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El Derecho como superestructura es un antiguo concepto marxista que hace referencia al conjunto de elementos jurídicos, políticos e ideológicos que son provocados por la infraestructura o base. Es decir, la configuración de la sociedad es la que determina y/o condiciona el Derecho por el que se rige esa sociedad, de tal modo que los cambios en la superestructura (el Derecho) son consecuencia de los cambios en la infraestructura (el tipo de sociedad a la que se aplica). Dicho muy resumidamente, el tipo de Ordenamiento jurídico de cada país (su Derecho) es consecuencia o depende de las tensiones sociales existentes en el mismo Unas tensiones que, comenzaron con la lucha de clases y posteriormente, hasta mediados del pasado siglo quedaban reflejadas en la contraposición entre la derecha y la izquierda. 

Una concepción claramente obsoleta, también, porque el enfrentamiento entre derechas e izquierdas se encuentra ya afortunadamente superada en las sociedades modernas (por mucho que algunos pretendan hacer revivir esta dialéctica) y porque el “hábito no hace al monje”, ya que no es cuestión de autoproclamación sino de comportamiento. De ahí que resulte un mero “flatus vocis” la autoproclamación de nuestro actual Gobierno como “progresista”, como si con esa denominación les asistiese la razón en cualquier caso y ante cualquier medida que tome.

Porque estamos asistiendo a una dialéctica que opone el denominado “progresismo” al “conservadurismoo lo que es peor, se coloca la etiqueta de “facha” a todo aquél que muestre su desacuerdo con el Gobierno, lo cual no es más que un mero juego de palabras, pero encierra una finalidad tan perversa como falsa. Y es que tras ese juego de palabras se esconde una realidad muy peligrosa, puesto que denota una orientación totalitaria según la cual todo disidente con quien ostenta el poder debe ser rechazado “a limine” acusándole, justamente, de lo que realmente son y hacen sus acusadores. Se hace preterición de los argumentos y se olvida una regla esencial a todo Estado de Derecho que consiste en la libertad para expresar opiniones diferentes (especialmente si provienen de partidos que representan la oposición a quienes gobiernan, que para eso están).

Supongo que no es necesario insistir en la que nos “está cayendo encima” con esta especie de “tormenta perfecta” que tiene lugar por la conjunción de varias crisis a la vez (sanitaria, económica, social y política). Realmente va a ser cierto que al perro flaco todo son pulgas porque no salimos de una y ya nos vemos metidos, de hoz y coz en otra. Seguimos en estado de alarma, y estamos ciertamente alarmados por la que está liando este Gobierno, tanto por sus torpezas, como por sus mentiras y su falta de trasparencia. Para colmo, con su manía de ponerse ahora a regular materias sumamente delicadas, como pueda ser la Educación o la Eutanasia. Se trata de asuntos demasiado serios como para ser objeto de una regulación precipitada y sesgada, puesto que saldrán adelante debido al apoyo de Grupos parlamentarios que, para nada, representan el sentir general. 

Añadamos a todo lo anterior, los continuos ataques a la Monarquía (por una parte del propio Gobierno), así como la anunciada reforma del delito de sedición, todo ello con la sola finalidad de satisfacer a sus socios de Gobierno (Podemos) o a los socios parlamentarios (Bildu Y ERC). ¿De verdad que es momento ahora para pedir a gritos una República con la que está cayendo? ¿No hay realmente otras cuestiones mucho más prioritarias que hacer y no se están haciendo?

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Como ya he puesto de manifiesto en otros posts, lo que está sucediendo ahora consiste en la creación de una “cortina de humo” con profusión de disposiciones dispersas respecto a las limitaciones del estado de alarma, con la finalidad, no confesada, pero demasiado obvia, de tener a los ciudadanos entretenidos y preocupados, mientras el Gobierno se ocupa de otros menesteres. Otros menesteres entre los que no parece encontrarse la ayuda a los miles de empresas que están cayendo y los miles de empleos que se están destruyendo, que es, ahora, lo realmente importante. 

Por el contrario, tal como se pone de manifiesto en la Ley de Presupuestos, se incrementa el gasto público, de tal modo que el sector público parece ser lo único que importa, porque esa será la mejor manera de allanar el camino hacia una República totalitaria de corte Chavista. De igual modo, pretende elevarse el SMI en detrimento de quienes han perdido su trabajo y sin tener en cuenta que el IPC de este año ha sido negativo. Las absurdas declaraciones de Eduardo Garzón (hermano del Ministro) apuntan en este disparatado sentido, al igual que el continuo apoyo de R. Zapatero al régimen de Maduro, desmarcándose, completamente, de todos los países de la UE. Y otro tanto cabría decir de la inoportuna propuesta del Vicepresidente Iglesias para la convocación de un referéndum en el Sahara, en un momento en el que las relaciones de España con Marruecos no atraviesan, precisamente, su mejor momento. 

