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Hace pocas fechas, titulaba una colaboración en este medio: «O acabamos con ellos, o acaban con España». Ellos, son el gobierno y toda la recua de partidos y medios que trajinan en pos de abolir la Constitución, la Monarquía y las libertades. Pues bien, lo que hoy planteo al juicio del lector es algo similar. Que si desaparece el castellano, desaparece, se acaba España como identidad colectiva y como nación.

Para mi, castellano o español es lo mismo. Tanto monta, monta tanto, español o castellano, porque así quedó impreso en 1611 en la obra del licenciado Sebastián de Covarrubias, «Tesoro de la Lengua Castellana o Española», cuya portada ilustra estos renglones.

Da lo mismo que se trate de partidos de derechas, izquierdas, ultra-izquierdas, poderes judiciales, poderes legislativos, gobiernos de un signo u otro, poderes económicos, burocracias de todo pelaje, tribunales, fiscalías, etc. Casi todos, le han puesto la proa a nuestra lengua y a punto están de conseguirlo, si no lo han hecho ya, cosa que me parece es ya una realidad constatable.

En esta basura que llaman democracia, las leyes ya se han dejado de cumplir tiempo ha. Un tribunal constitucional dictando resoluciones abracadabrantes en favor del secesionismo, callado cual mudo sobre recursos pendientes que afectan a miles de no-natos al año, desde hace más de 10 años y otras cuantas sentencias más de igual tenor; un tribunal supremo dictando sentencias indignantes que no se cumplen, al igual que banderas que no son las legales e institucionales; tribunal que no mueve un músculo desde hace la intemerata para que se pueda usar el castellano-español allí donde haya un niño o un padre que lo demande, etcétera, etcétera ….

La Constitución lo deja muy claro: todos los españoles tenemos la obligación de conocer el español y el derecho a poder hablarlo. Todos los españoles y nada dice de en qué sitios sí y en qué sitios no. Pues este artículo se lo pasan por el forro desde el constitucional, siguiendo por el supremo, continuando por los fiscales, los gobiernos, las autoridades regionales que también son estado, y la práctica totalidad de partidos políticos y así sucesivamente. Se incumple la Ley y no pasa nada y cuando se quiebra la ley estamos ante un estado fallido.

Que no nos cuenten cuentos chinos   -virus chinos incluidos-  ni mandangas de separación de poderes, de igualdad de todos ante la Ley, de libertad de expresión, de libertad de cátedra, de libertad de enseñanza, porque son monsergas de los verdaderos poderes globales para tenernos en un redil de hambre y sumisión.

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Nuestros clásicos y en especial nuestro Cervantes, que conjugó en la protonovela por antonomasia las entretelas de nuestro ser histórico y moderno, elevaron nuestra lengua a la más grande de las lenguas habladas en el orbe, sólo superada hoy en número por la moderna anglosajona, impuesta a golpe de colonialismo y esclavitud.

La lengua es el máximo tesoro que tienen los pueblos donde residen, a modo de estratos, sus esencias históricas, que dotan a sus parlantes de una identidad, de lo que mi paisano el neuro-antropólogo Rof Carballo denominaba la mismidad, la ratio última del ser y de uno mismo. Liquidar la lengua es el mayor atentado, la bomba lapa que hace saltar por los aires las costuras nacionales e identitarias de un pueblo. Lo saben bien aquellos que buscan destruir las identidades nacionales, entre ellas la española.

Rof, desarrolló toda una teoría sobre la urdimbre afectiva, que él explica como la que mantiene un hijo con su madre en los primeros años de su vida y la que le va a garantizar su viabilidad biológica y afectiva, al tiempo que contrarrestar la  vulnerabilidad con que nacemos los humanos, a diferencia de otros mamíferos. La lengua es nuestra urdimbre social, la máxima garantía de sociabilidad para con los demás, al tiempo que un soporte de nuestra identidad, la única y última manera de dar razón de ser de nuestras ideas, afectos y convicciones.

El régimen de la transición y luego de la partitocracia, cometieron el inmenso error   -o quizá no fue tanto un error, como algo calculado-  de equiparar las lenguas regionales al mismo nivel que la lengua española, como el arma más poderosa que nunca podían sospechar  -o sí-  que les llevaría a conseguir que la Nación Española y los españoles todos les estemos financiando sus «ensoñaciones» independentistas en palabras de los tibios, por decirlo de forma suave, supra togados del supremo tribunal.

Cuando un niño gallego, catalán, vasco, balear, valenciano, incluso asturiano, estudie, lea, vea televisión y sólo hable en el colegio y en su casa gallego, catalán, vascuence, balear, valenciano o chapurree un bable inexistente, le han cambiado su identidad, su mismidad nacional por una identidad o mismidad nacionalista y por tanto ideológica y espuria. Los intransigentes separatistas no conciben que sean compatibles y puedan coexistir el ser español y pongamos, gallego.

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Es ya un clásico en el anecdotario de la imposición lingüística, aquella en la que los responsables de educación de la Generalidad catalana le informaban a Pujol de que los niños catalanes iban progresando en la inmersión en catalán, pero que cuando salían al recreo hablaban y jugaban utilizando el castellano y son gloriosos los ronroneos y cabreos que se agarraba el presidente, desvelado más tarde como muy amigo de lo ajeno. Hoy, a los niños catalanes y de otras regiones ya se les reprime si juegan en español.

Los efectos letales de esta política ya los estamos viviendo y sufriendo, pero lo que se avecina en un plazo nada lejano será todavía mucho más desolador y de consecuencias irreversibles. Saben los secesionistas que con dos o tres generaciones educadas en los cocederos de los independentismos, el mapa del voto a favor de las independencias regionales no tendrá vuelta atrás.

Lástima que en las elecciones del domingo pasado no haya podido entrar en el parlamento de Galicia, al menos una persona que diese voz al español en la cámara que preside el progre filo-nacionalista Feijóo,  -que por cierto habla un lamentable gallego-,  como sí ha ocurrido en el parlamento vasco.

Responsables del anunciado asesinato del español: todos. Franquistas de última hora, post-franquistas, ucedeos, socialistas, peperos, nacionalistas disfrazados de lagarterana y una sociedad adormecida y adoctrinada desde la escuela a la universidad y unos medios que a base de dinero vocean a todas horas las consignas de la pseudo progresía y cultureta izquierdista. Todos ellos al servicio de media docena de globalistas especuladores a quienes le sobramos la mayoría de humanos que poblamos este planeta.

Si se liquida nuestra lengua común, se liquida nuestra identidad, al tiempo que todas nuestras libertades, ya que no existe mayor libertad que poder contarla, escribirla o gritarla. Si se liquida el español, se acabó España.

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REDACCIÓN