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¿Qué hacer para salir de esta pandemia? 

Envueltos, revueltos y sufriendo una increíble batalla política en la que muchos, al margen de  su posicionamiento, sitúan o parecen situar el ansia de poder por encima de la necesidad de salud, algo que ya comenté in extenso en mi artículo anterior, nos encontramos ahora con las noticias referentes a la terrible situación económica que padecemos. A fuer de verdad, no necesito, para formarme un juicio global, previsiones concretas medidas en guarismos de diferentes organismos internacionales encargados de pontificar y concretar los desastres macroeconómicos. Basta con pasear por las calles de cualquier ciudad española que hubiera tenido como uno de sus principales activos el turismo para darse cuenta del desmoronamiento con el que tenemos que vivir debido al confinamiento, y no sólo a la pandemia sino, también, a nuestros problemas cuasi eternos, esos que llaman “estructurales”.

Bien, el Fondo Monetario Internacional dice, sin cortarse un pelo, que la economía española, la nuestra en su conjunto, es la peor de todas las occidentales. Lo malo no es que lo asegure; lo peor es que está en lo cierto. Según las estimaciones de ese organismo resulta que nuestra economía, en términos anualizados, no trimestrales sino anualizados, va a caer un brutal 12.8% No hay precedentes de semejante desastre. La media de caída de toda la zona euro es un descenso del 8,3 por 100, que sigue siendo una barbaridad, sobre todo en nuestros vecinos: Italia, que llega a un menos 10 por 100 y Francia, que lo roza con un negativo 9,8 por 100. Si nos comparamos con EEUU, respecto de cuya economía los medios anti Trump no cejaban en convertirse en profetas del Apocalipsis, nos encontramos con la sorpresa de que su caída es del 4,3 por ciento… ¿Será verdad? ¿Pero no era un desastre gigantesco lo que estaba ejecutando el controvertido presidente americano? En fin, que solo un país en el mundo tiene este año crecimiento positivo, y he aquí que se trata de China. Sí, de China, que aumenta un 1,9 por 100, lo que, sin duda, servirá para seguir alimentando teorías de corte conspirativo mundializante

La pregunta es doble: ¿cuál es el motivo por el que somos lo peor de lo malo? Y sobre todo ¿qué estamos haciendo o qué vamos a hacer para salir de este caos? El primer interrogante tiene una solución relativamente fácil: nuestro modelo productivo está desequilibrado porque el peso relativo del turismo y el escaso de la industria nos convierten en especialmente sensibles a una crisis de este corte que limita, precisamente, la movilidad, factor esencial en lo turístico. Hace unos años, allá por 1990, siendo presidente de Banesto peleé para evitar que convirtieran a España en un país de servicios. Pero no les gustaba la industria. Como tampoco los bancos que la financiaban. Preferían el mundo de rentabilidades puramente financieras. Quizás ahora lo- vean más claro…

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El segundo factor lo integran nuestras cuentas públicas: niveles de endeudamiento y de gasto público. No hemos sabido ahorrar en tiempos de bonanza. Ni con la derecha (así llamada) ni con la izquierda (así referida) en el poder. Al fin y al cabo en ambos casos se trata de clase política. La incertidumbre la pone el hecho de que dependemos de las cantidades de dinero que nos entregue Europa puesto que nosotros no tenemos soberanía financiera propia. Y desde el poder y su clá se ha alimentado la idea del enorme éxito conseguido con los 140.000 millones de euros que nos llegan desde el centro europeo. Bien, pues dos cosas: primera, que esa cantidad es claramente insuficiente. Segunda, que de momento no ha llegado nada serio. Si alguien pensaba que nos iban a regalar ese dinero alegremente es que no conoce el modo de funcionar de ciertos centros reales de poder. Que no, ni mucho menos. Primero tendremos que presentar un plan; después les parezca creíble; tercero que empiece el goteo y la comprobación de que cumplimos nuestros compromisos. En fin, que como mínimo vamos a tener retraso y eso, cuando se trata de dinero en situación de emergencia, es seriamente grave.

