21/11/2024 11:36

Y el mío  es:  “los Ejercicios Espirituales de San Ignacio

Todo hombre –y más si es católico—tiene la obligación de hacer partícipe de todo lo bueno a sus hermanos. Una conducta que no se ajuste a esa norma carece de sentido.

Pues bien, entre las cosas mejores  que un hombre puede ofrecer a otro, está el “invento” de Ignacio de Loyola aunque realmente él no lo considera  como fruto propio sino como una inspiración de la Madre de Dios y nuestra. No tengo espació para explicar cómo ocurrió aunque me imagino que los lectores, en su mayoría conocen lo más importante de la vida del guipuzcoano al servicio del Rey de España y cómo herido en la defensa de Pamplona,  se retiró de la milicia y se fue a Manresa a ordenar su vida. Allí en la cueva donde pasaba los días y las noches  en meditación y oración,  escribió ese pequeño folleto que  durante quinientos años  ha sido considerado por todos los papas como un camino seguro para hallar la ruta de la santificación.

Insisto en la sagrada obligación de hacer partícipes a cuantos nos rodean,  de los dones que nos regala Dios. No me molesta ser tenido por pesado insoportable, aconsejando  insistentemente y  siempre que se me presenta oportunidad a que a cuantos me tratan – ya sea personalmente, ya como lectores de mis escritos, hagan Ejercicios Espirituales y vean la manera de encerrarse –al menos cinco días– en una Casa “ad hoc”, para beneficiarse de algo insuperable que oxigenará su alma.

Hasta aquí mi invitación. Si supieran todo lo que puede suponer para ustedes no dudarían un  minuto en seguir mi consejo.

Ahora  quisiera comentar unas pocas cosas,  pues aumentar los temas alargaría en exceso este escrito.

La primera es la unanimidad entre todos los papas en considerar  su práctica como el mejor método de santificación desde que fueron aprobados por Pablo III -el 31 de julio de 1548-. Mi inteligencia primitiva no logra entender que, siendo esto cierto,  en el año de gracia 2024,  la Jerarquía católica no saque la consecuencia lógica y deje ya de esforzarse en inventar la sopa de ajo, o sea, la fórmula mágica capaz de revitalizar la fe del pueblo cristiano. ¡Con lo sencillo que resulta encerrarse en silencio total, para rezar y meditar,  hablando con nuestro Señor y su Santísima Madre durante unos Ejercicios espirituales de no menos de cinco días!, -un método probado y garantizado-. Ella elige gastar sus energías físicas y espirituales y las de los fieles, cotorreando sobre esquemas teóricos “reunidos en sínodos”.

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Cuatro siglos largos –casi cinco—llenando el Cielo de santos son su mejor recomendación pero conviene reforzarla conociendo la solidez del método utilizado por san Ignacio. Salta a la vista que se asienta sobre la roca  granítica  que él llama -con toda la lógica del mundo-: el “principio y fundamento”.

Si nuestra inteligencia tuviese capacidad de concentración suficiente para entender ese “principio y fundamento” nos basaría para marcar y fijar nuestro rumbo directamente hacia la eternidad feliz. Tenemos una prueba de ello en Francisco Javier a quien Ignacio de Loyola le hace ver claro que todos los sueños de proyectos humanos carecen de sentido ante el fin por el que el Creador nos regaló la existencia. Y le bastó la práctica de unos buenos Ejercicios Espirituales  predicados por su maestro,  para convertirlo en el Apóstol de Asia  que todos conocemos.

Un paréntesis: Es, un buen momento para  aclarar una realidad: la mayoría de los hombres “somos tan cortos de voluntad y de capacidad de concentración” que no nos basta  con acudir a  una sola tanda de Ejercicios  para convertirnos en “santos” como                                            les ocurre a los elegidos de Dios -Francisco Javier y tantos otros-,  y por eso debemos suplir nuestra cortedad encerrándonos para repetirlos cada año.  Confieso que sin los Ejercicios anuales, en vez de mejorar,   con los años iría empeorando y acabaría arriesgando la fe.  Por gracia de Dios, creo haber superado la tanda sexagésima lo que me ha permitido mantenerme en la lucha por cumplir,  como san Pablo, “conservar la fe”… fidem servari!

Me gustaría poder trasmitir a los lectores el placer que proporciona al alma relajarte al máximo en el silencio posible en esas “Casas de Retiro” después de un año de lucha –en la profesión—. Cuando te habitúas, se convierte en una especie de golosina espiritual, muy provechosa en todos los sentidos. Los humanos deberíamos lamentar el no saber sacar provecho a los regalos de Dios adheridos a la vida misma.

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Se acerca la Cuaresma que es un tiempo aprovechable para tener presente todo lo anterior y me creo obligado a invitar a los lectores a iniciar esa ruta. Y si no pueden ahora no están lejos las vacaciones de verano., pero dense ese gusto. No desaprovechen los verdaderos placeres de la vida que no son valorados porque no son conocidos. Si me creen no se arrepentirán.

A poco inteligentes que seamos podemos ver la diferencia enorme entre esos personajes  obsesionados por el sexo y los hombres normales. En estos momentos los medios nos están informando sobre las desgracias de un deportista de élite que ha visto arruinada su carrera y su vida por su obsesión sexual pero,  al mismo tiempo,  tenemos ejemplos aleccionadores de lo contrario,  con otros deportistas cuya vida familiar es para ellos fuente de inspiración y de éxitos profesionales.

Especialmente en España estamos viviendo la gloria de las beatificaciones de tanto mártir  que la Iglesia nos ofrece como  ejemplo del súmmum de la felicidad que es dar la vida por conservar la FE.

 

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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