22/11/2024 00:53
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Desde que se iniciara la Cruzada social/comunista/separatista contra Franco y todo el que ose defenderle; una suerte de Causa General, expresamente prohibida por la Constitución, como bien sabe el Baltasar Garzón Juez, se ha desatado sobre la historia y unos muertos a los que se quiere juzgar y condenar, sin posibilidad de defensa. Para ello, todo el estado de derecho lo han convertido en desecho y toda justicia en dócil servidumbre al poder, en este caso. No lo han tenido muy difícil, dada la ausencia de oposición en la batalla cultural e ideológica.

 

Nos sorprendíamos al ver en televisión al “Gorila Rojo”, Hugo Chaves, decretar a capricho: “exprópiese”, cuando el derecho y la propiedad le perturbaba. Aquí se hace con más sutileza, pero idéntica eficacia. El procedimiento consiste en que no acierte la mano con la herida; es decir, establezco mediante ley o Decreto-Ley, les da igual, una norma de “caso único”, también prohibida por la jurisprudencia y la legislación constitucional, y a esperar que, los medios de comunicación primero y los jueces después, hagan su trabajo: “para eso los nombramos nosotros”. ¿Quién manda en la Fiscalía? Pues eso. ¡Y creíamos haber superado la Edad Media, donde la justicia emanaba del Rey! Al menos, entonces, el Rey no era, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias.

 

Lo qué esta ocurriendo con la propiedad original de Franco, desde 1938, en el Municipio de Sada, y antes, con la profanación de su tumba, supera lo admisible, en época de normalidad y debería alertar a cuanto ingenuo, genuflexo, bien pensante o acomodaticio quede en España. Ningún gobierno y menos si se dice democrático, puede ser juez y parte. Aquí si. La Juez Marta Canales, no ha mostrado ningún rubor en seguir al pie de la letra lo señalado por la abogacía del estado o la Junta de Galicia; aunque para ello tuviera que proscribir lo más elemental de un pleito: “no decidir sobre lo que no ha sido objeto del mismo”. Pero tal conducta prevaricadora no le acarreará mayor perjuicio que el de la etiqueta de “la meiga de Meirás”, por toda la eternidad.

 

La Sentencia no sobrepasa la catalogación de una “cagarruta judicial”, adornada de un copioso y farragoso relato de más de trescientas paginas, cuya base y fundamento es el libelo de dos seudo-historiadores, Carlos Babío Urkidi y Manuel Pérez Lorenzo. Quienes, sin explicar su ciencia infusa, consiguieron entrar en la intencionalidad de los compradores/donantes Pedro Barrié de la Maza y demás, para saber que la entrega del inmueble no era a titulo personal, sino al jefe del Estado. Los ochenta años transcurridos, lo prescrito en el código civil, todo lo que figura en el registro de la propiedad y las evidencias habidas, carecen de importancia para el derecho de su señoría.

 

La ejecución de sentencia, instada por la Abogacía del Estado, sin esperar la firmeza de la misma, denota la intencionalidad expoliadora del Estado y el nulo respeto del gobierno central y el autonómico a la propiedad, la posesión, y la no firmeza de una sentencia. Se trata de impedir de facto, que ninguna instancia superior se atreva a modificarla. Medio de coacción que va hasta los muebles y enseres de los legítimos propietarios a los que también se les impide llevárselos, como si hubieran sido objeto del pleito. La comunidad jurídica está perpleja y soliviantada ante tamaña tropelía, revestida del manto de legalidad judicial.

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No existe, fuera del sacerdocio, la milicia y la medicina, apostolado más noble que el del hombre de derecho. La ley, el derecho, no puede ser una mera orden amparada por la coacción del rey Sánchez. Es una ordenación racional dirigida al bien común, razonabilidad que viene demostrada por su inserción en un conjunto de precedentes. Pero no basta que haya una Constitución y buenas leyes, sino que es necesario que los jueces las apliquen con prudencia y buen sentido.

El derecho es parte de la sabiduría con la que se debe gobernar el mundo. No está, por tanto, separado, ni distanciado de la moral a la que orienta. La amenaza que significa el gobierno de Sánchez por su desprecio de la razón y la ley, lleva a la sociedad al desorden o a un gobierno despótico. La justicia es el objeto de la ley civil; si la ley civil se hace injusta o ampara la injusticia debe ser corregida o desechada. Es claro que en el asunto del Pazo de Meirás se han desvirtuado las normas jurídicas y el procedimiento para expoliar una propiedad en razón de quién fue su titular.

