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Entre los factores que han contribuido a la proliferación de organismos internacionales se pueden destacar la globalización económica, el aumento de la riqueza occidental y, sobre todo, la aparición del macro-Estado.

A su vez, las organizaciones internacionales, como Naciones Unidas, el Consejo de Europa y la Unión Europea, impulsan el crecimiento de los macro-estados, así como el desvío del dinero público hacia ellas y hacia sus organismos internacionales.

Las organizaciones internacionales son estructuras de poder y como tales tienden a atraer a personas que creen que las sociedades deben gestionarse de forma centralizada, limitando las libertades individuales en beneficio de la mayoría, es decir, con ideas próximas al comunismo.

Naciones Unidas tiene 37.000 empleados y la Unión Europea 32.000 empleados. Estas gigantescas estructuras humanas tienen que justificar su existencia, por lo que están continuamente creando proyectos y normas. Lo peor de esta dinámica consiste en que gran parte de las cosas útiles son censuradas o modificadas por intereses neocomunistas y, en menor medida, por sobornos a técnicos y políticos, por lo que la mayor parte del trabajo se desperdicia.

La Agenda 2030 de Naciones Unidas, publicada en 2015, establece un hito en el impulso del totalitarismo y del macro-Estado por parte de la ONU, de la Unión Europea y del Consejo de Europa, que son las tres organizaciones transnacionales principales de Occidente.

Lo más destacable de la Agenda 2030 son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que deben alcanzarse en el año 2030. Son 17 objetivos y sólo el último hace referencia al sector empresarial y a la sociedad civil, por lo que puede afirmarse que la Agenda 2030 persigue aumentar el poder institucional de forma directa en los primeros 16 objetivos y de forma indirecta en el último objetivo. Además, dado que se pretende movilizar unas recursos económicos sin precedentes, también puede decirse que se persigue un mayor intervencionismo en el sector empresarial y en el conjunto de las sociedades, ocasionando un empobrecimiento masivo en Occidente que es la gran financiadora de los proyectos de Naciones Unidas.

En el último objetivo de la Agenda 2030, la ONU pretende que  el sector empresarial y la sociedad civil constituyan alianzas para compartir sus “conocimientos, capacidad técnica, tecnología y recursos financieros, a fin de apoyar el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en todos los países”.

Naciones Unidas pretende que toda la humanidad contribuya a transformar el mundo para aumentar el poder de la ONU y de las metamafias institucionales nacionales, por lo que es una pretensión decadente en sí misma e incompatible con el progreso humano. Por este motivo, la Agenda 2030 también es conocida como Agenda 1984, en referencia a la obra de George Orwell que lleva por título 1984, cuya idea más popular es el Gran Hermano que todo lo vigila y, más recientemente, se ha popularizado el Ministerio de la Verdad que impone la falsedad de la versión oficial.

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En 2020, la denominada pandemia del coronavirus ha impulsado notablemente la Agenda 2030 y el totalitarismo.

Hemos visto como las instituciones internacionales y nacionales han creado una versión oficial sobre la pandemia. Esta versión ha despreciado el método científico. Los políticos y los medios institucionalizados han criticado a los científicos que han cuestionado dicha versión oficial. A menudo se han tomado represalias contra los científicos y médicos que se han opuesto a la versión oficial y a los tratamientos médicos oficiales.

Podemos concluir que el coronavirus ha acabado con la ciencia cuando ésta es contraria a los intereses de la metamafia institucional. De esta forma, la salud pasa a estar en manos de los totalitarios intereses políticos.

Dados los efectos secundarios de las vacunas experimentales contra la COVID-19, probablemente más graves y mortales que los de la propia COVID-19, en las redes se ha llegado a decir que la pandemia se había creado para vacunar a la población.

Pocos gobiernos se han opuesto a la versión y a las directrices de la Organización Mundial de la Salid de Naciones Unidas. La situación ha sido calificada de dictadura médica.

Naciones Unidas, creadora del derecho humano a la libertad de expresión, ya en 2018 estaba estudiando la forma de restringir la libertad de expresión en las redes sociales. En todo lo referente a la pandemia y las vacunas experimentales se ha impuesto una censura absoluta. Dado que la mayoría de los grandes medios de comunicación no se enfrentan a la metamafia institucional, por temor a represalias o porque obtienen publicidad institucional y otros beneficios, restringir la libertad de expresión en las redes sociales equivale a instaurar el Ministerio de la Verdad orwelliano.

