08/05/2024 03:35

Estamos a dos días de la conmemoración. La batalla de Munda se produjo el 17 de marzo del año 45 a. C. Roma llevaba ya cuatro años de guerra civil, o sea desde que Julio Cesar tomó la decisión de pasar el Rubicón y enfrentarse a la legalidad de la República, por el desgobierno que un Senado corrompido estaba llevando a la primera potencia mundial de su tiempo al desastre y la decadencia. Fue una Guerra total con dos Romas enfrentadas a muerte: la que simbolizaba Pompeyo “ El Magno” y la que reunió el general más grande de la historia (con Alejandro Magno y Napoleón), Julio Cesar. Aquellas dos Romas y aquellos dos generales se enfrentaron por primera vez en la batalla de “ Farsalia”, en Grecia, cuando el país helénico era todavía una provincia de Roma. Eso sucedió el año 48 a. C. , y la ganó Julio sar. Pompeyo el “Grande” tuvo que huir para no caer prisionero y acabó siendo degollado en Egipto. Pero, tres años después los pompeyanos habían conseguido rehacerse y reunir un ejercito que volvió a poner en peligro y a su favor la marcha de la Guerra. Lo capitaneaban los hijos de Pompeyo, Cneo y Sixto Pompeyo, y se habían hecho fuertes en el norte de África y en Hispania (la península ibérica estaba dividida en ese momento en tres provincias: La Hispania Citerior, el Norte; la Hispania Ulterior, el Sur y la Lusitania, lo que hoy es Portugal más Galicia) Julio César se dio cuenta del peligro que eso significaba y decidió jugarse el todo por el todo en una batalla decisiva.

LA ZONA DE LA BATALLA:

Al Sur de la provincia de Córdoba, en una zona privilegiada por la Naturaleza para la agricultura, tierras fértiles y campos de olivos y viñedos, se encuentran los pueblos de Montilla, Espejo, Castro del Río, Baena y Nueva Carteya ( los nombres romanos fueron Munda ( Montilla), Ucubis ( Espejo) y Soricaria ( Castro del Río). Nueva Carteya surgió muchos siglos después, aunque sobre o en las cercanías de las cuatro poblaciones que sí existieron en aquellos tiempos: Aspavia, Carruca, Ventipo y Spalis. Son terrenos ondulados y con algunos cerros y lomas, y algunos arroyos de escaso caudal. Pues ahí, a distancia equidistante de los cinco pueblos se dio la batalla de Munda, en los llamados Llanos de Vanda, que cruzan el “Carchena”, un riachuelo que tuvo el honor de ser mencionado por el propio César en la Guerra de España” y que desemboca en el Guadajoz poco antes de hacerlo éste en el Guadalquivir. El lugar exacto de la batalla – según el alemán Schulten, el más estudioso de esa segunda campaña de César en España – hay que situarlo en un rectángulo cuyos lados ocupan hoy los cortijos de las Cuevas, Calderón, las Vegas, Fuentespino, las Salinas, el Blanco, el Carrascal y otros. Los cerros que contemplan la parte más llana ( la que cruza el “Carchena”) son : el de las Vegas ( 380 m.) el de los Hormigos ( 410 m.) el de la Zarzuela (520 m.), el del Pucherete ( 380 m.) el del Boticario (240 m.) el de Pollera ( 280 m.), el del Utrillo ( 260 m.) el de la Cornicabra ( 520 m.) y otros menores. A los Llanos de Vanda se llega por cualquiera de las carreteras comarcales que unen a los cinco pueblos. Desde Córdoba capital se llega por la general a Granada y está a unos 45 kilómetros.

ASÍ FUE LA BATALLA

 

 

 

 

César planificó la batalla con la táctica que tantas victorias le había dado en su larga carrera militar: atacar frontal y violentamente por su derecha con las mejo- res legiones para desbordar y poder revolverse contra el Centro enemigo por 1a espalda; fortalecer su propio Centro y mantenerlo a la defensiva, sin cruzar la zona pantanosa del pequeño río Carchena y que fuesen los pompeyanos los que lo cruzasen, y arriesgar su ala izquierda, con menos fuerzas, para que el enemigo dirigiera su mayor esfuerzo contra ella y se envalentonara. Ponía en primera línea seis legiones, tres a su derecha, tres en el Centro y una a su Izquierda ( una legión dejaba de reserva para apoyar a la izquierda cuando se viese desbordada). Pero además, se inventó tres pillerías ge- niales: 1) esconder su Caballería tras un monte cercano para hacer creer a Pompeyo que no la tenía. 2) Como sabía que Labieno conocía muy bien a cada una de sus legiones las hizo entrar en combate con las águilas (estandarte bandera) cambiadas para confundirlo, pues sabía que su lugarteniente de las Galias iría en directo contra la “X” y la “III”. Así que situó a su izquierda a la “IV” con el águila de la “X” y a ésta con el de la “IV” e hizo lo propio con las demás. 3) Como Pompeyo estaba situado en la falda del monte que bajaba desde Munda (Montilla) y eso era un privilegio, César no atacó para hacerle creer que tenía miedo, dada su inferioridad de hombres, y provocarle para que fuese su ejército el que bajase hasta el riachuelo que servía de línea divisoria.

