15/05/2024 21:31
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Solo una mujer puede decirnos a los hombres: Hijo mío, este hombre es tu padre.

Solo una mujer puede decirnos a los hombres: Amor mío, este niño es tu hijo.

Solo una mujer puede situarnos a los hombres en el escenario de nuestras propias vidas. Solo una mujer puede vertebrar el entramado en el que transcurre nuestra existencia.

Hablamos, los hombres, la lengua que de una mujer aprendimos, De ahí lo de la lengua materna. Los hombres pensamos según las estructuras idiomáticas que una mujer nos enseñó.

Comenta Marañón que muchos agonizantes, manifestaban un postrero y sutilísimo impulso vital al percibir que una mujer entraba en la estancia. Era común entonces, que esta última etapa vital transcurriera en el propio domicilio.

Los hombres perseguimos metas. Nos esforzamos por conseguir objetivos. Luchamos por alcanzar logros con el fin de ofrecérselos a una mujer.  Con la escondida intención de llamar su atención. Con el oculto anhelo de que su mirada se pose en nosotros.

Hoy la tierra y los cielos me sonríen,

Hoy llega al fondo de mi alma el sol,

Hoy la he visto…La he visto y me ha mirado…

¡Hoy creo en Dios!

Exclama Gustavo Adolfo Bécquer confirmando lo que decimos.

Los cristianos somos conscientes de que hasta el mismo Dios solicitó de una Mujer su consentimiento, para sin dejar de ser Dios, encarnarse en Hombre, con el fin de mostrarnos nítidamente, a todos los seres humanos, cual es el Camino, donde está la Verdad y el lugar en el que brota la Vida.

La mujer es el epicentro en torno del cual giran las vidas de los hombres. La mujer es el viento que mueve los entresijos de los viriles espíritus. La mujer es el aire del que los hombres respiramos. La mujer es el agua con la que los hombres amortiguamos la sed.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

        Con estos versos don Francisco de Quevedo clama. Y viendo a su alma de su cuerpo desprendida. Cuando sus venas, sus médulas y  su cuerpo todo, se encuentre en cenizas convertido, éstas, aún, seguirán dependiendo de una mujer. Sus cenizas tendrán sentido. Ya que, si bien, estas tan solo serán polvo, este será polvo enamorado.

      Quizás por este motivo los hombres regalamos flores a las mujeres. Quizás sea esta la causa por la que los hombres cantamos a las mujeres. Quizás sea esta la razón por la cual los hombres morimos por las mujeres.

Esta dependencia es conocida por las mujeres. Quizás por esto, ellas nos aman. Quizás sea esta la causa por la cual ellas nos miman. ¡Son como niños!, dicen de nosotros. Los hombres amamos a las mujeres porque las necesitamos para seguir viviendo. Las mujeres aman a los hombres para que nos sea posible seguir con vida. No existe mortal alguno que pueda amar con la generosidad que una mujer lo hace. Por el mismo motivo, quizás, podamos intuir que solo una mujer puede odiar con tan desbordada intensidad. Amor y odio son los dos extremos del hilo de un mismo ovillo.

Detrás de una mujer vamos buscando nuestro destino. Locos. Vehementes. Encendidos. Ciegos y enamorados vamos en pos del “sí” de una mujer.

La mujer, sutil y esquiva, con su “no, pero si”, nos lleva, nos conduce, nos prueba y nos dirige por el camino que su amor desea.

Es el “no, pero si” la clave del cortejo. Es el “no, pero si” la llave del arca en la que la mujer, a la vida guarda. Es el “no, pero si”, el candado con el que la mujer su poder mantiene.

Así ocurre en la Naturaleza. Es el “no, pero si” el texto que se lee en la danza nupcial de la mayor parte de las especies. Es el “no, pero si” la herramienta que la naturaleza pone a disposición de las hembras para que, tras haber superado el macho las sucesivas pruebas, pueda ser elegido por ellas el mas capaz, para dar adecuada continuidad a la especie.

La diferencia de la  humana con otras especies, es que el “no, pero si” deviene, en la nuestra, tejido con puntadas de poesía.

¿Qué es poesía? dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía…eres tú.

 Nos lo confirma el poeta.

 La poesía constituye la gran diferencia entre el “no, pero si” del cortejo humano, y el “no, pero si” de la danza nupcial de otras especies.

Poesía y misterio son los dos remos con los cuales los seres humanos hemos bogado siempre por el rio existencial. Poesía y misterio han sido siempre los horizontes que el amor nos muestra a los seres humanos.

