29/04/2024 08:33
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En la España de la envidia es normal que aquel destacado que impulsa de modo espectacular las ideas propias sea zancadilleado, demonizado e ignorado. Tal y como sucedió con José María Ruiz-Mateos quien fue frenado en seco al motivar y crear un estilo de vida laboral inédito y triunfal. Luego de la injusticia, esa envidia se fue acumulando ante las sucesivas victorias judiciales, empresariales y personales hasta que la enfermedad lo convirtió en vulnerable ante el enemigo y los traidores.

En la España de la necedad es usual el recelo contra los que con buena voluntad y no poco sacrificio, aportan esfuerzo para paliar el sufrimiento de quienes rechazan ayuda y siguen quejándose como víctimas de sí mismos, obcecados en obtener el auxilio que jamás aceptarán. Son sembradores de sus cosechas de negación destinados a no salir nunca del hoyo que ellos mismos escarban aún más profundo.
En la España de la codicia se arma una maquinaria de corrupción que ensalza a los holgazanes que viven de la política para manejar al antojo sectario las arcas públicas; y si no es suficiente, se decreta una expropiación delictiva que múltiples cómplices se encargarán de encubrir incluso manchando las togas en el lodazal de la injusticia.
En la España de la estupidez colectiva se da por hecho el engaño, asumiendo que los ciudadanos son complacientes con el saqueo de lo ajeno y hasta el saqueo de lo propio; lo que redunda en la descripción de una España indiferente y estulta que no se conmueve ni cuando la roban a sí misma.
En la España de lo miserable cantan sus vergüenzas los medios de comunicación que dicen ser un servicio público sin ocultar la hipócrita sevicia de fingir ser funcionalmente social, carroñeros para sus beneficios y codicias,  importando poco el falaz desempeño que justifican con los más interesados discursos y editoriales. Suplican financiación privada como pordioseros indignos con ansias de codicia indisimulada. Salvo muy honrosas y escasas excepciones, sólo se importan a sí mismos para mantener el chiringuito televisivo, a menudo con descomunales deudas de decenas de millones de euros por la desastrosa administración que endosan durante décadas. No les pida solidaridad si no está dispuesto a comprarla por el pecunio de la vergüenza.
También hay miserables que se comprometen para luego dar el portazo a quienes confían en que todavía existe el compromiso y la dignidad y no dudan en pretextarse con la muerte de un padre para portarse como unos miserables. Hay que ser malnacidos.
Resta la España de la cobardía, la que carga los lastres sobre los inocentes y cuantos pudiendo ser ágiles para impartir justicia se duermen en los laureles de la derrota por lo honrado y honorable que poco les importa siquiera dar el pego con la apariencia.
Con este percal de tanta deficitaria humanidad aún queda la esperanza de que se celebren los juicios demorados más de una década y remontar las carencias humanitarias y tristemente acumuladas en esta España nuestra que habla grotescamente tanto de sí misma con la boca llena de libertad y democracia. Aún así, hay esperanza.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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