21/11/2024 11:43
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«SIN CASTIDAD NO HAY SANTIDAD POSIBLE. LA PERFECCIÓN CRISTIANA (NUESTRA CRISTIFICACIÓN) ES EL CAMINO QUE HA DE SEGUIR TODO CRISTIANO QUE LLEVE EL NOMBRE DE CRISTO GRABADO EN SU ALMA POR EL SANTO BAUTISMO; Y LA CASTIDAD, LA VIDA DE LA GRACIA, LA VIDA DE PUREZA ANGELICAL… ES LA BASE PARA EMPEZAR ESTE SANTO CAMINO QUE NOS CONDUCE A DIOS». Nuestras ciudades se ven infectadas por una inmundicia moral aberrante y detestable en cartelerías, marquesinas, música sensual en tiendas y lugares de recreo, modas indecentes por las calles, tiendas, grandes almacenes, librerías, publicidad en autobuses, metro, trenes, etc. (todo está invadido por la pestilencia de la impureza). Otros «filisteos» que trabajan afanosos por expandir la impureza son los medios de comunicación que difunden su veneno por las redes sociales, la televisión (series, publicidad, etc), el cine, la literatura, revistas, la radio, el teatro… expanden lo rastrero, lo moralmente soez y grosero. Nuestros hijos se ven salpicados de toda esta pléyade de hijos de satanás que difunden su ponzoña a diestra y a siniestra, incluso en colegios y universidades. En su forma de hablar, de vestir, de comportarse, de entendimiento, van declarando, con esta actitud, su aversión a lo puro, a lo santo. El enemigo del hombre se ha apoderado de la educación y los resultados se dejan ver desgraciadamente. Contra toda esta mugre reinante, nosotros, cristianos, elegimos la CASTIDAD (tanto para solteros como para casados) antídoto angelical que nos preserva del pecado que más almas llevan al infierno (Nuestra Señora de Fátima).

https://www.youtube.com/watch?v=OLRPpamPk3I

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Hakenkreuz

Muy bien, señor Navascués. Éste si es un artículo que valientemente toca el nervio, la raíz de muchísimos problemas que padecemos y que llevan a las almas al infierno. Enhorabuena por este artículo y que Dios le convierta y bendiga. Perseveren en atacar cualquier atentado contra la SANTA CASTIDAD, que ofenden a Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, pobre y célibe, y a la Santísima Virgen María, Excelsa e Inmaculada Madre de Dios y Nuestra.

Olajá publique usted siempre artículos como éste y no esos herejes de la «doctrina social «de la Iglesia»» (que no viene de la Iglesia, no, ni de Dios ni de santo o santa alguno, sino de políticos y mercaderes, que es un engaño en el que muchos obispos, sacerdotes y fieles de buen corazón han caído y que hay que erradicar de la Iglesia, no ser contumaces en seguir erre que erre en el error. Y si no, que sirva la no consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María como ejemplo de las horrorosas consecuencias de la desobediencia a Dios y de la mundanización política de la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, la Católica Apostólica).

La misma Virgen María Santísima reveló a la beata Jacinta de Fátima, una niña de apenas 10 años que murió santamente de modo prematuro (que ningún «premio» terrenal tuvo de sus revelaciones, salvo desprecio, burlas, bofetones, incluso de parientes, coacción de autoridades, etc.), de corazón puro, como Lucía y Francisco, que «los pecados que más almas llevan al infierno son los pecados de la carne». Que no es para tomárselo a broma o a risa, que la vida puede terminar en cualquier momento para cualquiera, que no tenemos asegurado que viviremos mañana, por muy sanos que estemos y por muy jóvenes y fuertes que nos creamos. Que el INFIERNO es real, que los santos y santas NO MIENTEN, que no nos han transmitido política alguna. Que los santos son a Dios lo que los políticos, todos embusteros por profesión, son al demonio, padre de la mentira. Que haberse acostumbrado a la mentira generalizada no exime de tener que pagar por sus consecuencias, como Adán y Eva. Que los SANTOS han llegado a tener experiencia de visión del infierno (véase lo que santa Teresa de Jesús de Ávila, santa Faustina Kowalska, T. de Kempen en Imitación de Cristo, la propia Lucía de Fátima, etc., han afirmado del infierno, aparte de lo que el mismo Señor afirma sobre él y lo que figura en el NT) que nos han transmitido con todo detalle. Que de Dios no se burla nadie, aunque de nosotros los católicos se burle hasta nuestra propia familia. Que no es cosa de locos o de enfermos mentales, que el INFIERNO existe y, por desgracia, sí hay gente condenada eternamente en él, por la soberbia de no arrepentirse sinceramente a tiempo, como el ladrón arrepentido, Dimas.

