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El acercamiento nacionalista vasco a la Iglesia sólo es posible desde el integrismo más reaccionario, pues estamos hablando de una época en la que ya la burguesía triunfante y su nuevo Estado liberal («y por tanto hereje», S. Arana) se impone en toda Europa liquidando los privilegios feudales de los que hasta entonces había disfrutado la Iglesia. Y como reacción, el Vaticano adopta una posición extremadamente reaccionaria, interviniendo y creando focos conspiratorios e insurrectos por doquier. El Papa León XIII, en su Letra Apostólica de 1881 exhorta a»poner respeto a los indomables instintos de los revoltosos y a apagar en las muchedumbres el ansia insolente de las libertades».
El nacionalismo sabiniano adopta desde el primer momento una posición de acatamiento y sumisión al Vaticano, del que espera obtener el reconocimiento necesario para que la influencia eclesiástica sobre la sociedad rural vasca actúe en su favor. «La anteposición del término Jauingoikua (Dios) a Lagizarra (Ley Vieja) determina la supeditación y sumisión de lo político a lo religioso, del cuerpo al alma, del Estado a la Iglesia».

Mientras a finales del siglo XIX toda España pugna por modernizarse, para lo que es necesario, entre otras cosas, librarse del omnímodo poder que la jerarquía eclesiástica mantiene en todas las esferas sociales (propiedad de la tierra, privilegios, educación…), Sabino Arana levanta un proyecto nacionalista del que puede afirmarse que nace envuelto en la sotana del jesuita. No es casual que en esta Compañía quisiera ingresar Arana, tras unos ejercicios espirituales, en 1888. De ella afirma el fundador del PNV que «el amor a Jesucristo es indispensable para salvarse, pero el amor a la Compañía de Jesús es signo de predestinación». Su vinculación y sometimiento a los jesuitas llega hasta tal punto que considera que «si es cierto que no puede decirse a priori que esta Orden religiosa es infalible, sin embargo, prácticamente, resulta infalible». Seguir a pie juntillas sus directrices se convierte, para los fundadores del PNV, poco menos que en un dogma de fe.

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Frente a los intentos de separación entre Iglesia y Estado, Arana defenderá, para el futuro Estado vasco independiente, la más íntima ligazón, haciéndose el Estado cargo de sostener financieramente los gastos eclesiásticos, declarando la religión católica como la oficial, prohibiendo los otros cultos, otorgándole la instrucción pública, siguiendo sus enseñanzas y dictados en materia de moral y buenas costumbres…