09/05/2024 08:51
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Esta es la decimoprimera parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.

 

Sigue la carta decimosegunda (En la presidencia del gobierno).

El gobierno abandona Madrid:

 

Siempre que iba a despachar con el Presidente de la República en situación tan grave, aprovechaba aquél la oportunidad para preguntarme: «¿Cuándo se marcha de Madrid el Gobierno? ¿Es que va a esperar a la última hora, cuando ya no tenga salida? Le advierto —decía— que yo no tengo ningún deseo de ser arrastrado por las calles con una cuerda al cuello».

Todo llega, y llegó el momento de tener que salir de la capital. El enemigo había concentrado muchas fuerzas, y cualquier noche podía dar una sorpresa y entrar en Madrid. Estaba convenido con el Presidente que nos trasladaríamos a Valencia, ya que en Barcelona estaba el Gobierno de la Generalidad y convenía evitar dualismos. Primero salió el señor Azaña, acompañado de los dos Ministros sin cartera señores Giral e Iranzo. En vez de quedarse en Valencia, según lo convenido, se fue a Barcelona; era la manera de estar más próximo a la frontera. No consultó ni dijo una palabra a nadie.

A los cuatro ministros de la Confederación no les acompañó la suerte al inaugurar sus tareas gubernamentales. En el primer Consejo a que asistían, se trató y acordó salir de Madrid, y el asunto no era agradable. Ellos y los dos comunistas se opusieron en los primeros momentos, pues tenían miedo de que se produjese en el pueblo el desaliento, y se diese motivo a algún trastorno. Podría ocurrir lo que temían, pero era más grave que el Presidente de la República y el Gobierno pudieran caer en poder de los facciosos, pues entonces podía darse por terminada la guerra

Según las ordenanzas militares, en este caso debe encargarse de la defensa de la plaza sitiada el Capitán General, por cuya razón, y por un azar, el General Miaja, pasaba de un cargo administrativo a dirigir la defensa de la capital de España. Le llamé a mi despacho y le pregunté si creía llegado el momento de que el Gobierno saliese de Madrid; contestó que ya debía haberlo hecho. Le comuniqué el acuerdo del Gobierno, y que, según la Ley, quedaba encargado de defender la plaza, misión que se había resuelto encomendarle, a cuyo efecto recibiría las instrucciones pertinentes.

 

El efecto producido en Miaja por mis palabras, no se puede comprender, sino viéndolo. Se puso blanco, tartamudeó algunas palabras para decir que estaba a la disposición del Gobierno y del Ministro, pero debía tenerse en cuenta que su familia estaba en la zona enemiga, que él tenía allí propiedades, intereses, etc. Le interrumpí para decirle que no le había llamado para oír eso, sino para algo más importante.

El gobierno frentepopulista sigue a la deriva, sin nadie realmente responsable al timón:

Con gran trabajo y gasto de paciencia se iban resolviendo las intransigencias de vascos, catalanes y confederados.

En tales condiciones un plan de conjunto era imposible. Estas contrariedades se compensaban, en parte, con la llegada de algún material de guerra. México mandó un barco con algunos millones de cartuchos del 12, calibre de los fusiles españoles, y algunos millares de fusiles. También se recibieron ametralladoras, tanques y aviones de Rusia.

Pero los tanques necesitaban tanquistas y los aviones pilotos y había que crearlos. Al efecto se organizaron escuelas especiales para aviación, tanques, artillería antiaérea e infantería.

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Sin embargo, nunca se tenía el armamento y municiones indispensables; las necesidades aumentaban; la situación era siempre angustiosa. Como el material llegaba de distintas procedencias era una amalgama de tipos y calibres, que en muchos casos no coincidían con los de las armas que ya tenían los milicianos, y esto producía una complicación al acoplar en los frentes y brigadas material tan heterogéneo.

 

La creación de los “comisarios de guerra”:

Los milicianos no tenían confianza en los pocos militares que fueron fieles a la República, y ello fue causa de que se creara el Comisariado de Guerra para todas las unidades. Los Comisarios habían de ser nombrados por el Ministro, designándolos de los partidos y organizaciones que combatían en los frentes. El Comisario debía ser el vigilante, el tutor, el padrino de todos los combatientes sin distinción de tendencias políticas o sindicales, esto es, como defensores de la República.

 

Se volverá a tratar de ellos más adelante.