Es preciso recordar, en defensa de la libertad y el derecho, el diálogo que se produce (guion de la película “Un hombre para la eternidad”), entre Tomás Moro, ya Lord Canciller (Juez y abogado), con su mujer, Alicia; su hija, Margarita y su yerno, Roper. Acaba de irse el corruptor Rich, sin obtener del Canciller la prebenda esperada, amenazándole con alinearse a sus enemigos mortales. Y ahí comienza el debate moral y jurídico. Roper y Alicia suplican a Moro “el arresto inmediato de Rich”.

 

El dialogo es de rabiosa actualidad. “Roper: Arrestadlo. Moro: ¿Por qué? Roper: Por calumnia; es un espía. MargaritaPadre, ese hombre es malo. MoroEso no es bastante ante la ley. Roper: ¡Sofisma sobre sofisma! MoroAl contrario: la ley. Yo entiendo de la ley, no de lo que nos parece bueno o malo. Y me atengo a la ley. Roper: ¿Es que ponéis la ley del hombre sobre la ley de Dios? Moro: No, muy por debajo. Pero deja que te llame la atención sobre un hecho: yo no soy DiosTú quizá encuentres fácil navegar entre las olas del bien y del mal; yo no puedo, no soy práctico. Pero en el bosque espeso de la ley, ¡qué bien sé hallar mi camino! Dudo que haya quien me pueda seguir dentro de él, gracias a Dios… Alicia (enfadada porque Rich se marchó): Mientras que hablas, se escapó. MoroEl propio diablo puede escaparse mientras que no quebrante la ley. Roper¿De modo que, según vos, el propio diablo debe gozar del amparo del Derecho? MoroSí, ¿Qué harías tú? ¿Abrir atajos en la selva de la ley para prender más pronto al diablo? RoperYo podaría a Inglaterra de todas sus leyes con tal de echar mano al diablo. Moro: ¿Ah sí? Y cuando hubieses cortado la última ley, y el diablo se revolviese contra ti, ¿dónde te esconderías de él? Este país ha plantado un bosque espeso de leyes que lo cubre de costa a costa, leyes humanas, no divinas. Pero si las talas, y tú serías capaz, ¿te imaginas que ibas a resistir en pie los vendavales que entonces lo asolarían? Sí, por mi propia seguridad, yo otorgo al diablo el amparo de la ley”.

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Una reflexión para instancias superiores. Innecesaria y tardía para quien en primera instancia ha juzgado por sus convicciones personales o limitándose a recibir instrucciones del poder político. Estimo que ha talado toda la fronda del estado de derecho basado en la Constitución, la ley, la doctrina y la jurisprudencia; al admitir como valor probatorio y fuente del derecho “el clamor social”, o lo que escriban dos “empesebrados” investigadores y/o historiadores de novela, al servicio de su ideología y vividores del chiringuito memorialista. Sólo la defensa de la libertad ajena legitima defender la propia. Únicamente el amparo del derecho para todos, garantiza que me proteja a mí. Hoy todos deberíamos ser la familia Franco, pues a todos nos afecta, condiciona y concierne, cuando la arbitrariedad e injusticia resulta tan palmaria.

 

Lo esencial es no admitir el imperio de la fuerza. Que el poder de todo gobierno no le permita erigirse de manera eficaz e impune, en definidores arbitrarios de la bondad o maldad de cualquiera, acusando, juzgando y sancionando ellos mismos. La base de nuestra civilización y hasta convivencia, reclama que no haya tendenciosas e interesadas descalificaciones de ciertas personas como “malos” o “diablos” y que la calificación de las conductas no se produzca sin un severo juicio por hombres imparciales, con justas oportunidades de defensa.

 

O la arbitrariedad o el derecho. No hay disyuntiva. No deberíamos tolerar, aunque sea con el silencio, que se ilustren juicios de maldad de un modo indebido y que se proceda contra los señalados; pues un día, los vientos cambiantes de la historia, pueden colocar de reo a quien antes fuera juzgador. La superioridad del humanismo de nuestra civilización, basada en la libertad, presupuesto de la verdad y garante de la justicia, es también la imprescindible legitimidad para cualquier defensa contundente.

 

Aplíquelo también Núñez Feijoo, cómplice oportunista de tamaño desafuero. Sada, le debe todo su desarrollo a Franco y Galicia más que a Feijoo. La historia, no Marta Canales, les juzgará a todos. Julio Merino, ese sabio cordobés, redentor de su tiempo, versificó: “El resentimiento –según Marañón– es el padre de todos los pecados y de todos los defectos. La Ignorancia –según Séneca– es la madre de todas las tonterías que se hacen en el mundo. Casa el resentimiento y la ignorancia y habrás hecho la obra perfecta. Eso hace Satanás con España”. Queda magistralmente retratado, el frente popular de Pedro Sánchez y su nefando proceder.

Autor

REDACCIÓN