09/05/2024 05:57
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Sé por experiencia que las cosas que te impactan  cuando tienes con ellas el primer contacto suelen ser indelebles. Me imagino que eso les ocurre a todos.  Aunque  el objeto  que motiva esa reacción,  de por sí,  no tenga la menor trascendencia. Me imagino que la fuerza de la fijación es provocada  por la sorpresa del hallazgo. Lógicamente,  este fenómeno es inversamente proporcional a la edad por lo cual esos “impactos” suelen  ocurrir en la adolescencia o en la juventud.  Comento  esto porque  este escrito es fruto de uno de esos recuerdos imborrables de  estudiante.

Estaba yo preparando un trabajo y consultando el libro bíblico  de Daniel y me topé con  el versículo en el que Dios le habla al profeta y le  dice:

“Daniel, ‘¡varón de deseos!’, estate atento a las palabras que te hablaré”…

He de confesar que, como he dicho, “me impactó” lo que leía al pensar que no era un hombre, ni un sabio, ni  un organizador el que hablaba sino el propio Dios, -que conoce y valora la esencia de las cosas, por ser la Sabiduría infinita-quien elogiaba al profeta;  y lo hacía  no por sus grandes actos y obras realizados sino por  “desear hacerlas”,  es decir,  por ser un “varón de deseos”. Entendí en ese momento  que el Creador y Juez supremo valora y reconoce el mérito del deseo,

Desde entonces nunca más olvidé  la gran importancia de proyectar cosas y desear hacerlas. No sólo era una noticia alegre, era una  invitación a la creación de proyectos, un verdadero motor para sacarle  fruto a la vida. Desde ese momento supe que nunca me aburriría en la vida y vi  toda una serie de  posibles proyectos en lontananza, Ahora cuando ya fallan las fuerzas y tienes que resignarte a la pasividad,  repaso con nostalgia lo que soñé y no pude realizar.

De todos esos proyectos ilusionantes hay uno que siempre consideré  de máxima importancia y que me resultó imposible  convertir en realidad. Lo concebí  nada más graduarme como consecuencia  de las ideas  que se cruzaron mientras hacía “la tesis” de doctorado, Elegí como tema para la misma demostrar que el presidente del Ecuador -mártir de la masonería-fue el gran luchador contra militarismo  reinante  en  las naciones recién independizadas de España y las investigaciones realizadas a tal fin  me convencieron de la necesidad de iluminar el concepto de HISPANIDAD y para  lograrlo era necesario crear una “Universidad de la Hispanidad”.

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No se trataba de “construir edificios” que la albergaran sino, simplemente,  de organizar un grupo de expertos   en Historia  y Política  hispanoamericanas. Cada colaborador elegiría el tema que mejor dominase y entre todos fijaríamos los temas a tratar para trasmitir  una formación completa sobre lo que ha sido y es la Hispanidad y no solo para los americanos  también para el mundo entero. Sería una Universidad “a distancia”, método que entonces era prácticamente desconocido pero que estaba aplicando un Hermano Marista  para formar maestros en religión en  la “Normal Catequista” que había  fundado en la Habana.

Me pareció que sería fácil lograrlo aunque pediría  un tiempo  convertirlo en realidad. Puse manos a la obra nada más llegar a España. Hablé con  gente que consideraba  capaz de captar la idea, el alcance  del proyecto y dispuesta a colaborar.  También  dediqué alguna charla al proyecto. Por otra parte ofrecí al director del El Alcázar que la promocionara él, puesto que algunos de sus colaboradores deberían  ser profesores en la misma. Pero coseché  una gran desilusión: no supe “trasmitir” el proyecto mientras dedicaba mi tiempo a lo profesional y a otras actividades políticas y religiosas,  de modo que ese proyecto quedó arrinconado. Me equivoqué al creerlo fácilmente asimilable, sin necesidad de dedicarle mucho tiempo.

A pesar del fracaso sigo convencido de la necesidad de esa Universidad. Es una obligación dar a conocer por especialistas  lo que es y ha significado la Hispanidad para el mundo.

Ser un “varón de deseos” es una primera buena condición para un futuro “mundo mejor”. A mi entender es una de las lecciones que podemos sacar del elogio que mereció del Creador el profeta Daniel.

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Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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