina, acudían a las reuniones del Club Bilderberg, club que fue fundado por el rey Guillermo de Holanda, monarquía siempre subordinada a la inglesa. El principe Carlos, ahora rey Carlos III, ha sido asiduo en las reuniones del Club de Roma. Es bien sabido que el rey Carlos no sólo ha participado activamente sino que ha llegado a ser vocal del foro globalista por excelencia, el foro de Davos, y es un impulsor acérrimo de la agenda 2030. Es decir, la monarquía británica es una pieza clave, muy activa e implicada en todas esas instituciones que conforman el cogollo del poder globalista, del poder anglosajón en occidente.

En consecuencia, hemos podido ver al Principe Carlos participando en reuniones del más alto nivel de jefes de gobierno, como el G20 recientemente celebrado en Italia, cuando allí no acudieron los representantes de otras monarquías, ni jefes de estado. Como una prueba del 9 de que la monarquía británica es una pieza clave de la élite global, de la élite de los verdaderamente poderosos, es que también se han visto directamente implicados en las tramas más oscuras que han afectado a esta élite, como el sórdido caso de Jeffrey Epstein, en el que como es bien sabido, se ha demostrado que el príncipe Andrés tuvo relaciones con una menor prostituida.

Queda por tanto claro que la monarquía británica, y en especial su cabeza, la Reina Isabel, ha sido y es, una institución que ostenta y ejerce gran poder real, y que participa activamente, en los círculos más selectos del poder anglosajón occidental. Además, el ascendente, la influencia de la monarquía sobre la ciudadanía británica es enorme: la propia monarquía consigue que el estado británico haga un esfuerzo de propaganda diaria enorme para cultivar el forofismo, la adhesión emocional de la ciudadanía a la familia real. En ninguna nación del mundo puede verse tanto material promocional de la familia real como en Reino Unido, desde vajillas a muñecos Funko pop, desde dedales a chocolatinas. Las consecuencias de esa adhesión irreflexiva son todas favorables al poder de la monarquía, y van desde el mantenimiento de leyes medievales como la que declara que todos los cisnes del Reino Unido son propiedad de la corona, a las que eximen de pagar impuesto de sucesiones a la monarquía. Pero esa hipnotización lograda gracias a la propaganda no sólo se traduce en privilegios para la corona sino que, más relevante aún, consigue facilitar que muchos ciudadanos británicos se presten con facilidad a ser piezas útiles para el imperialismo británico.

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¿Y cómo ha actuado la monarquía británica en las últimas décadas frente a la Hispanidad? Pues repasemos.

El primer punto a comentar es el mencionado caso de Gibraltar. Gibraltar no es un asunto menor, por mucho que la élite española por cobardía renuncie a enfrentarse al problema. Gibraltar implica el control sobre el estrecho de Cádiz, que es uno de los 5 puntos clave del comercio marítimo mundial. Bloquear el estrecho de Cádiz tendría implicaciones semejantes a bloquear el canal de Panamá o el de Suez. Que España no gobierne el estrecho de Cádiz nos resta poder en el mundo. Incluso los otanistas irredentos deberán reconocer que no controlar el estrecho de Cádiz nos impide hacernos valer como un aliado útil ante el hegemón occidental, ante Estados Unidos. Gibraltar es la única colonia que queda en territorio europeo, y hasta una resolución de la ONU en 1968 llama a los británicos a descolonizarlo. ¿Qué ha hecho Reino Unido estas décadas? Pues además de pasarse por el arco de sus caprichos cualquier propuesta de negociación para la devolución del peñon, asaltar y violentar inocentes barcos pesqueros , ametrallar patrulleras de la guardia civil, ganar terreno al mar español, autoapropiarse de la mitad de las aguas de la bahía de algeciras, instalar un cable submarino en la bahía de Algeciras sin acuerdo con el gobierno español, fomentar el contrabando de tabaco, favorecer una competencia fiscal desleal que roba unos mil millones de euros anuales al estado español y deprime la zona circundante, parasitar los servicios públicos españoles de salud y de basuras,… Una indecencia tras otra. Pero la mayor indecencia de todas, lo tenemos claro, es la de las autoridades españolas, que permiten servilmente todo esto. El comunicado del PP de La Línea de la Concepción que mencionábamos antes da idea de la ceguera voluntaria, quizá pagada, ante semejante lista de humillaciones.

