20/05/2024 19:28

Hernández, Jesús; Hernández, Jesús

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Esta es la segunda parte de la serie de artículos sobre el libro de Jesús Hernández Tomás, Yo fui un ministro de Stalin.

Los capítulos del libro tienen un párrafo introductorio sobre los temas a tratar. El del Capítulo II es este:

COMIENZA la traición del Kremlin. ¡Armas! ¡Armas! ¡Armas! El primer atraco a nuestra fe. Reunión del Buró Político. Moscú manda «consejeros», pero no envía armas. Stalin asesina a sus consejeros en España. Moscú se lleva el oro español.

Entramos por tanto en el meollo del libro. Esta es una reunión de la Dirección del Partido:

Sentados en torno a una mesa oblonga, Díaz, Pasionaria, Mije, Uribe y Checa. Revueltos con ellos, Codovila, Stepanov, Gueré, Togliatti y Duelos.

Miré a Togliatti, que seguía atento el curso del informe, mientras entretenidamente limpiaba sus gafas con papeles de fumar. Gueré se había levantado y miraba por la ventana a la calle con una fijeza de sonámbulo. Después supe que padecía insomnio. Duelos, rechoncho, hundido en la butaca, resultaba una bola de carne. … Stepanov, con el rostro de un verde-amarillo por la afección de hígado… Codovila, con más de 100 kilogramos…

Esta era la punta de lanza del proletariado hispano… Y así discutían, en este caso sobre el asunto vital de las armas:

—Pero la URSS puede mandarnos las armas que necesitamos sin dilaciones y sin titubeos —apunté.

 

—Poco a poco, amigo Hernández —contestó Duelos—. Las cosas no son tan simples. La URSS debe tener en cuenta la posición de las potencias democráticas. Una acción unilateral puede acarrearle serias complicaciones.

 

—A la hora de aplicar los Códigos y las leyes internacionales cada nación ve sus propias conveniencias, y nada más —aclaró Duelos. —Eso puede ser valedero para la diplomacia burguesa, pero no creo que a la URSS pueda amarrarle las manos la actitud de los Estados capitalistas,

 

—Nuestros principios tienen hoy el valor que les presta la existencia de la URSS —afirmó el antiguo panadero francés. —Eso no es verdad —respondí secamente.

 

Se hizo un silencio. Gueré había dejado de mirar a la calle. Sus ojos soñolientos me miraban. Stepanov me miraba. Togliatti, Duelos, Checa, Mije, todos me miraban con cierto aire de asombro. ¿Cómo era posible que en el Buró Político osara alguien discutir la razón o sin razón de la política de la URSS?


—Siendo así, la URSS también podrá echarnos una manita bajo cuerda. Nadar y guardar la ropa —insinuó Mije, riendo su sagacidad.

 

Una mirada insistente, próxima a la reprimenda, de Stepanov convenció a Mije de que acababa de decir una impertinencia.

 

—La URSS hará aquello que crea que debe hacer. No somos nosotros los que debemos aconsejarla —replicó ásperamente Duelos.

Una interpretación del juego de Stalin con España:

A Stalin no le interesaba precipitar la victoria del pueblo español, porque su juego especulativo con Alemania necesitaba de tiempo. El desplazamiento del dispositivo militar alemán hacia Occidente debería efectuarse una vez engolosinado el «führer» con el objetivo. Por eso Stalin no ayudó al pueblo español cuando las condiciones eran favorables a una rápida victoria republicana.

 

A Stalin tampoco le interesaba una pronta victoria de los rebeldes, porque podría provocar un desplome vertical de la moral en las potencias democráticas e inclinarlas a una entrega capituladora ante Hitler sin que éste desmontara su dispositivo en el Este. Por eso Stalin prestó una ayuda calculada a la República para que pudiera sostener una guerra desesperada de desgaste, una guerra constantemente defensiva.

Este razonamiento es plausible. Stalin miró por los intereses de la URSS, no por el comunismo hispano. Menos aún por la democracia, va de suyo.