Hakenkreuz

La SANTA CASTIDAD es imposible sin una gracia que Dios da. Es pues, un don, generalmente otorgado por medio de su Santísima Madre. Esto lo entiende bien toda alma consagrada verdaderamente vocacional, llamada por Dios mismo, para la que Dios ocupa las 24 horas del día todos los días del año, algo incomprensible para las mentes y almas mundanas. Estas almas consagradas viven tan pendientes de dar gloria a Dios con sus vidas, que nada ni nadie puede suplantar a Dios y a la Santísima Virgen María en sus corazones. Por eso, no echan de menos en absoluto estar casados, estando indisolublemente unidos a Dios, viviendo su presencia todos los días, incluso en los dolores y sufrimientos, que nadie está exento de ellos. Es algo que este mundo no puede o quiere comprender, porque el que no ama a nadie, salvo a sí mismo, el narcisista, el ególatra, el mundano, piensan que los hombres y mujeres son como las mascotas, que se tienen para servirse de ellas hasta que se cansen del capricho y las desechen, por desgracia. A tal grado de locura degenera una sociedad materialista que ha excluido a Dios de su vida. Y así, no entienden que el amor es anteponer al amado a uno mismo, hasta el punto de olvidarse uno de sí mismo por el bien de la persona o personas amadas. No entienden los que no aman, que no hay mayor gozo en esta vida que hacer gozar a la persona o personas amadas, ni siquiera el dinero, los placeres, el lujo, la buena reputación (cosa ridícula a más no poder), etc. Para el marido que ama a su esposa, su esposa es insustituible en su corazón, su compañía es como la de Dios mismo, el disfrute anticipado del Cielo, incluso en medio de durísimas pruebas y cruces. Pero esto es algo que los que odian o rechazan a Dios no lo pueden comprender, porque sin Dios no se puede saber NADA, ni hacer NADA, salvo el mal. No podría el marido engañarse a sí mismo, porque en el corazón está la verdad de cada alma. Y si le separasen de su mujer a la fuerza, no podría negar que siente anhelo creciente de volver con ella, que ninguna otra mujer, por muy hermosa que sea, puede sustituir a su amada esposa en su corazón. Por eso el amor conyugal es noble y puro, además de cosa no de dos, sino de cuatro: esposo, esposa, Dios y María Santísima, pues un matrimonio de dos, con exclusión de los otros dos, mal futuro tiene, si acaso alguno. Y por eso dura hasta que Dios llama a los cónyuges a su presencia, algo que los endemoniados mundanos no pueden comprender, pues todo lo ven como un coche o un microondas. Es así de natural, y así de, desgraciadamente, incomprendido en un mundo de personas incapaces de amar por haber expulsado totalmente a Dios de sus vidas (hay muchos estúpidos que afirman que aman, pero no a Dios. Eso es TOTALMENTE IMPOSIBLE, pues Dios es Amor. Y todo el mundo sabe que el amor existe, aunque no se pueda demostrar «científicamente» es decir, estúpidamente) y por incidir una y otra vez en la soberbia que los aleja aún más de Dios camino del infierno eterno, pues quien no ama, no puede tener otro destino que las llamas de la gehenna de fuego. El Señor fue muy claro.