Como guinda del pastel que demuestra que la tan admirada por la prensa española Isabel II, fue plenamente partícipe de la estrategia parasitaria británica sobre Gibraltar, es que se negó a atender la petición del rey español Juan Carlos I para que, en 1981, su hijo, el ahora rey Carlos III y su mujer Lady Di, no iniciaran el viaje de su luna de miel desde Gibraltar. La provocación era llamativa. El rechazo de la reina Isabel II a corregir una ofensa de tan mal gusto, generó el lógico incidente diplomático y, por una vez, el rey español demostró un poquito de dignidad y no acudió a la boda. El gesto ofensivo de la familia real anglosajona no nos extraña: es la típica soberbia británica, que como sabemos, se multiplica frente a quienes no temen. 

El siguiente punto de reflexión obligada es la guerra de las Malvinas. Las Malvinas fueron robadas en 1833 a la república argentina. En varias ocasiones habían intentado tomarlas durante la época virreinal, la época de la unidad hispana, y siempre habían sido rechazados con facilidad. En abril de 1982 el ejército argentino lanzó la operación Rosario que consiguió tomar el control de las islas, y esto es importante, sin que hubiera ningún muerto o herido entre los militares y civiles ingleses. Al día siguiente Thatcher ordenó la movilización del ejército y la marina para tratar de recuperar las islas. El resultado fue una guerra que causó 2000 muertos en ambos bandos, número cercano a lo que es la población total de las islas Malvinas en la actualidad, en torno a 2500 personas. La guerra de Malvinas fue el caso más obvio del imperialimo caduco que aún pervive en Gran Bretaña, imperialismo capaz de desatar un conflicto a 12000 kilómetros de distancia por intereses económicos. Las islas malvinas son clave para Reino Unido porque les permiten aspirar a apropiarse de las riquezas minerales de la Antártida. Sin ellas, carecería de sentido cualquier reclamo con ese objetivo. ¿Y cual fue la actitud de la reina Isabel II ante la decisión de su gobierno de iniciar una guerra contra Argentina? Pues respaldarla con todas sus ganas, y demostrarlo públicamente haciendo que su hijo, el príncipe Andrés se embarcara en la expedición militar. El hecho es definitivo, y digno de reflexión por lo que implica: es un llamado a que las familias inglesas ofrezcan la vida de sus jóvenes por los intereses más bastardos de la élite británica.

Y en este punto es conveniente llamar la atención sobre ese hecho que no se ha mencionado en ningún medio de comunicación, en ninguna televisión, en ninguno de los periodicos que han prodigado alabanzas a la difunta inglesa, y es el hecho clave, sustancial de que ella fuera la cabeza de la iglesia anglicana. Como reina, esto supone ser gobernador supremo de la iglesia de inglaterra y tener capacidad para nombrar personalmente a la jerarquía de la iglesia anglicana. La ceremonia de la coronación de Isabel II en 1953 refleja con claridad qué es en realidad la iglesia anglicana. En esa ceremonia podemos ver a la reina sentada, hierática en el trono. Son los arzobispos y obispos quienes se acercan y se inclinan ante ella, como si fueran ayudas de cámara, como si fueran unos sirvientes más, para depositar cuidadosamente la corona en su cabeza. Eso es la iglesia anglicana, una rama subsidiaria de la corona. Y esta obediencia ha sido utilísima para trasvasar a la corona toda la adoración, toda la reverencia, toda la obediencia, todo el afecto, que en otras naciones, en otras culturas, se otorga a la jerarquía eclesiástica, como por ejemplo sucede en las naciones católicas hacia el Papa. La corona británica ya desde hace 5 siglos ha ejecutado con habilidad esa operación de redireccionamiento de las emociones que suscita entre la ciudadanía el factor religioso, y eso hace que entendamos mejor el por qué del ilimitado uso de la pompa, del boato, de la ritualización que hace la casa real británica más que ninguna otra en el mundo. La monarquía británica lo utiliza hasta el extremo, aprovecha un boato propio sólo de ceremonias religiosas, algo que unido a los otros poderes que ejerce, consigue el efecto que hemos visto en la hipnotizada ciudadanía inglesa: personas con incomprensibles reacciones de llanto, sobrereacciones emocionales que parecen más propias del régimen de Corea del Norte. Todo esto, no nos engañemos, es utilísmo para la monarquía y la élite inglesa, que cuenta así con una ciudadanía que acepta sus privilegios, sus corrupciones y secunda su estrategia imperialista, hoy día reconvertida en ese proyecto de dominación mundial, que es la agenda globalista.