Y ahora, en pleno siglo XXI, hemos podido leer los españoles en el Boletín Oficial del Estado un texto en el que se legisla sustituir el eterno “no, pero sí”,  por el incomprensible “solo el sí, es si”.

Despojar a la mujer del “no, pero si” es arrebatarle su poder.

Arrebatar el “no, pero sí” femenino al hombre, es eliminar la guía que le señala el camino en su perpetuo peregrinar tras el halo en el  que la mujer queda envuelta.

Hace ya mucho tiempo que, los que solo del conflicto hacen su modus vivendi, venían creando el artesanal conflicto entre el hombre y la mujer.

Ya lo habían logrado entre los padres y los hijos. Estaba ya consolidado el conflicto entre los seres humanos y los animales. Era un hecho, el conflicto entre las artificiosas clase sociales. Se había conseguido el conflicto entre los indígenas de aquí y los aborígenes de allá. Se había logrado desterrar a Dios de la vida cotidiana. A todos se había convencido de que la vida tan solo era un objeto de trueque. Se había adiestrado a las gentes para que aceptaran que la Verdad no existía y de que todo es relativo. Ya solo quedaba enemistar a los hombres con las mujeres.

Realmente era un objetivo arduo. Jamás biólogo alguno había puesto como elementos antagónicos a los dos sexos en los que se apoyaba el devenir de una especie.

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Pero eso no era óbice para que se pudiera conseguir. Todo consistía en elevar a norma la excepción. Todo debía apoyarse en llevar la mentira hasta el dogma. La excepción a la regla. La dolencia a la norma. Y de este modo si un hombre, acomplejado, ruin, mezquino, cobarde y enfermo, maltrataba físicamente a una mujer, era porque todos los hombres eran psicópatas tendentes a la violencia y al dominio maltratador.

Y de esta forma, si una mujer agredía física o psicológicamente a un hombre era, tan solo, en virtud de la justa respuesta a la violencia del  trato indigno al cual, como víctima, había sido sometida.

Nunca estos comportamientos fueron contemplados desde la perspectiva anómala y socio- patológica.

La estrategia estaba estudiada.

Se acomodó el Código Penal a este diseño estratégico. Los medios de comunicación rebosaron sus espacios con mensajes acomodados a la estrategia diseñada. La escuela educaba según los principios emanados del plan establecido. La sociedad toda asumió que los hombres éramos unos canallas, y las mujeres unas victimas  de nuestra ancestral barbarie.

Nadie persuadió a los hombres de que sus madres eran mujeres, y a las mujeres de que sus padres eran hombres. Nadie puso énfasis en que los hermanos de las mujeres eran hombres y las hermanas de los hombres eran mujeres. Nadie creyó oportuno mencionar a las mujeres que sus hijos eran hombres, ni a los hombres decirles que sus hijas eran mujeres.

El objetivo era que los hombres y las mujeres se odiaran, se temieran, se esquivaran, se enemistaran.

Nadie pensó -porque a las gentes se les había educado en el no pensar- que cuando los elementos de un sistema están enfermos, es porque el sistema todo está enfermo. Pero la enfermedad se siguió cultivando. La enfermedad era el medio. La dolencia la herramienta. La patología era el fin. Solo, siguiendo ese camino, se podría lograr el objetivo perseguido.

En ese contexto se aprobó la Ley Orgánica 10/2022 de 6 de septiembre del “solo si, es sí”.

La ley del “solo si, es si”  gira sobre la idea básica del consentimiento sexual. Si no hay consentimiento sexual,  no hay práctica sexual.

Durante millones de años los hombres hemos venido cortejando a las mujeres con ese objetivo. Con la mirada puesta en que las mujeres nos dieran su consentimiento. De este modo ha funcionado tanto la especie humana, como muchísimas otras especies. O sea que al parecer, en este aspecto, la ley no nos ofrece nada nuevo.

Pero si hay un cambio en la pauta a seguir. Nos aclara el legislador que “…solo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona”.

Pero si la pauta impresa por la Naturaleza  en las hembras de una infinidad de las especies existentes se encuentra en el “no,  pero si”. ¿A que llama el legislador “expresar de manera clara la voluntad de una persona”?¿Que quiere decir el legislador cuando nos aclara que habrá consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos?.¡Hombre claro!. Cuando ella pasa a los actos ¡¿Qué le voy yo a contar, señor legislador?!. Pero para llegar a ese momento; ¡anda que no hay que echarle labia!  Pero eso señor legislador nos pasa a los humanos sanos y a las águilas reales sanas. ¡A todo quisque, señor legislador!. ¡Que yo lo he visto!

