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Los nacionalistas catalanes y vascos y, ahora, los políticos nacionales progresistas, sordos a cualquier razonamiento, continúan con su infatigable labor de intoxicación de la opinión pública, aunque en ello vaya la vida de muchos conciudadanos. Los partidos nacionalistas insisten diariamente, por ignorancia o por mala fe, en su absurda reivindicación que no cesa siquiera en estos tiempos de alarma y debacle nacional de pandemia. Adoctrinan a sus simpatizantes y contaminan la opinión pública con la falacia de que la Región Catalana y Vasca que ellos consideran una nación sin estado tiene un derecho inherente de autodeterminación y que el Estado que no lo permite ni plasma en su Constitución atenta contra un derecho humano fundamental; habiendo sido el culmen que no permitieran al Ejército impedir y contribuir, al menos, en la propagación de la pandemia. Y mucha gente de buena fe se lo ha creído.

La titularidad del derecho de autodeterminación es algo que el nacionalismo, dice Lainz, da por tan indiscutible como la esfericidad de la tierra y considera que se adquiere simplemente por decirlo. La declaración sobre la autodeterminación de Cataluña, aprobada por su Parlamento el mes de octubre de hace tres años a instancias de los nacionalistas y antisistema la proclamaba breve y tajantemente como República.

El paralelismo con los movimientos secesionistas de otra época en Vascongadas como ETA estimaba lo mismo de modo igualmente rotundo:

«El derecho de autodeterminación no es una posición política, sino un derecho democrático que nos corresponde como pueblo». ((Alternativa Democrática para Euskal Herria, de 20 de abril de 1995).

Pero si los nacionalistas están sordos, sordos, siendo benevolente, están los dirigentes que no ven ni oyen estos bramidos de los nacionalismos excluyentes en voz de sus líderes y no toman medidas para evitar lo que todo el mundo ya presiente: el conflicto civil que ya se anunciaba para el futuro desde el exilio de Aguirre; éste, anotó en su diario el 17 de diciembre de 1941:

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«Redacto el plan de acción para Euzkadi y Cataluña. Nuestro pensamiento era y será conocido y sin discusión: afirmación nacional vasca y catalana y derecho de autodeterminación (…) Mi propuesta (…) se concreta en una proclama por la que Pi y Suñer y yo, en nombre de Cataluña y Euzkadi, sentado nuestro derecho de autodeterminación y nuestras ideas democráticas y sociales (…) llamamos a la democracia española de todos los matices para la lucha común bajo la aceptación de aquellos principios». ¿Lo entenderán los españoles? Seguro que sí. ¿Lo entenderán los «listos de la Moncloa?

Lejos de creer en la buena voluntad de estos individuos, que tendrán que pagar su excelsa idiotez, les dedico lo mismo que a Luisito, exteniente de complemento, rescatando de nuevo el artículo de nuestro paisano Campmany con ocasión de su particular visión de la Historia escrita de España y que no me molesto en rectificar para él en lo más mínimo. Es para dedicárselo a estos gilipollas («gil» viene del caló, gitano español, jill, y significa bobo o torpe y «polla» significa pene en español; entonces la palabra gilipolla, tiene relación con «tonto» y «pene» o, en otras palabras, tonto de la polla que significa que piensa más con el pene que con la cabeza, en inglés dickhead).

Decía el maestro dedicándoselo a otro listo: «Entre el número infinito de tontos que declara la Biblia, podemos encontrar algunos tontos notorios, repetidos, famosos, clásicos. Hay el tonto del bote y el tonto de capirote, que riman, el tonto del haba y tonto de baba, que también riman, el tonto de jardín, el tonto de balcón, el tonto del pueblo, el tonto del culo, el tonto de nación, otros muchos tontos y especialmente en mi tierra descubren enseguida una clase de tonto que llaman directamente tonto del pijo y que es una de las especies más dañinas y mentecatas del género tonto. (…) Si el tonto de referencia cree que en este artículo se la llama tonto demasiadas veces y que eso puede ser síntoma de insuficiencia expresiva, le explicaré que tengo recogidas hasta quinientas veintisiete palabras con el significado de «tonto», porque hace años preparo un diccionario de ellos, y que puedo dedicárselas cuando me dé la gana. Le dedicaré sólo algunas, que por ser palabras compuestas resultan más expresivas y divertidas: tiracantos, majagranzas, ablandabrevas, metepatas, gilimursi, giliberto, gilipollas, cascaciruelas, mediacuchara, cantamañanas, pavitonto, abreboca, boquimuelle, chuchumeco, niporesas, hazteallá, parapoco, pelahuevos, mamagüevos, pisaverde, zampabodigos, zampatortas y zampabollos, tontilindango, y, para terminar, y estas son mías, gilí, nulidad, baboso, ingenuo, cándido, borrico, inepto, torpe, imbécil, guarnaco otras simples como bobo, necio, simple, estúpido, memo, guanajo, ciruelo, ceporro, badajo, camueso, mamacallos, bolonio, , mastuerzo, cacaseno, insensato, absurdo, mentecato, tontón, tontucio, tontuelo, tontivano, tontiloco, inútil, infeliz, y una que inventó mi inolvidables Cela: cagapoquito. (…)»

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No se cansen en leerlo cuantas veces haga falta para dedicárselo individualmente a toda esta caterva de «listos». Pagarán su idiotez.

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