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La siniestra y royuelera ministra de la guerra, Margarita Robles, a mitad de junio, expuso al secretario general de la terrorista Otan, Jens Stoltenberg, su aspiración de compartir con los socios atlánticos las experiencias de los milicos españoles en su «lucha» contra la falsa pandemia, a la que bautizaron como operación Balmis, en recuerdo de Francisco Javier de Balmis y Berenguer, doble farsante, por galeno y militar, perruno seguidor de los delirantes postulados de Edward Jenner, creador de la primera vacuna «contra» la viruela.

Nada debemos al vacunero Balmis

Nada debemos a Balmis, obvio. Un mal recuerdo, tal vez. Su expedición vacunera a fines del XVIII, irrelevante. Ninguna vacuna acabó con pandemia alguna o redujo la incidencia de enfermedades de «origen» vírico o bacteriano. La vacunación generalizada jamás acabó con pandemia alguna o redujo su letalidad. La mayoría de ellas desaparecieron antes de que se desplegaran los antibióticos, los antivíricos y las vacunas. Lo que terminó con pandemias o hizo descender espectacularmente sus consecuencias más amargas fueron las medidas higiénicas puestas en práctica en la mayoría de las ciudades (y pueblos grandes) a mediados del XIX. Lo mismo cabe afirmar de la presunta eficacia protectora de vacunas antivíricas como las de la poliomielitis o la viruela, absurdo y paranoide empeño de Balmis. Si escucharon decir lo contrario, manipulación de datos a mansalva. Como siempre, como hoy con el coronatimo.

Virus: militares y viruela

De hecho resulta curioso el impresionante asunto del virus de la viruela. Según la Organización Mafiosa de la Salud, erradicada desde 1980. Pero, cabriola asombrosa, soviéticos y yanquis conservaron varias muestras del virus en estancias de la armada estadounidense en previsión de que ésta súbitamente «regresara» y los científicos pudiesen así desarrollar la vacuna.

Continuemos ovillando, especulando, dos detalles: militares y vacunas. Y la creación en laboratorios, obviamente castrenses, de una «nueva» cepa del virus de la viruela. Sacándose de la manga, cuando les pete, cual habilidosos y negros prestidigitadores, esta vez sí, una verdadera pandemia procedente de un virus altamente contagioso y atemorizadamente mortífero, al contrario que el actual Sars- Cov-2, indemostrado científicamente al no haberse procedido, todavía hoy, al imprescindible y obligado aislamiento de su ARN.

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Militares en las calles

Hilemos con el inicio del artículo. Informe Urban Operations in the Year 2020 de la criminal Otan. 2020, curioso, otra vez. España, durante el estado de excepción, cuasi sitio, de los pasados meses, absoluta policialización y militarización integral del espacio aéreo.

Diez años antes, febrero de 2010, fecha que coincide casi exactamente con la publicación del informe de la Fundación Rockefeller, Escenarios de futuro, que pautó y esbozó la actual falsidemia, se publicó un real decreto (Real Decreto 194/2010, de 26 de febrero), pistoletazo de salida del indetenible camino en nuestra patria para la paulatina militarización del territorio. Este decreto, puro detritus y payasada militarista, deviene hondamente turbador por la elevación a rango de autoridad civil de la soldadesca, que en cualquier situación «comprometida» podrían salir a la calle a patrullar a mostrar y demostrar su ardor guerrero. Fumigando con productos de altísima toxicidad las residencias de ancianos, por ejemplo. Eso lo hacen de putin bolo. Di que sí, apatrullando la ciudad, como el gran Torrente.

Policía militarizada, militares policializados

Los controladores aéreos, 2011, en litigio con Rubalcaba, primera pista de lo que nos aguardaba. También, en su día, declaración del estado de alarma. Militarización de la vida cotidiana. Urban Operations in the Year 2020 a nadie engaña. Control preventivo y represión de sublevaciones o insurrecciones ocasionales: la madera sustituida por los milicos. El ejército, una suerte de policía territorial. Mientras, la pasma se (para)militariza. Además de controlar el territorio, el ejército tendrá que llevar a cabo actividades de gestión, fiscalización, control y perpetua vigilancia de la población civil: física (refugiados, evacuados) y psicológica (censura y monopolio de las informaciones y relaciones con las diversas autoridades pero también con toda la «buena gente» del populacho babosamente dispuesta echar un cable ¿al cuello de los “malos”?).

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En el ínterin, más guita. Será necesario dotar a las fuerzas armadas de una «adecuada» preparación para conflictos urbanos, con armas psicotrónicas si se tercia, para impedir la histórica «incoercibilidad» de las «fuerzas rebeldes» y » enemigas» en la guerra asimétrica. Román paladino: tus compatriotas tocahuevos, tus nuevos enemigos. Entretanto, intensa propaganda y lavado de imagen incesante. Mientras, será preciso ir acostumbrando a la basca a ver a los militares, bajo cualquier pretexto, patrullando nuestras rúas a todas horas, para que nadie, por más curtido y/o aterrorizado que se halle, se aventure a mover un dedo (ni siquiera el del medio: una buena peineta como Dios manda). Más terror. Más terrorismo de Estado. Lo de siempre.

Militares, nada españoles

Venga, Mofletes, ahora le cascas la genuina verdad a tu pueblo. Y le cuentas que sus fuerzas armadas ni protegen su libertad ni su seguridad. Ni las fronteras interiores ni exteriores. Más bien, viles chachas de intereses poco patrióticos. Nada españoles, más bien. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.