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Si quedara alguna duda sobre la participación de la persona Isabel II, como cabeza de la monarquía británica en muchos de los hechos protagonizados por el Reino Unido que más nos repugnan a lo largo de las últimas décadas, entonces podemos analizar la actividad pública en la que ella fué totalmente independiente de las directrices del gobierno británico, en concreto podemos revisar las condecoraciones y medallas que ella otorgó. La reina isabel hizo caballero honorario a George Bush Senior, que lanzó la invasión de Panamá, causando 6000 muertos en su gran mayoría población civil. También nombró caballero comandante de la orden de san miguel y san jorge a Henry Kissinger, responsable de incontables crímenes contra la humanidad y personaje oscuro hasta la náusea. También nombró caballeros al General Colin Power, principal adalid de la 2ª guerra de Irak en el gobierno de G. Bush y portavoz de la teoría de las inexistentes “armas de destrucción masiva”, así como al General Norman Schwarkopf, mando de la primera guerra de Irak. Pero quizá la condecoración más inexplicable y que revela cómo la monarquía ha sido la primera línea de apoyo de actos de violencia extrema para apuntalar ese imperialismo caduco, sea la que otorgó a Derek Wilford. Wilford era el comandante del pelotón de paracaidistas que en 1972 abrió fuego sobre una manifestación de civiles en Derry, Irlanda del Norte, causando 14 muertos. Fue el llamado domingo sangriento, que dió título a una conocida canción del grupo irlandés U2. Al año siguiente de ese controvertido suceso, que evidenciaba el uso de violencia extrema que requería reino unido para mantener bajo control Irlanda del Norte, se le otorgó a Derek Wilford la orden de caballero del imperio británico, en lo que se interpretó como un inequívoco apoyo a su acción por parte de la corona. Verdaderamente llamativo y explicativo.

Pues bien, estos son los hechos, y curiosamente no hemos oído mencionar absolutamente nada de esto en todos los medios de comunicación españoles que han estado compitiendo por ver quién adulaba más alto y más fuerte a la fallecida reina británica. Ni en las incontables horas dedicadas por todas las televisiones al asunto, ni en las portadas, ni siquiera en los editoriales, o en los artículos de opinión de periódicos de todo el espectro político hemos oido o leido nada de esto. Y por tanto se impone preguntarse. ¿Por qué? ¿Qué sucede?