Bueno, pues con esos bueyes tenemos que arar. La pobreza y la miseria están casi llamando a la puerta de nuestras vidas en muchos españoles y en demasiados sectores sociales. Eso es una evidencia. Ese es el tristemente barbecho sobre el que teneos que operar. Y si lo hacemos mal las consecuencias no solo serán la penuria y la pobreza sino, además, el desorden social.

El gobierno ha presentado lo que, con cierta pomposidad y algo de lenguaje “moderno” califica de “Plan de recuperación, transformación y resiliencia”. ¿Cuáles son las ideas maestras de este Plan? En realidad se dibujan líneas de trazo gordo así que habrá que esperar a la letra pequeña, de modo que todo lo que diga hay que tomarlo con cautela. La idea central es un modelo keynesiano: esto significa políticas expansivas de inversión pública destinada —se dice— conseguir parar el destrozo económico y caminar hacia la ansiada recuperación. Pero eso reclama dinero. ¿De cuánto hablamos? Pues de bastante más de 500.000 millones. Ya, pero ¿de dónde salen? De tres fuentes: de las normales del presupuesto ordinario, de las ayudas europeas que se cifran en 140.000 millones (más los fondos estructurales) y del “apalancamiento” — vaya palabrota— de esas ayudas europeas para conseguir con ese dinero un montante financiero de hasta 500.000 millones. ¿Y eso cómo se hace? Pues dicen que con dinero público y privado… Pero acabo de decir que eso de que contamos con todo ese dinero y de manera inmediata es sencillamente falso…

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Y ¿de incrementar impuestos qué se sabe? Pues una referencia genérica y de pasada al incremento de la progresividad, pero sin concretar. ¿Y de rebajar la presión fiscal? parece que bromeo con la pregunta. ¿Y del gasto social? Nada se concreta, de nuevo, a pesar de las peticiones de sus socios de colación, pero, cuidado, tendremos que verlo… ¿Y de la reforma laboral? Tampoco se aborda de modo claro la promesa de derogar la realizada por el gobierno del PP, concentrándose —dicen— en “formación y políticas activas de empleo”. ¿Eso cómo se concreta? Pues no sé, lo veremos. ¿Y de las pensiones? Poca cosa nueva. Un modo de ahorrar es incentivar la ampliación de la edad de jubilación y regular mejor las anticipadas y fomentando la previsión social en el ámbito empresarial. Y dos ideas claves, según el plan: el incremento de la economía “verde” y la inversión en digitalización. Con todo ello una consecuencia clara: se abandona la disciplina fiscal, incrementaremos deuda pública y déficit y todo ello hasta que el cuerpo aguante y tiene que aguantar hasta que llegue la recuperación económica. ¿Y eso cuándo? Pues creen que en el 2023. Ojalá….Nosotros lo pasaremos previsiblemente mal, pero lo que dejamos para generaciones venideras….

Un asunto más: ¿tiene el gobierno claro que la recuperación económica pasa por la clase empresarial? ¿Seguro que sí o cree que es cosa de políticos? ¿Tienen los empresarios españoles conciencia de su responsabilidad? La política diseña el marco. Pero los trazos, las pinceladas y la materia prima es cuestión empresarial. En un país en el que la política invade todo, lo  público y lo privado, industrial y financiero, una idea tan elemental no sé si es bien recibida.

Y una última pregunta. ¿Tiene el gobierno español credibilidad económica frente a sus socios europeos? ¿Se confía en que harán buen uso de las cantidades que en su caso nos entreguen?

¿Está pidiendo Europa más rigor y seriedad en la formulación de planes económicos? Pues que cada uno se forme el juicio que crea. El mío lo tengo claro. Sobre todo cuando veo que parecen dedicar más esfuerzos a reconstruir a su antojo nuestra historia pasada que a ayudarnos a recuperar un futuro que nos pertenece

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REDACCIÓN