También en 2018, Naciones Unidas y la Unión Europea, de forma coordinada, publicaron un informe sobre la corrupción por cada país o región. Cabe pensar que haciendo saber que todos los países son corruptos, en mayor o menor medida, pretendieron que la gente acepte la corrupción de las autoridades públicas como algo inevitable.

Tanto Naciones Unidas como la Unión Europea, como hemos informado en otros documentos, han aprovechado la situación para aumentar considerablemente sus ingresos, empobreciendo a toda la población, y aumentar el totalitarismo que suponen las decisiones políticas centralizadas, por su carácter de obligado cumplimiento, incluso cuando son simples recomendaciones.

El Consejo de Europa está pretendiendo eliminar el control judicial de los internamientos involuntarios en instituciones psiquiátricas, a pesar de que Naciones Unidas ha establecido que vulnera los derechos humanos.

Los gobiernos también han aprovechado para reducir la producción de riqueza y aumentar las subvenciones, aumentando considerablemente el intervencionismo económico y la dependencia económica del dinero público, tanto de las personas como de las empresas.

Lógicamente, el aumento de la deuda pública significa un empobrecimiento durante años o décadas de toda la población que es uno de los objetivos principales de las instituciones occidentales e internacionales.

Para acabar de describir lo que es el neocomunismo, cabe añadir el dominio institucional sobre la economía alcanzado en el siglo 20 y que la pandemia ha impulsado.

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Desde hace numerosas décadas, el principal acontecimiento económico anual siempre han sido los Presupuestos Generales del Estado. Por ello, todas las economías occidentales tienen un alto grado de planificación centralizada, que es la principal característica económica del comunismo y hace que sea un sistema decadente.

Además, de ese neocomunismo coyuntural (anual) aunque repetido año tras año, los principales factores económicos estructurales siguen siendo las leyes económicas como las mercantiles y las laborales, que impulsan más aún el dominio de las instituciones. El mismo dominio institucional se impulsa con las leyes para el sector social de las asociaciones y fundaciones.

En nuestro Manifiesto sobre el Nuevo Orden Mundial (NOM) y el Nuevo Orden Europeo (NOE) ya dijimos:

En el Foro Económico Mundial  2019 los profesores Petroulakis (BCE) y Andrews (OCDE) declararon que “el problema de productividad de Europa se debe en parte al aumento de empresas zombies que desplazan las oportunidades de crecimiento para otros”. Resulta revelador que dos economistas de estos dos organismos internacionales asuman que el neointervencionismo está destruyendo la economía.

La economía zombificada destruye constantemente el empleo, mediante expedientes de regulación de empleo, y dificulta la creación de nuevos empleos.

Los organismos económicos de la ONU y de la Unión Europea impulsan la zombificación total de la economía, como en el comunismo, para reducir la riqueza en Occidente y para que la mayoría de la población no trabaje, teniendo sólo cubiertas las necesidades básicas mediante subsidios públicos.

A medida que aumenta este dominio económico aumenta la psicopatía y la dificultad del funcionamiento empresarial, obligando a las empresas a presionar a sus trabajadores, creando un entorno laboral inhumano e insostenible.

El neocomunismo tiene numerosas formas totalitarias, incluyendo las democracias, pero siempre conduce a la decadencia, convirtiendo el sistema politico y las instituciones en el problema de todas las sociedades.

Todas las opciones políticas son neocomunistas porque apoyan el macro-Estado, como instrumento para enriquecerse mediante la corrupción que es el principal objetivo individual de los políticos.

Cada nueva actividad o servicio público, nacional o internacional, supone un mayor empobrecimiento de la población, más corrupción, más totalitarismo y más decadencia. La única solución posible consiste en crear un nuevo sistema, posiblemente sin instituciones públicas, que de paso a una Era post-democracia.

En 2022, podemos afirmar que la metamafia institucional ha acabado con la ciencia, con la libertad individual y con el libre mercado, conduciendo a la mayoría de la población a la pobreza y a la esclavitud.

Autor

REDACCIÓN