El objetivo de César, por tanto, era tratar de arrollar el ala izquierda de Pompeyo con 1a “X” y la “III” para en- volver el Centro enemigo y hacer aparecer la Caballería en el momento más oportuno para atacar por el flanco a la Derecha pompeyana y completar el cerco por la retaguardia.

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Estaba claro que aunque el General en Jefe era Cneo Pompeyo el “cerebro” militar era Tito Labieno, por su historial y por conocer las tácticas de César mejor que nadie, no en vano había sido su lugarteniente hasta el comienzo de la Guerra Civil, cuando eligió el bando de su paisano Pompeyo el Grande. Y él fue quien trazó el plan de la batalla, que, por cierto, no difería en mucho al de César. Labieno había dispuesto a las 13 legiones de Pompeyo de modo que dejaba a la izquierda las más flojas y colocaba en el Centro y sobre todo a la Dere- cha y a sus órdenes directas a las tropas veteranas, con un objetivo claro: arrollar el ala izquierda de César y sin pérdida de tiempo envolver el centro cesariano para machacarlo por la espalda. Cinco legiones a la Derecha; cinco en el Centro, dos a la izquierda y una de reser- va. Además, y creyendo que César no tenía caballería, concentró a la suya en el ataque central e incluso por delante de la infantería. Era un buen plan, en el fondo el mismo de César, y podría haberse dado la circunstancia de que 1a batalla se transformase en un círculo cerrado con ambos ejércitos atacándose por la retaguardia.

FASESLA BATALLA

A pesar de la intensa lluvia que cae los dos ejércitos comienzan a ocupar las posiciones previstas, también los Estados Mayores. César, acompañado de su sobrino Octavio Augusto ( el futuro emperador) y su fiel Marco Agripa, monta un brioso caballo negro de nombre “Genitor” y se sitúa en lo más alto del cerro de las Vegas. Cneo Pompeyo y sus generales Labieno y Atio Vario ocupan la loma del Pucherete, cerca del campamento base. Los dos ejércitos distan entre como medio kilómetro y esperan que amaine la tormenta. Los generales Quintio Pedio y Fabio Máximus ya están al frente de sus legiones y pendientes de la última señal de César. La “X” y la “III”, con los Jefes de las 20 cohortes y los 80 centuriones al frente están dispuestos, para cruzar el Carchena por los puentes – pasarelas ya tendidos. También Labieno ha montado a caballo y se dispone a lanzar las cinco legiones de la Derecha. Está nervioso y ansioso por pasar al ataque, ya que teme que aparezca la caballería cesariana.

Labieno se adelanta y precipita el ataque. Comienza la batalla. Las cinco legiones de la Derecha ( 20.000 hombres) cruzan los puentes y caen violentamente sobre la izquierda cesariana, creyendo Labieno todavía que enfrente tiene a la temible “X” legión. Casi al mismo tiempo la Derecha de César ( las auténticas legiones “X” y “III”) se lanzan al ataque , con tal ímpetu que en poco tiempo arrollan a las legiones pompeyanas que tienen delante, o sea soldados bisoños y esclavos forzados que van cayendo muertos y heridos con gran rapidez. Labieno arrolla también a la izquierda Cesariana, aunque con dificultad porque enseguida acudió en auxilio la legión de Reserva y el mismo César, que al ver el peligro serio por el que pasa su izquierda se tira del caballo y espada en mano se pone al frente de sus soldados jugándose la vida y combatiendo como uno más. Por el Centro ha atacado la caballería de Pompeyo, pero las tres legiones de César ( La “V” y la “XIII” y la “II”) bien situadas y a la defensiva resisten sin apenas bajas. Los jinetes pompeyanos tienen dificultades para cru- zar el Río y los terrenos pantanosos inundados, y además dificultan el avance de las legiones del Centro, que llenos de barro hasta las rodillas se ven impotentes para cruzar la corriente impetuosa y muchos se ahogan. A la hora del combate la “X” y la “III” avanzan ya sin resistencia y haciendo una verdadera matanza, apoyadas por la “IX”, los supervivientes huyen en desbandada. Entonces Cneo Pompeyo, que se apercibe del peligro inminente, ordena a Labieno que acuda a taponar el hueco de su izquierda con parte de sus tropas, que son las mejores, y ello le obliga a detener el ataque victoriosos que estaba llevando a cabo por su derecha. Pero, además se produce algo perjudicial para los pompeyanos, que las legiones del centro creen, al ver el retroceso de los de Labieno que es la retirada general y también inician la desbandada. La batalla está en el momento crucial. César, que se ha recuperado ve lo que está pasando, ordena a sus legiones del Centro que crucen el Río y avancen sin contemplaciones. Labieno se multiplica para detener a los cesarianos y Pompeyo lanza a las dos divisiones de Reserva.