Hace ya muchísimos años.  Yo era  joven. Estaba en una cumbre, después de un ascenso. Allá sobre el valle, una pareja de águilas volando. Despacio. El macho, como siempre, detrás de la hembra. Majestuosos ambos. De vez en vez, en solemne vuelo, se aproximaba él a la hembra. Tras un breve jugueteo en aquel aire limpio y bajo aquel cielo azul, otra vez aquella danza circular, grandiosa, imponente. Así mucho tiempo. Así una eternidad entera.

A las pocas semanas dos hermosos poyuelos de águila real estaban en el nido del saliente que había mediada la pared sur del risco.

Pero esas cosas, señor legislador, solo se ven después de haber hecho una cumbre. A mí, no sé por qué me parece, que la redacción de esas líneas sobre el consentimiento, está inspirada en una sesión pornográfica  en el seno de una mancebía. ¿Qué le voy yo a decir, señor legislador?. Al fin y al cabo no sería extraño, pues ya nos viene informando la prensa de lo inclinados que  son al puterío,  muchos miembros de su equipo, señor legislador.

La  Ley Orgánica 10/2022 conocida como la ley del solo el si es sí, hace referencia al consentimiento antes de cualquier interacción sexual. “Conductas sexuales sin consentimiento se considerarán agresiones y se castigarán”.

A la pregunta que no nos responde el legislador es: ¿Cuándo se inicia una interacción sexual?

Recuerdo, ya hace muchos años, cuando les decía a mis alumnos que en el ser humano la sexualidad abarca un abanico innumerable de conductas y de vivencias: el cruzamiento encontrado de dos miradas, un darse la mano por primera vez, el contemplar  una puesta de sol con el brazo tendido sobre los hombros de una mujer…el mandar un verso a la compañera de clase que nos trae por la calle de la amargura…el tartamudeo cuando ella nos mira…Las caricias a hurtadillas. A escondidas los besos.

Les insistía en que no se debe confundir sexualidad con genitalidad. Que la genitalidad es un episodio, un capítulo, una etapa de la sexualidad, pero que ésta, es mucho mas amplia y enriquecedora que la mera genitalidad. Les comentaba que el noventa por ciento de la literatura y del arte todo rezuma sexualidad (don Quijote y Dulcinea, Romeo y Julieta, Cyrano y Roxana, Calisto y Melibea, los turolenses Isabel de Segura y Diego de Marcilla…), y que, por el contrario,  la aportación de la genitalidad a la literatura, apenas, ha sido inspiradora de  relatos pornográficos.

Pero el legislador no nos específica a qué llama conducta sexual. Parece que desterrando por ley el sutíl “no, pero si” y sustituyéndolo por el radical, inmediato y tajante “solo el sí, es si” quisiera reducir, de modo tan torpe, como torticero, la sexualidad humana, no ya a la genitalidad, sino más bien a la mera cópula. Cosa que ni tan siquiera en los insectos se da.

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¿Es que quizás, el legislador quiere extirpar el cortejo en la humana especie?  ¿O es  que la insistencia por parte del varón, tras el sugerente “no, pero si” de la pretendida, ha de ser interpretada como agresión sexual a castigar?.

Si, tal como afirma el legislador, “ninguna mujer va a tener que demostrar que hubo violencia o intimidación en una agresión para que sea considerada como agresión”. ¿Dónde queda el Derecho, si en sus entrañas van a tener cabida todo tipo de infamias, injurias y calumnias, sin que quepa la posibilidad de mostrar la mentira en la cual se apoyan?.

El legislador parece desconocer que si a un muchacho se le impide decir a una muchacha que es muy guapa; a él se le niega el gozo de decirlo, pero a ella se le roba el placer de escucharlo.

¿Cómo podrá dar inicio el cortejo amoroso de dos jóvenes humanos? ¿Quizás con una instancia, similar a las que se ven obligados a cumplimentar en el proceso de matriculación en un centro docente? ¿Quién puede garantizar a dichos muchachos que el documento en cuestión no será interpretado como una agresión sexual, tal como podría desprenderse del articulado de la Ley Orgánica 10/2022.

Chicos  temerosos y muchachas invisibles.

 Es posible que sea ese el resultado perseguido. Forjar muchachas frustradas y muchachos amedrantados. En definitiva una sociedad enferma.