Pues sucede que, como decíamos, la monarquía es una pieza importante del motor de poder globalista, y es una pieza habituada a manejar la comunicación, la propaganda con destreza. Recordemos que la monarquía británica es consciente y utilizadora de las virtudes de la propaganda ya desde el siglo XVI, desde tiempos de Isabel I. Isabel I se sentía amenazada por los católicos ingleses e impuso un protestantismo obligado. Para lograrlo la propaganda se convirtió en una herramienta imprescindible. Simultáneamente, Isabel fomentó la revuelta protestante en los países bajos, que tenía también un componente propagandístico vital. Nos han llegado casos concretos de la preocupación personal de la reina Isabel I por la propaganda, como cuando ordenó escribir a Francis Bacon un libro para justificar delante del pueblo inglés la ejecución del Conde de Essex, quien había sido su favorito durante mucho tiempo. Isabel I leyó en detalle el libro una vez escrito titulado “Declaración de las prácticas y traiciones intentadas y cometidas por el Conde de Essex” e impuso unas correcciones, entre las que destacaba la de no nombrar al ejecutado como “Mi señor de Essex” sino simplemente “Essex” porque era un nombre demasiado cortés para un traidor. Son por tanto 5 siglos de uso consciente de las virtudes de la propaganda. La monarquía británica tiene a su servicio una maquinaria engrasada y profesional de comunicación desde el punto de vista técnico, que es ampliada por los medios de comunicación públicos, como la BBC, que cuentan con recursos abundantes y un marchamo de credibilidad, inmerecido, pero que engaña a muchos. Polémicas como la que demostraba el uso por parte de la BBC de filtros que degradan la calidad de la imagen cuando se dan noticias sobre China, son poco conocidas, así que muchos incautos siguen ensalazando la credibilidad de los medios oficiales británicos. Estos medios públicos facilitan a los medios internacionales el seguimiento de los actos llenos de boato, que replican inercialmente el contenido que los ingleses buscan difundir, y así consiguen una cobertura planetaria. Esto explica la omnipresencia de las noticias sobre la muerte de la anciana inglesa, pero no la ceguera analítica.

Esto en cambio se explica porque sabemos también que todas esas entidades discretas, subterráneas que forman parte del poder globalista, como el CFR, Trilateral, Bilderberg,, destinan gran parte de sus esfuerzos a captar el favor de periodistas en posiciones relevantes. Sabemos que directores de opinión de El pais, de El mundo, del ABC, han sido miembros del CFR. El hecho de que grandes instituciones financieras anglosajonas participen del accionariado o sean acreedores de estos medios de comunicacíon, obviamente facilita el control de su opinión. Por último, como demostramos en nuestro video sobre el Instituto Elcano, hasta nuestros grupos de pensamiento están totalmente tomados por los británicos, siendo su director, como decíamos antes , un inglés condecorado por la reina difunta. Recordemos que quizá la principal labor de este instituto es cobijar opinadores y periodistas con posiciones fuertes en los medios, y encaminar el pensamiento de la sociedad española en la dirección deseada, es decir, la que interesa a los ingleses y no a los españoles. A partir de aquí, con unos cuantos perros ladrando coordinadamente, la gran mayoría del rebaño mediático, avanza ovejunamente en la misma dirección. Como resultado, nos encontramos con esa sobredosis exagerada de adulación y servilismo hacia una mandataria a quien la mayoría de la ciudadanía española casi ni conocía o como mucho despreciaba por los escándalos relacionados con el acoso y muerte de lady di. Y justo este punto indica la habilidad en el manejo de la propaganda por parte de la familia real británica, que ha conseguido darle un giro de 180º a lo que pensaba la mayoría de la población británica: hace años, la reina isabel II era una persona inhumana que había conseguido engañar a una joven e inocente Diana y encerrarla en una jaula de obligaciones, desprecio y miserias familiares, y hasta se la culpaba de estar implicada en su fallecimiento. Era sin duda, una mala persona. Hoy los medios nos dicen que fue un dechado de virtudes, un persona ejemplar y admirable, y eso que hace pocos meses la corona llego a un acuerdo infame que el principe Andres se libre del cargo de abusos a una menor a cambio de varios millones de dólares. 

Como conclusión, más allá del bochorno que es inevitable sentir al ver a nuestra sociedad tan postrada, esta situación debe servirnos para tomar conciencia de hasta qué punto nuestro pensamiento del día a día, y especialmente nuestro pensamiento estratégico está infiltrado, está manipulado desde el ámbito anglosajón. No es fácil verlo, y sobre todo, es difícil de creer… Pero esta es nuestra realidad. Y el primer paso para revertirla es tomar conciencia. En consecuencia, hagamos un esfuerzo consciente por saber quién está detrás de cada medio de comunicación, elijamos con cuidado, y confiemos sólo en aquellos que tienen una preocupación genuina por el bienestar de las sociedades hispanas.

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