 

La Junta de Defensa de Madrid va por libre:

 

La Junta de Defensa de Madrid se constituyó en franca oposición al Gobierno, no obstante las órdenes dadas. No estaba a las órdenes de Miaja, sino éste a las órdenes de ella. Cuando el Ministro de la Guerra le llamaba la atención sobre algo, se escudaba con que era acuerdo de la Junta. En la primera sesión comenzó Miaja a informar tendenciosamente diciendo que las instrucciones recibidas no estaban claras; que se encontraba en situación difícil, dando a entender que para él no había más autoridad que la de la Junta. En vez de pedir aclaraciones, si no las había entendido, censuraba al Ministro. Algunos Consejeros injuriaban al Gobierno, y especialmente al Subsecretario General Asensio; se calumniaba a uno y a otro, y el General Miaja que presidía, lo toleraba todo en silencio, sin respeto al Gobierno de quien dependía, ni al compañero de armas, general como él.

La prensa de la capital —más señaladamente la comunista— creó un ambiente favorable a Miaja y a los miembros de la Junta que les hacía inmunes a todos sus errores. Les colocó a tanta altura que el Gobierno parecía una miniatura a su lado, con la autoridad coartada. Atenuaban los fracasos de la Casa de Campo, de Brunete y de la Granja y los elevaba a héroes por la derrota de los italianos en Guadalajara, en cuya batalla ni habían estado presentes, ni tuvieron intervención alguna directa o indirecta.

Lo que no era obstáculo para que se organizaran suculentos banquetes en honor de Miaja en los sótanos del Ministerio de Hacienda, donde se gozaba de más segura protección contra los obuses. ¡Heroísmo indiscutible del Partido Comunista, del que tanto en los frentes como en la población tenían que defenderse los socialistas, ugetistas y Genetistas!

Durante un viaje que hice a Madrid para visitar hospitales y frentes, a Miaja no se le caía de los labios este estribillo: «¡Soy la vedette de Madrid!» Todo esto tuvo sus consecuencias: la vedette ingresó en el Partido Comunista, oficial o extraoficialmente.

Esta es una escena conocida con el Embajador de la URSS, no de Rusia:

Otro día, nada menos que el Embajador de Rusia señor Rosemberg, acompañado de Álvarez del Vayo, me visitó para pedir lo mismo que el Comité del Partido. Esto me pareció demasiado. Me levanté de la silla, y en tono nada diplomático le rogué que saliera y no volviera a hablarme más de tal asunto. Quedé solo con Álvarez del Vayo. Le increpé por estar haciendo el juego a los comunistas en un momento y era un asunto tan grave como acusar a un general de traidor sin pruebas, ni siquiera indicios, y además yo tenía la prueba de todo lo contrario, esto es, de su lealtad y honradez. Sólo se le ocurrió contestar que cuando la gente lo decía, aún siendo injusto, debía echársele. ¡Buena teoría! ¿Pero qué gente lo decía? Los comunistas, y nadie más.

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La conducción de la guerra:

Estuvimos más de dos meses sin cartuchos del 12; munición la más corriente y necesaria por ser la mayoría de los fusiles de ese calibre. Los milicianos no tenían con qué disparar si el enemigo atacaba. El Ministerio entretenía los frentes con unos pocos millares que producíamos en Valencia. No podíamos comunicar lo que ocurría. El secreto debía ser absoluto si no quería provocarse un cataclismo.

… constituí el Consejo de la Guerra limitado, en el que se discutía todo lo relacionado con la marcha de las operaciones. De él formaban parte: Prieto, Álvarez del Vayo, Iranzo, Uribe y Oliver, reuniéndose una o dos veces por semana bajo mi presidencia.

Se nombraron Delegados para algunos servicios: Prieto, para producción de materiales; cuando se produjo la crisis de mayo, aún no me había entregado ni un fusil ni un cartucho. Pasó el tiempo haciendo proyectos, pero nada práctico.

Tengo la impresión de que una de las cosas más perjudiciales para la República Española ha sido su modestia, su hombría de bien…

La República en su Constitución hizo declaraciones de pacifismo, de querer vivir en paz con los demás pueblos; afirmó su propósito de no soñar con imperialismos sino arreglar su casa y dejar tranquilos a los demás; pero, al mismo tiempo, afirmó su propósito de proteger a sus trabajadores; trató de emanciparse de aquellos que por sí mismos se erigieron en guías espirituales, del ejército negro romano: el clero. …

La idea de la No Intervención fuera de un socialista francés:

… un socialista. Jefe del Gobierno francés. Presidente del Partido Socialista Francés (S.F.I.O.) y miembro calificado de la Internacional Socialista, tuvo la genialidad de lanzar a todos los vientos la iniciativa de crear un organismo intitulado de No Intervención ¡naturalmente! para que no interviniera en favor de la España socialista y republicana.

 

Entiendo que le duela.

 

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