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Cuando en el futuro se recuerde con un escalofrío de pánico al año 2020 como el Año de la Pandemia del virus COVID-19, la imagen que probablemente ilustrará de mejor manera lo que esta catástrofe significó para España será esta fotografía de enorme carácter simbólico.
En ella se resume de manera muy visual cómo una determinada ideología política totalitaria se impuso sobre los criterios científicos, subordinando a su odio programado todo acto de protección a los ciudadanos, cuya salud e incluso su propia vida fueron sacrificados conscientemente provocando innumerables víctimas mortales innecesarias, no sólo entre los enfermos imprudentemente contagiados, sino entre sus propios cuidadores médicos y sanitarios, así como entre las fuerzas del orden que hubieron de mantener la seguridad ciudadana en circunstancias muy excepcionales.
Deliberadamente se ocultó y menospreció la peligrosidad de la pandemia, hasta cumplirse la fecha de celebración de una serie de actos multitudinarios de exaltación feminoide convocados en las principales capitales españolas, financiados por partidos políticos más interesados en promover el enfrentamiento entre ambos sexos que en velar por la propia seguridad de las manifestantes del sexo reivindicante.
La fotografía no puede ser más explícita, y corresponde a una fecha dos meses posterior a la declaración del Estado de Alarma, lo cual demuestra la ausencia de cualquier indicio de arrepentimiento de sus autores por las consecuencias de una concentración humana tan suicida y disparatada.
El enorme cartel, enunciando la promoción de un enfrentamiento entre diferentes realidades, paradójicamente propio de ideologías políticas que presumen de fomentar la igualdad entre los humanos, luce por todo motivo gráfico un enorme ¿lazo? ¿dogal? ¿nudo de ahorcado?, del siniestro color morado de la sangre coagulada, muy cercano al negro de la Muerte, y muestra la fecha fatídica de su forzada celebración, como prueba delatora irrefutable de la mala fe de sus convocantes.
La prevalencia descomunal, avasalladora, del siniestro cartel sobre el edificio emblemático de la Cruz Roja, una de las instituciones sanitarias y humanitarias más universales del planeta, es todo un símbolo macabro que perdurará para siempre, tal como se ha captado en el lugar fotografiado que comento, cuya presencia aún persiste en una de las avenidas principales de Madrid, evidenciando la total falta de empatía y ausencia de arrepentimiento de sus psicópatas promotores.
Estos mercaderes de la muerte, que profanan tumbas, añoran las fosas comunes, financian el egoísmo, la soledad, el aborto, la eugenesia, la eutanasia y el suicido… de los demás, sólo merecen nuestra pena y conmiseración, los pobres desgraciados desconocen que es la amistad, el amor, la maternidad, la paternidad, la familia, la generosidad, la verdad, la renuncia, la honradez, la nobleza, el valor, la sonrisa, el deber, el perdón o el sacrificio. Viven en un mundo pobre, limitado, monocromático, de una sola dimensión, y ni se imaginan que existe otro universo real, evolucionado, multicolor y pluridimensional.
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