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10 de agosto de 1557;  San Quintín, frontera con Flandes. Felipe II y Enrique II, los primogénitos de Carlos I y de Francisco I, heredan de sus padres una rivalidad sin igual por la supremacía del continente europeo. El condestable Montmorency, que tenía deudas pendientes con España ya que fue hecho prisionero en Pavía, ordenó a su vanguardia cruzar el río Somne  para poder  entrar en San Quintín. Al lograrlo de forma sencilla, ordenó al grueso del ejercito salir de la protección del bosque y avanzar por campo abierto hasta la ciudad. Las tropas imperiales al mando de Manuel Filiberto de Saboya,  los esperaban acerca de la entrada de la ciudad y los arcabuceros españoles destrozaron la vanguardia del ejército francés. La caballería imperial atacó por el flanco izquierdo y la infantería española, con sus picas y arcabuces, terminaron por destrozar al  ejercito francés. El condestable Montmorency se bajó del caballo y comenzó a luchar buscando una muerte honrosa, pero el soldado español, Pedro Medino de Sedano, entre la polvareda levantada por el gran tumulto de caballos,  no sin antes pelear con él y pegarle un arcabuzazo en la pierna, lo aprehendió e hizo prisionero. 9.000 soldados franceses perecieron en la batalla y cerca de 8.000 fueron hecho prisioneros, entre ellos alrededor de un millar de nobles, por tan solo 2.000 bajas de  tropas imperiales.  Después de esta batalla, la monarquía hispánica mantendría la hegemonía militar, en Europa, durante siglos.

Felipe II, para conmemorar esta victoria  acontecida el 10 de agosto,  en la festividad de San Lorenzo, mandó construir el Real Monasterio de El escorial, una de las edificaciones más imponentes del planeta.

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