16/04/2025 00:55

Con alguna excepción, la vida de un juez ha de estar sustanciada por una inspiración que no es normal para el común de los hombres. Detrás de muchas togas hay heroicidad y sólo el peso de la responsabilidad es digna de admiración allá donde otros no llegan. La virtudes del buen juez no sólo son profesionales. Hay que poseer un espíritu especial y dimensionado en la singular experiencia de vida para un desempeño honrado de tan alta disposición social. No todos sirven a tan alto desempeño, así es, pero la intuición y la evidencia me dicen que los magistrados de Nueva Rumasa son los que deben ser.

Creo en los jueces que estudian el caso Nueva Rumasa. En el destino de las grandes personas está el peso de las responsabilidades que otros no están llamados a sostener. Hay jueces con sello universal en sus firmas que difieren de otros que se acomodan a la conveniencia de los intereses. Los jueces de Nueva Rumasa son relevantes, trascendentes por honra y significados por la escrupulosa interpretación de la Ley.  Como aquellos que noble y dignamente trabajan para impartir la Justicia ancestral por la que los hombres han evolucionado, en aras de un progreso real que en los tribunales han perfeccionado la compensación como garantes del Estado de Derecho, la dádiva civilizada que ha ganado el pulso frente a la falta de libertad de los hombres. En España gozamos de tribunales firmemente enraizados en el honor y la responsabilidad social. Porque no es fácil la decisión ante el litigio de las partes, sólo quienes llevan consigo el sino intemporal del poder del juicio en buena lid, son quienes toman como propia la labor de la exigencia por el trabajo bien hecho. Durante el proceso los magistrados demostraron saber la envergadura y la reflexión derivada de la trama de los pagarés que tanto sufrimiento provocó durante años, más de una década, a innúmeros inversores. En la expectativa la esperanza, la confianza en quienes deben estar, ahora. En el horizonte la misericordia de la objetividad ante la oportunidad de lo justo.

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Son muchos los que se marcharon como demasiados los que esperan con las manos unidas en oración, la sapiencia de lo justo y la contemplación humanitaria de un caso económico que trocó en una enfermedad del alma. Porque cuando se retuerce la existencia de las personas con el dolor insondable del abandono generalizado, son muchas las cargas, el peso insoportable de un dolor dimensionado, además con el tiempo, mientras la crudeza de la vida sigue una inercia desangelada.

Estos jueces no son inspirados por otro impulso que no sea el deber asimilado que se expande en derechos para la protección del inocente y la punición de las malas obras. Para comprender la profunda responsabilidad de quien vive con intensa concentración el rol de juez, hay que ahondarse en la reflexión para sólo atisbar un ápice de la trascendencia del criterio que puede cambiar el destino de las personas. La causa se celebró bajo la más atenta observación de las variadas argumentaciones, y a la espera de una decisión universal-porque la universalidad de la verdadera Justicia es intemporal-los elegidos saben distinguir la esperanza de quien cruza los dedos para contentar sus intereses y la fe esperanzada de quienes juntan las manos encomendándose al Cielo. Es tan trascendente la diferenciación de las actitudes que hasta la intuición basada en la sabiduría del alma distingue la vanidad de una ambición programada, frente a la esencia de una oportunidad única para derramar la dicha de una Justicia donde hasta el último cabello de la cabeza está contado en el Cielo. Tiempo después el futuro se escribe con la legitimidad de un argumento que no escapa a la inteligencia de una Justicia con profunda inspiración más allá del engaño de la apariencia.

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Por todos cuantos conocí en esta batalla de más de una década que ya no se encuentran con nosotros, ante tantas familias con una historia de vida por contar agarrados a la Fe. ¡Tanto dolor forjado en fraguas del espíritu! En tanto unos esperan la continuidad de una maniobra cuajada de pactos, silencios y condiciones, otros sólo esperan agotados de existencia la sentencia de Nueva Rumasa. Quiera Dios y sus hombres sobre la tierra que se ilumine el Cielo derramando Misericordia sobre los inocentes. Creo en esta Justicia.

Sentencia Nueva Rumasa: Una dura espera por la esperanza

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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