Es la política del Yo-Yó que practica nuestro Presidente, en donde lo primero es él mismo (y el mantenimiento en el poder) y luego, también él mismo, ya que los ciudadanos parecen importarle muy poco, salvo, claro está los que le bailan el agua. Cargos de confianza a mansalva y subvenciones a los afines sin control alguno, lo que supone un dispendio y un abuso de poder en una situación especialmente delicada como es la actual. En realidad, ya ni sabemos bien quien nos gobierna realmente, porque con tanta injerencia de personajes y partidos, en el seno del propio Gobierno como en las Cortes, esto se está convirtiendo en una especie de “Corte del Faraón” que bien podría competir con la famosa opereta.

Porque ¿quién gobierna aquí realmente? Todo parece apuntar hacia el Vicepresidente Iglesias, que no ha hecho más que poner palos en las ruedas al propio Gobierno al que pertenece, sin haber prestado otro servicio a los ciudadanos que un “Subsidio de subsistencia”, mal concebido y pésimamente gestionado. Todo esto sin hablar de las absurdas ocurrencias de su “pareja sentimental” (aupada, por este solo mérito al Ministerio de Igualdad) tales como la supresión del género en los juguetes, o sus ataques al color rosa que, como todo el mundo sabe, son aspectos prioritarios que nos preocupan mucho a todos. 

Y dicho lo anterior, vuelvo a preguntarme si realmente somos conscientes de que caminamos hacia un estado totalitario en donde ya apenas existe una división de poderes y la superestructura del Derecho ni siquiera es producto de la configuración de la propia sociedad, sino de un poder cada vez más omnímodo que pretende devorar todo. Porque la pandemia y los sucesivos estados de alarma acordados por el Gobierno están siendo aprovechados para cambiar el modelo de sociedad en el que vivíamos hasta hace poco, actuando en sentido contrario a la clásica dialéctica marxista a la que me refería al comienzo de este post. Ya no son las condiciones de la sociedad (infraestructura del sistema) quienes operan un cambio en el Ordenamiento Jurídico (la superestructura del sistema) sino que mediante éste pretende alterarse la propia sociedad, lo cual es algo sumamente grave. Incremento del peso del Sector Público en detrimento del privado con la grave consecuencia de mermar las filas de una clase media que es la que realmente impulsa la economía de un país moderno

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Porque este Gobierno no ha querido entender el significado de la Colaboración Público Privada (CPP) que se propugna desde la UE para salir de la crisis económica. En otro post ofrecí ya una muestra del proyecto de RDL que tiene preparado el Gobierno para distribuir las ayudas de la UE y la plasmación en el mismo de la forma de concebir la CPP parece apuntar hacia la utilización de la figura de los Consorcios (y no de las concesiones) como forma de canalizar subvenciones con el mínimo control posible. Una forma clara, a mi juicio, de eliminar del mercado a las empresas españolas sustituyéndolas por una figura no pensada para esta finalidad (como son los Consorcios) y bajo la cual será relativamente sencillo canalizar buena parte de estas ayudas hacia los colectivos afines al Gobierno o sus socios.

Pero, mucho ojo, porque esta paulatina de eliminación de las clases medias y de las empresas sí que es realmente preocupante para todos, porque comporta una alteración de la propia sociedad al debilitar a todos aquéllos que no dependen del sector público (entre los que me encuentro) alterando muy severamente la estructura de nuestra sociedad. El Gobierno y sus acólitos pretenden situarse por encima del bien y del mal, eludiendo de forma sistemática cualquier control que pueda suponer la exigencia de responsabilidad, ocultando sus muchos errores y corruptelas. Para eso, nada mejor que controlar a los Jueces mediante el control del CGPJ que es donde se encuentra ahora la gran batalla, en la que nos jugamos mucho todos los ciudadanos. Iglesias y sus acompañantes de viaje (Bildu y ERC) empujan por entrar ahí y si lo consiguen estaremos ya al borde del Estado totalitario porque, como dijo K. Popper la democracia consiste en poner bajo control el poder político.

Triste panorama que tenemos ante nosotros en unas Navidades dispersas en 19 formas diferentes de celebrarlas (suponiendo que haya algo que celebrar), pero que no por ello van a privarme de mi sonrisa etrusca, que quisiera compartir con todos, incluidos quienes puedan no pensar como yo, porque en eso consiste, en buena parte, la democracia. Y es que el amor a la democracia es el amor a la igualdad y a la libertad, entre otras muchas cosas (Secondat dixit).

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REDACCIÓN