Largo Caballero incluye a los comunistas en su Gobierno. Rusia les da el visto bueno a la participación, pero:

Seguían llegando «tovarich» de todas clases y «técnicos» de todas las especialidades, entre ellos no pocos «inkavedistas»… pero las armas no aparecían por parte alguna.


A fines de octubre, casi cuatro meses después de comenzada la guerra, llegaron los primeros suministros soviéticos, en cantidades evidentemente ridículas


En el mar se cruzaron dos naves: la que venía de Rusia a la España leal con sus bodegas casi vacías, y la que de Cartagena había salido para Odesa con 7800 cajas de oro español.

La llegada de aquellas pocas armas habían disipado muchos de mis temores. En mi fuero interno llegué a reprocharme mis dudas y vacilaciones. Fortalecida mi fe, me entregué con redoblado entusiasmo al trabajo. Nuevos hechos vendrían a hendirla con la fuerza de un ariete.

Stalin supo mantenerles en una situación de necesidad entre la abundancia y la desesperación. Un genio.

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Este es el párrafo introductorio del Capítulo III:

Madrid, una bandera y una bayoneta. La «no intervención» y las armas soviéticas. Una delegación española en la URSS La sombra siniestra de la GPU en España. Preparando la trampa al POUM El complot contra Largo Caballero. Escándalo en el Buró Político. Amagos de rebelión contra los «tovarich».

Un detalle del uso de los fondos de España para la compra de armas por los comunistas soviéticos y los europeos :

… el 7 de noviembre, fecha conmemorativa de la Gran Revolución de Octubre, fue posible por vez primera organizar en España una delegación del pueblo español para representar a la República en la Plaza Roja de Moscú…

 

… fui informado de que las autoridades soviéticas habían coaccionado por todos los medios a nuestros delegados para impedir que hablasen a los obreros soviéticos de la necesidad de la ayuda en armas a la España republicana. Como algunos delegados, entre otros Sbert, ex ministro de la Generalitat de Cataluña; Romero Solano, diputado socialista, y Julián Basturia, delegado de los Solidarios Vascos, se rebelaron contra tan inconcebible prohibición, las autoridades soviéticas dieron órdenes terminantes a los intérpretes de no traducir al público los párrafos de los discursos que hicieran alusión al problema de las armas.

Los grandes beneficiados de estas empresas [constituidas para comprar armas para España] fueron los partidos comunistas nacionales. Uno de ellos, el francés, llegó a adquirir con fondos de la República toda una flota de barcos mercantes, compuesta de 12 ó 14 buques que surcaban los mares bajo la firma «France Navigation», compraron casa propia para el Partido, se proveyeron de suntuosos automóviles cada uno de los dirigentes, publicaban diarios como el «Ce Soir», y, en fin, rellenaron sus arcas de caudales a expensas de los fondos «para la compra de armas» que Negrín depositó en manos de los dirigentes comunistas franceses, y que según pública afirmación de Prieto montaron a la suma de 2 500 000 000 de francos.

El POUM empieza a estar en el punto de mira de los estalinistas:

—Se trata de que obran en nuestro poder documentos que demuestran los contactos del POUM con Falange, y que es necesario proceder rápidamente.

La ayuda con cuentagotas de los soviéticos:

Estuve viendo descargar en el Grao de Valencia uno de nuestros barcos que regresaba de Rusia. Traía unos cuantos camiones «Natachas», esas tortugas que ves arrastrarse por las carreteras; media docena de «Chatos», esos aviones que no traen protección en la espalda del piloto… ¿Sabes cuánto podía haber traído ese barco? Poco… unas cincuenta veces más material. ¿Por qué no lo trajo?… Ese es el misterio, eso es lo que nos preguntamos…

Sobre la Batalla de Guadalajara:

Le informaba que la desproporción de fuerzas era enorme. El enemigo italiano contaba en el sector de Guadalajara con 50 000 hombres, 25 600 fusiles, 1170 fusiles ametralladoras, 435 ametralladoras, 78 morteros, 150 cañones, 108 carros de combate, 33 blindados y 60 aviones. Frente a todo eso no podíamos oponer, en el primer momento, más que 10 000 hombres, 22 piezas de artillería y unos 20 aviones.