Y es en ese momento cuando aparece e irrumpe a galope la caballería de César, que manda el Rey Bogud de Mauritania, el gran aliado. Son ocho mil jinetes, bien entrenados, bien armados y con caballos espléndidos y veloces. Bogud divide en dos columnas a sus hombres: cuatro mil atacan por el flanco a las legiones de la derecha pompeyana, haciendo una carnicería, y con los otros cuatro mil rebasa las líneas enemigas y se va en flecha contra el campamento y el cuartel general de Pompeyo, quien se ve perdido y escapa a uña de caballo (igual que su padre en “Farsalia”). Entonces los jinetes de Bogud conectan con las legiones de la Derecha cesariana y encierran en una ratonera a los restos de las legiones pompeyanas. Y aquello es ya una batalla de exterminio, donde los de César matan sin piedad y sin hacer prisioneros. Muchos pompeyanos, a pesar de la gran derrota y amparándose en la lluvia, el barro y el griterío de los heridos, consiguen escapar campo a través y corren a refugiarse en Munda. A las 5 de la tarde la batalla ha terminado y César recorre a caballo la zona y manda recuperar a sus heridos. Sobre el campo de batalla han quedado más de 30.000 muertos pompeyanos (entre ellos los dos generales, Labieno y Atio Vario), y más de 10.000 cesarianos. César y los suyos se retiran a los Campamentos base, aunque dispone que Fabio Máximus salga al día siguiente con dos legiones en per- secución de Cneo Pompeyo. Aquel 17 de marzo del año 45 a. C. , quedó enmarcado en la Historia como uno de los días decisivos de Roma.

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LOS EJERCITOS

Antes de entrar en las cifras concretas conviene puntualizar algo fundamental, que las tropas de César eran veteranas y soldados curtidos en cien batallas y que las de Cneo Pompeyo eran un “ cóctel” de indígenas, esclavos forzados y soldados con escasa formación militar.

Ejército de César, ocho legiones de infantería: la “X” (1a más veterana y valiosa de todas) , la “III” (también veterana), la “V” (la más destacada en “Farsalia”) , la “XIII”, la “II”, la “IV” (la más moderna), la “IX” y la “VI” (veterana de Hispania). Total 32.000 hombres. Las legiones se componían cada una de 10 cohortes de 400 hombres y 40 centurias de 100 hombres, mas ocho mil jinetes, en su mayoría de origen mauritano y súper preparados y veteranos, y cinco mil servidores de Tropas Auxiliares. Total ejército de César: 45.000 hombres.

Ejército de Cneo Pompeyo, trece legiones de infantería. Total; 52.000 hombres. Más seis mil jinetes y doce mil servidores de Tropas Auxiliares. Total ejército de Pompeyo; 70.000 hombres.

Las consignas que dieron los dos Generales en Jefe para sus ejércitos y la batalla fueron: “VENUS”, la de César, en recuerdo de sus orígenes divinos. “PIETAS”, 1a de Cneo Pompeyo, en recuerdo y como vengador de su padre.

EL DESENLACE

Dantesco. No hay otra palabra que defina mejor lo que fue el final de aquella locura. Más de 40.000 hombres muertos sobre un terreno enfangado, algunos degollados, muchos abiertos y amputados, todos derramando todavía su sangre y entremezcla- dos miles de heridos moribundos gritando salvajemente y pidiendo socorro. Más de tres mil caballos tumbados y pataleando sobre ríos de sangre. Con un río que ha cambiado su color barroso y ahora es rojo: un “Carchena” de sangre humana y animal y una lluvia torrencial que arrastra los cadáveres como si fueran juncos de paja Y como parte de aquella orquesta infernal los gritos de los vivos cantando la victoria en honor del general triunfante. ¡¡ IMMPERATOR ¡¡ ¡¡¡ Ave, César¡¡¡

¡¡¡ Ave, IMMPERATOR¡¡¡. Y hasta el mismo César perdiendo su sangre por las dos heridas que le han causado en el fragor del combate y llorando lágrimas de horror y alegría, con razón diría más tarde. En Farsalia luché por la victoria; en Munda por mi vida”. “In Farsalia pugnavi pro victoria; in Munda, pro vita mea”.

LAS CONSECUENCIAS

El resultado de la batalla tuvo consecuencias inmediatas. En primer lugar el desastre que provocó en las filas pompeyanas y la pérdida de todas las poblaciones que se habían puesto contra César. Así cayó primero Munda (Montilla) y luego Córdoba. Des- pués César se dirigió a Sevilla, y desde allí se ocupó en dominar y pacificar el resto de Andalucía. Por cierto, que estando allí recibió la cabeza de Cneo Pompeyo, que había sido capturado en Almería cuando huía con su flota para África. César volvió a Roma y allí fue proclamado “Imperatus perpetuus”, o sea Dictador y casi emperador. Pero, tampoco él tendría un final feliz, ya que justo al año de Munda (cuando “los idus de marzo”) murió apuñalado en el Senado y, curiosamente, al pie de la estatua de Pom- peyo el “Grande”. Fue el año 44 antes de Cristo. Sin embargo, Roma ya no fue nunca la misma después de la victoria de Munda. Cayó la República y llegó el Imperio.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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