17/05/2024 08:38
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El título es suficientemente claro como para entender la tesis que pretendo exponer.

Me refiero a la  reconocida como una Historia de España que se ajusta a la realidad de los hechos y acontecimientos de los que nuestra Patria fue agente activo o pasivo y que fue escrita por personas amantes de la verdad y  profesionales serios. Que si son españoles, suelen ser patriotas amantes de este maravilloso país con una Historia que honra al género humano y si son extranjeros han  sido sus admiradores. .

Me estoy refiriendo a esos relatos que narran las gestas de nuestros antepasados y  se ajustan a la realidad de los hechos  pero, que no obstante  me permito catalogar como    «buena Historia pero falsa«,  porque no informa a sus lectores de algo muy importante que yo sintetizo de esta forma: Es deficiente por «no poner al lector sobre la pista que le permitiría entenderla». Al no  facilitar «toda la Verdad» en gañan involuntariamente al estudioso de la misma.

Como «Historia buena» es «fiel a los hechos», los cuenta con verdad pero no explica las «causas que los provocaron«. El lector sale informado sobre lo acaecido pero sin entender por qué ocurrieron de ese modo,  cuando probablemente –y en pura lógica—deberían –o al menos podrían–  haber sucedido de otra manera.

Me dirán que la misión del Historiador consiste en «ser un buen notario no un analista» o un filósofo y,  aparentemente,  tienen razón. Digo aparentemente porque, si bien no mienten en su relato, «éste es incompleto» pues olvidan «algo»  que, para ser  catalogado como «historiador excelente»  no pueden pasar por alto. Me estoy refiriendo a la trascendental importancia de los «engranajes que mueven a la sociedad«. Si olvidamos tocar este punto –sobre todo cuando hablamos de los últimos quinientos años de la Historia Universal y especialísimamente de los siglos XVIII, XIX y XX—la «Buena Historia» es muy deficiente.

Digamos que los relatos históricos referentes a la Edad Antigua y a la Edad Media pueden tomarse como buenos tal como fueron escritos pero  dejan de serlo cuando versan sobre la Edad Moderna o la Contemporánea — como ustedes mismos deducirán una vez leído este artículo.–

Desde que inicié mi análisis de la Historia, primero para formar mi criterio; luego, para formar el de mis alumnos y, finalmente, para opinar oral y por escrito, en público y para el público en general, me di cuenta que nada de cuanto acaecía –y tenía cierta importancia para la sociedad– era fruto de la casualidad  o del azar. Comprendí el símil socorrido del «reloj imposible» si antes no hubo un relojero –que lo proyectó–, La vida social y política de los pueblos no sería como es «sin unas estructuras invisibles» que mueven los hilos bajo cuerda. Tanto más verdad  cuanto más próxima está ja Historia y es indudable muy especialmente, desde hace dos o tres siglos. En la Antigüedad y en la Edad Media, no se veía tan claramente porque no tenía tanta importancia.

Después de las anteriores «generalidades» voy a concretar.

Dejando al lado lo que hoy cualquiera puede comprobar y me será muy fácil mostrar, voy a comentar brevísimamente la Historia de la destrucción de nuestro Imperio. Los buenos historiadores nos han permitido conocer la vida y milagros de los primeros conspiradores, desde  Gual y España, pasando por Francisco de Miranda y luego los de los «libertadores» Bolívar, San Martín, Morelos,  etc. y luego nos han referido las batallas, la victorias y derrotas, junto con las traiciones de los Gobiernos de España. Ciertamente esos buenos historiadores  nos permiten reconstruir aquella triste realidad de una independencia no querida por casi nadie y menos los indios y mestizos que se sentían más españoles que los nacidos en la península y fueron los últimos en rendirse. Todo está muy bien. Incluso hacen  alusión a la gran culpa que tuvieron los masones y las logias…

Pues bien para que se me entienda bien,, si yo califico de «deficiente» esa «Historia buena» –no la Historia hija de la Leyenda Negra y escrita por los enemigos de España—es porque prescinde de un elemento insoslayable en el año de gracia 2023. No podemos escribirla como cuando no era evidente que el mundo está en manos de lo que otros llaman «poderes globalizadores», «poder oculto», etc., para evitar llamarlos por su nombre o sea «bimilenaria organización sionista: «Sinagoga de Satanás».

Hoy, si se escribe Historia debe quedar claro que el único poder que controla a los ciudadanos es ése, y por lo tanto no se les puede engañar a los lectores ocultándoles al actor principal de la misma. Todos los otros intervinientes son «secundarios»  pues están a su servicio aunque, aparentemente, los veamos como si fueran  los motores de la realidad vivida.  Vemos, por ejemplo,  a Pedro Sánchez arruinando a España con sus políticas dejadas en manos de irresponsables ineptos y descerebrados además de fanáticos sectarios y con  su propia actuación como político sin vergüenza y sin escrúpulos, pero en realidad se limita a seguir el plan que le ha trazado e impuesto la Sinagoga satánica. Ni siquiera su perversidad es capaz de un plan tan letal para los españoles, se precisa de la maldad de Lucifer para odiar tanto a España — o a la Cruz que la preside desde el Valle de los Caídos–,  y a  quienes la han defendido,  como es el caso de Franco.

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Una vez más seré voz que clama en el desierto pero algún día resultará imposible escribir sin tener en cuenta la que llamo —desde que escribí mi tesis doctoral basada en el santo y sabio de Hipona–«Ley de la Historia»  y que enuncié así: «Es la guerra a muerte entre las dos ciudades: la Civitas Dei y la Civitas terrӕ»,

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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