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Entrevista con José Luis Hernández Garvi, escritor y divulgador histórico. Autor de más de una docena de libros, como “Héroes, villanos y genios. Extranjeros insignes al servicio de los Austrias”, “Eso no estaba en mi libro de la Primera Guerra Mundial” o “Glorias y miserias imperiales”. Hablamos de su último libro “Asedios en la guerra de Flandes. Capitanes, técnicas, gestas y desmanes en las provincias rebeldes”.
¿Por qué un libro sobre los asedios?
Porque hasta ahora en la mayoria de los libros sobre la guerra de Flandes, la guerra de los 80 años, se habla mucho de las grandes batallas de los Tercios y muy poco de los asedios, y la guerra de Flandes fue una guerra de asedios. Los holandeses sabían que tenían muy poco que hacer contra los Tercios y precisamente por eso hubo pocas grandes batallas.
También he querido utilizar esos asedios como hilo conductor de lo que ocurrió en todos esos años, de la situación social, económica y política de ese período. Esto es muy necesario para entender el origen y los motivos de la guerra.
Algo que cita varias veces en el libro es la propaganda. Por ejemplo, los mendigos del mar, idealizados como héroes cuando no eran más que unos piratas. En la guerra propagandística nos ganaron por mucho.
Sí, esa guerra la ganaron desde el primer momento. El discurso antiespañol fue comprado por todos los enemigos de España, que eran muchos porque la Monarquía Hispánica era una superpotencia, y las consecuencias las estamos pagando incluso hoy en día. Desgraciadamente los españoles compramos el relato de otros y no hacemos nada para saber cómo fue la historia.
En el caso de los mendigos del mar, eran un grupo de piratas expulsados por la reina de Inglaterra de sus bases en las costas del sur de Inglaterra y que por su beneficio propio atacaron las posesiones españolas. Por ese motivo se les elevó a la categoría de héroes, pero no eran más que unos ladrones y asesinos, como prueban crímenes como el de los mártires de Gorcum. A la hora de cometer atrocidades los holandeses tampoco se quedaron cortos.
Lo mismo ocurre con los saqueos, que han servido de alimento a la Leyenda Negra.
Sí, o el Duque de Alba comiendo niños, de hecho, en muchos lugares aún se asusta a los niños con el Duque. El saqueo después del asedio era la práctica habitual, en Flandes y en todas partes.
El problema es que tendemos a ver las cosas desde el punto de vista de nuestros días, todo muy aséptico y con reglas de comportamiento, pero la realidad de la guerra es muy distinta.
En el campo de batalla los Tercios fueron invencibles, ¿lo fueron también en los asedios?
Sí. Al principio del libro recojo una cita de un mariscal de Francia que dice que españoles y holandeses son maestros en la poliorcética, el arte de atacar y defender fortalezas. Y tenemos una prueba en la cantidad de publicaciones que aparecen en aquellos años, de hecho, algunos tienen tanto éxito que se convierten en bestsellers, en superventas. Los maestros españoles y holandeses, con la ayuda de ingenieros italianos, convirtieron la guerra de Flandes en la Edad de Oro de los asedios.
Algo que destaca en los diferentes asedios es su enorme coste económico. Hay victorias que a la larga acaban siendo derrotas por lo que habían costado.
Hay que tener en cuenta que en aquella época España mantenía un ejército expedicionario a miles de kilómetros de sus bases principales. Armas, suministros y provisiones que costaban mucho dinero a la Monarquía, un dinero que no siempre estaba disponible. La guerra de Flandes fue una sangría constante, tanto de hombres como de material, para la Monarquía Hispánica. A España le habría ido mucho mejor si los reyes hubiesen sido conscientes del enorme coste que iba a suponer y hubieran evitado la guerra.
¿Cree que se podría haber ganado la guerra de Flandes? Hay momentos clave, como durante las campañas de Alejandro Farnesio, o después de Breda, pero parece que nunca se aprovechan las victorias.
En mi opinión fue una guerra perdida desde el principio y hay muchos testimonios de políticos y militares, o de las gobernadoras Ana de Austria y Margarita de Parma. Esta última le dice claramente a Felipe II que la situación en Flandes es complicada y que recurrir a la fuerza será contraproducente, pero el rey se muestra intransigente y no la escucha.
También tenemos el caso de Requesens, que da la guerra por perdida y es partidario de la negociación e incluso de abandonar el territorio. O Farnesio, que además de poner su dinero para financiar la campaña militar, cree necesaria una gran victoria para negociar una salida airosa para España de la guerra. El gran error de la Monarquía es no atender las razones de los que se encontraban sobre el terreno.
Dedica un capítulo a Breda, ¿el asedio perfecto?
Sí, aunque a mí me gusta más el de Amberes por el puente de Farnesio, el Carantamaula, las explosiones, etc. Pero Breda es el más famoso.
Ambrosio Spínola, el vencedor de Breda, parece cumplir lo que se decía del Cid, “que buen vasallo, si tuviera buen señor”.
Completamente de acuerdo. Pero no es el único. Todos estos gobernadores o militares eran hombres brillantísimos en todos los sentidos, sin olvidar a Ana de Austria o Margarita de Parma que y fueron grandes mujeres y estadistas, y uno tras otro son destruidos por la guerra de Flandes. Spínola consigue en Breda la última gran victoria española en Flandes y es despreciado en la corte. La victoria no es aprovechada y encima se culpa a Spínola de los errores cometidos desde Madrid. Lo mismo le sucede al Duque de Alba, cumple las órdenes de Felipe II y luego le culpan de las consecuencias. Los grandes servidores de España siempre terminan denostados y olvidados.
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