Ningún hombre o mujer está libre del pecado, de todo pecado, sea cual sea. Hubo santos que para evitar pecar contra la CASTIDAD se arrojaron al fuego, se revolcaron entre espinos, se revolcaron en la nieve y se hicieron incontables violencias, afirmando que era mejor morir que pecar. Con eso queda dicho todo. Nadie está exento de caer, NADIE. Y la CASTIDAD no es cuestión de reciedumbre o voluntad o virtud, no es mérito personal en absoluto (¡y ay del que se jacte de ser casto!), sino de GRACIA DE DIOS. SIN DIOS NO PODEMOS HACER NADA. Solo Dios puede otorgar al hombre y la mujer, la gracia necesaria para mantenerse casto, como Dios quiere y espera de los que le aman. Por tanto, piérdase toda esperanza vana de que los políticos logren que la sociedad sea CASTA, porque harán y hacen justísimamente todo lo contrario. Eso sí, tratarán de jactarse en público como judíos hipócritas fariseos, que son enemigos del maltrato infantil (son los mayores corruptores de menores), de la prostitución (cuando la han fomentado hasta la saciedad tildando a Franco de «represor»), de los escándalos y de todo tipo de males que tanto fomentan día tras día mientras Dios no nos libre de ellos y de sus votantes contumaces.

La CASTIDAD NO es lo que mucha gente trata de hacer creer a los demás con engaño demoníaco, algo así como «rechazo del sexo» o «puritanismo» o «integrismo» o «mojigatería» o «infantilismo» o «puerilidad» o…. Todos esos términos son los que usa el demonio, satanás, y sus vástagos, es decir, los que trabajan para satanás (y, por desgracia, cada vez son más incluso entre los profesionales que gozan de la confianza de sus clientes), para lograr la destrucción de los individuos, de su felicidad presente en el amor conyugal y de su felicidad eterna, generando COMPLEJOS (pues la vida en sociedad es imprescindible para todo hombre y mujer), especialmente en los más vulnerables e inmaduros, los jóvenes (y, ahora, por desgracia, los niños, a los que se trata de corromper desde el colegio. Algo que merecería la más implacable persecución de quien lo haga. Que los padres sensatos y fieles estén muy atentos a lo que enseñan a sus hijos, que exijan una educación como Dios manda, no como mandan los que odian a Dios. Y que llenen los tribunales con denuncias con nombres y apellidos de políticos y afiliados de partidos que promuevan la perversión sexual y que dañen a los niños con la transexualidad y otros crímenes contra las almas inocentes). Así, por ejemplo, se le dice a muchos jóvenes que «si no han perdido la virginidad a los X años, es que son maricas, raros, degenerados, etc.». Cuidado con este tipo de gente pervertida y degenerada, que no se conforman con arder de odio y de desesperación, sino que centran su placer en ver sufrir lo mismo a otros, sin arrepentirse y sin cambiar de vida. Lo mejor es ser implacables con ellos y alejarse de ellos como de la peste por muy poderosos que sean. Más vale perder la vida puro que arder eternamente en el infierno por un miserable plato de lentejas en forma de orgasmo (como decía el santo cura de Ars, por un puñado de tierra, por un minuto de placer, perder la Vida Eterna). Lo que intenta esa gente pervertida y corrompida es destruir la GRANDÍSIMA DIGNIDAD que Dios mismo, con su Encarnación y su Santa Pasión, Muerte y Gloriosa Resurrección, regaló de modo inconcebible en cuanto a su Bondad Infinita y Misericordia y de modo inmerecido a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, la DIGNIDAD INCOMPARABLE de tratarnos como AMIGOS, como HIJOS DE DIOS. ¿Cómo puede llegar la soberbia a tal grado de despreciar semejante REGALO de Dios, que hasta su Santísima Vida y Preciosísima Sangre derramó por todos nosotros? Esa GRANDÍSIMA DIGNIDAD, solo la puede despreciar y destruir el propio pecador de modo consciente, libre y consentido. NO hay mayor antentado contra un alma que despreciar a Dios, que vino a morir en la Cruz por todos, incluso por los más abyectos pecadores, en lugar de tener la SANTÍSIMA HUMILDAD de reconocerse pecador y corregir la vida que uno lleva, que es lo sensato, acudiendo siempre a la ayuda del Señor en sus sacramentos y en la oración. Que se desprecie a Dios mismo es algo propio de demonios, no de hombres, de criaturas de Dios. Por eso, los que sirven al mal y a satanás, intentan, por medio de engaños, complejos o generando mediante complejos, murmuración, rechazo a los que se mantienen puros por amor a Dios, intentando dañar su reputación «social», como si el puro y casto fuera una especie de leproso ingenuo o panoli puritano o algo así, además de todos los insultos que quepa imaginar a los que tratan de descubrir sus turbios engaños conducentes a destruir la integridad y la decencia que solo Dios otorga a los hombres y mujeres. Por eso, la fe fortalece ante estas asechanzas, da valentía para luchar y para no callar (por desgracia, hoy muchos de los que tendrían que hablar, callan, hoy muchos pastores son como lobos con piel de cordero, como asalariados del mal). Este es tiempo de lucha, para los laureles del Cielo todavía hay que luchar mucho y encarnizadamente. Hay que hacer, incluso, el RIDÍCULO por el Señor. Aunque se burlen y nos apaleen. No debe haber mayor firmeza que la lucha por Cristo y su Reino. Mejor morir a consentir el pecado.