Nos atrevemos a sugerir al legislador, que si lo que desea es acabar con los prolegómenos al coito en la ciudadanía, prolegómenos exigidos por la Naturaleza en todo ser humano sano; que si de lo que se trata es de raquítizar la sexualidad humana hasta límites que es posible que, ni en los peces podamos encontrar, quizás debiera crear un organismo en el cual pudieran presentar los ciudadanos, sus solicitudes para que, cuando el Estado así lo considere, les sea asignada una pareja con la cual llevar a término la monta, sin más zarandajas, ni pérdidas de tiempo. Así funcionan las yeguadas. Y funcionan muy bien. De este modo, al haber desaparecido el galanteo, el cortejo y el camelar a la parienta, como dijera el señor Diógenes en el sainete, estas conductas -por inexistentes- no podrían ser calificadas como delictivas.

La nueva ley reitera con machaconería el término “violencia machista”. Término que a coro divulgan los medios de comunicación. Término que se ha hecho común en el lenguaje coloquial de nuestra sociedad. ¿No es esto, obligar a las niñas a mirar a su padre como un posible maltratador?  ¿No es esto, sugerir a las adolescentes que perciban a sus hermanos como potenciales violadores? ¿No es esto inducir a las madres a contemplar a sus hijos como probables maltratadores de mujeres?. Jamás menciona la ley al hombre como sujeto al cual proteger. Nunca nombra al ciudadano varón como victima de posibles maltratos. ¡Y mira que hay maridos maltratados! ¡Un verdadero montón!

Emile Durkheim, sociólogo y filósofo francés, estudió las lacras sociales, como hechos sociales, como patologías de la sociedad.. Hechos sociales que influyen en los sujetos que forman la sociedad.  Patologías sociales que impregnan el psiquismo de los ciudadanos en general. Sujetos, a su vez, que son influenciados hacia la asunción personal de las correspondientes lacras sociales. En definitiva, Durkheim nos informa de que las patologías sociales se “pegan”. Que las lacras sociales tienen unos efectos contagiosos.

A estas conclusiones llega Durkheim en su obra titulada “El suicidio”, publicada en 1897. Nos muestra Durkheim en esta obra que el suicidio se contagia. Y esto ocurre con todas las lacras sociales.

Este es el motivo por el cual existe un acuerdo tácito entre los medios de comunicación para, sin ocultar la noticia, no dar excesivo realce al motivo de una muerte, cuando la causa de la misma se encuentra en el suicidio.

¿Qué pasa con el trato periodístico en el caso de la violencia machista o “maltrato segmentado”?.

Vivimos unos días en los que, desgraciadamente, la violencia invade todos los rincones de nuestra sociedad, y la familia no se encuentra liberada de este fenómeno. Se violenta a los ancianos. Se maltrata a los niños. Las parejas se pegan, se denigran mutuamente, se ofenden y se hieren, incluso, en ocasiones, llegan a matarse.

Todo se silencia, todo se oculta, todo se tapa. Todo menos la violencia llevada a término hacia las mujeres por algunos hombres viles, miserables y cobardes. Esto es lo que aquí llamamos “maltrato segmentado”.

 ¿Por qué se actúa así institucionalmente?

Si hacemos caso a las conclusiones a las que llegó Durkheim en su obra parece como si lo que se persiguiera es la propagación de la lacra social en cuestión. La universalización de la patología social. La generalización del hecho social patológico.

En el caso del suicidio seguimos con fiel obediencia las sugerencias que el autor nos dá, y que la mayor parte de los sociólogos y psicólogos comparten. Aunque, por muchos medios que se utilicen, desafortunadamente, no deje de crecer el suicidio en esta desdichada sociedad. Ya hasta los niños se suicidan. Quizás, los pobres niños suicidas, con su muerte nos quieran hacer ver la inhóspita negritud de la sociedad que hemos parido.

Pero por qué no lo intentamos, tal como lo hacemos con el suicidio  ¿Por qué no lo hacemos en el caso del “maltrato segmentado”?

¿Que se pretende realmente?.

Las consecuciones más visibles de la ley del “solo el si, es sí” consisten en que, apenas cinco meses después de haber entrado en vigor, mas de mil maltratadores, abusadores y violadores han sido liberados de las cárceles.

Solo la desasosegada alarma social creada por tal hecho, forzó a los políticos a llevar a cabo una meliflua reforma del texto legal.

Pero esta reforma no impide que si un muchacho dice ¡guapa! a una chica, y es denunciado, pudiera ser encarcelado, ya que dicha expresión podría ser interpretada, como agresión sexual vejatoria.

¿¡Qué está pasando!?

¿¡A dónde nos quieren llevar!?

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José Ignacio Herrera Badía

Interesante, pero creo que has escrito «poyuelos» en vez de «polluelos»!
Saludos!

Juan José García Jiménez

Te ruego sepas disculpar mi despiste. Gracias por la corrección.

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