Estima muy a la baja el equipamiento y efectivos frentepopulistas, aunque el de los italianos  y nacionales era superior. No me extraña que tras este fracaso Franco no les dejara actuar solos.

Los comunistas empiezan en el 37 a tramar la sustitución de Largo Caballero; querían a alguien más “flexible”:

—… Yo mismo he visto a Rosemberg entrar en la Presidencia como si entrase el auténtico jefe del Estado. Caballero le recibe a cualquier hora y en general siempre atiende sus «consejos», tanto políticos como militares. No se hace operación militar alguna que no lleve el visto bueno de los «tovarich»… Caballero ha situado a nuestros compañeros de Partido en los principales puestos de mando en el ejército, y los comisarios en su mayoría son comunistas. Las Brigadas Internacionales las manejamos, prácticamente nosotros sin control alguno… La policía, ya lo ves, hace lo que a ellos les da la gana… ¿De qué se quejan? ¿Qué quieren?…

Hernández dice que se opuso a estas maniobras:

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Para mí no están claras las razones por las que debemos sacrificar a Caballero… Podemos provocar la enemistad de la mayoría del Partido Socialista… los anarquistas apoyarán a Caballero… Se dirá que pretendemos la hegemonía en la dirección de la guerra y de la política… Debilitaremos todo el frente de unidad y de lucha… Nos aislaremos del resto de los antifascistas…» Se hizo un silencio denso, pesado, angustioso, ese silencio del asombro o del temor, ese silencio en que cada cual mira al otro, queriendo cada uno escuchar primero a los demás.

Una interesante descripción del ambiente del Buró del PCE:

Romper con él sería igual a romper nuestro frente de lucha… ¿por qué y para qué?… Sería la victoria más grande que podríamos darle ganada a Franco…

 

Uribe, Checa, Pasionaria y Mije, seguían pétreos en su mutismo. Esperaban oír la voz de Moscú, para arriesgar su opinión.

 

Concluye Stepanov:

 

 —Díaz y Hernández están defendiendo un mal pleito. No es Moscú, es la Historia la que ha fallado contra Caballero. Desde la constitución del Gobierno Caballero vamos de catástrofe en catástrofe…

De eso se trataba, la guerra no pintaba bien, a pesar de haber detenido a los nacionales en las batallas de los alrededores de Madrid.

También estaba en la reunión el carnicero de Albacete, André Marty, dirigente comunista francés:

—Yo soy un revolucionario, sí señor, un revolucionario: —gritaba Marty, maceándose el pecho con el puño.

—Aquí todos lo somos —aclaró Díaz.

—Eso está por ver —profirió insultantemente Marty.

—Usted es un majadero a quien ni sus años ni su historia autorizan a faltarnos al respeto —dije, encendido de coraje.

—Y usted una mierda —escupió fuera de sí el viejo.

—Aquí no le tolero a nadie ese lenguaje de burdel —gritó Díaz, levantándose de su asiento. Y añadió, enérgico—: Usted es un invitado en esta reunión, y si no le place, ahí está la puerta.

—Y Díaz le señalaba con la mano la salida.

—¡Me echan!… ¡me echan!… ¡A Marty!… —chillaba histérico volviéndose hacia Togliatti, en el colmo de su indignación.

Verdaderamente, el franchute era un perfecto un majadero.

En todo caso, Largo Caballero está sentenciado:

—… Caballero se aleja de la influencia soviética… Hacía unos días que había casi arrojado de mala manera a Rosemberg del despacho de la Presidencia… que Rosemberg le pedía insistentemente la suspensión de «La Batalla»… la ilegalidad del POUM… que no hacía caso…

—En cuanto al sucesor de Caballero —siguió diciendo Togliatti—, es un problema práctico sobre el que invito a los camaradas a reflexionar. Creo que deberemos proceder a elegirlo por eliminación. ¿Prieto?… ¿Vayo?… ¿Negrín?… De los tres, Negrín puede ser el más indicado. No es anticomunista como Prieto, ni tonto como del Vayo.

Así hacía y deshacía Stalin gobiernos en aquella República.

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