La CASTIDAD es fidelidad conyugal matrimonial (con esposo y esposa dándose uno al otro abiertos a la vida y aceptando los hijos que Dios nos otorgue, que son el mayor regalo de Dios a los matrimonios. Repito REGALO de Dios, gozo inmenso e incomparable. Dios bendiga a todos los niños y niñas y mantenga siempre puro su corazón), y celibato en el caso de los no casados (consagrados y consagradas, es decir, sacerdotes, monjas, frailes y seglares consagrados, y solteros). Por tanto, la CASTIDAD, no rechaza la unión íntima natural, entre esposo y esposa, dándose uno al otro y sin exclusión de Dios de dicha relación íntima, es decir, abiertos a la vida, a los hijos, pues ya el Espíritu Santo nos enseñó por medio de San Pablo: «Esposa te di, que no esclava». Solo Dios dignifica a hombres y mujeres sin excepción. Solo Dios.
Por tanto, la CASTIDAD NO excluye el sexo, sino que lo naturaliza y lo santifica.
Todo atentado contra la CASTIDAD no es más que una reducción del ser humano, del hombre y la mujer, a la categoría de objeto de uso y desperdicio. Los atentados contra la CASTIDAD expulsan a hombres y mujeres de la altísima dignidad de hijos de Dios redimidos y salvados por Jesucristo Nuestro Señor, a la categoría de cerdos retozando en una fosa séptica. No es Dios, ni los católicos, ni nadie el que quita la dignidad al que atenta contra la CASTIDAD, sino el propio pecador. Es él o ella y no nadie más quien rechaza su propia DIGNIDAD. Tal cual. No es, por tanto, la «sociedad» y los «fachas» o los «retrógrados» o los «intolerantes», cuyo juicio vale NADA DE NADA, los que quitan la DIGNIDAD al adúltero o al homosexual. NO. Que nadie se engañe. Es el adulterio y la homosexualidad, como cualquier otro tipo de perversión o atentado contra la castidad, el que quita la DIGNIDAD al que lo comete de modo libre y consentido. Y frente al que lo ha cometido queda todavía la esperanza de arrepentirse humildemente ante Dios, ante la ofensa que contra DIOS se comete, contra su Sacratísimo Corazón, pidiéndole perdón sinceramente en confesión y tomando la firme determinación de no volver a pecar, o bien ser soberbio y atender a satanás y sus vástagos que intentan engañar al pecador tratando de convencerle que su pecado es un «derecho» y que no tiene porqué arrepentirse de nada, de «ser como es» (falacia embustera como el mismo demonio). Así pues, todo hombre y mujer tiene una elección vital respecto a la CASTIDAD: o le importa el criterio satánico del MUNDO y se atiene a él, o le importa el daño causado por su pecado y trata de reconciliarse con DIOS arrepentido sinceramente. O con Cristo o contra Él. No hay término medio ni pactos de conveniencia como los de los políticos. O todo o nada.

Los atentados contra la CASTIDAD (adulterios, fornicaciones, perversiones, prostitución, homosexualidad, lesbianismo, bestialismo, promiscuidad, etc.) son responsables de incontables males a lo largo de toda la historia, de destrucción de vidas y, lo que es peor, de almas, incluidas las de los más inocentes, los niños. Los atentados contra la CASTIDAD son ULTRA EGOÍSTAS, son un acto de egolatría injustificable. Si realmente supiésemos el mal que cometemos cuando pecamos contra la CASTIDAD, moriríamos de dolor y arrepentimiento. Por culpa de los atentados contra la CASTIDAD el mundo camina hacia su autodestrucción. Si un hombre no es CASTO, si no es fiel en lo que más importa en la vida, ¿qué fidelidad y qué bien cabe esperar de él?

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