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Recurrimos, una vez más, a la abundante documentación del Archivo de Indias para resaltar hechos y situaciones históricas. Lo plasmaron por escrito oficiales españoles en documentos que acabaron archivados en los legajos del mencionado archivo, acompañados de miles de cartas, oficios, informes, inventarios, notas, minutas, copias, duplicados, cuentas… los que el Consejo de Indias y las Secretarías de Estado remitieron a este centro y aquellos otros que, desde Luisiana, embarcaron rumbo a Cuba y, de allí, a este archivo hispalense como resultado de unos acuerdos de 1803.

Ese mismo día el gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, dio su visto bueno a una “relación”, a la vez informe sucinto e inventario, que redactó el contador de la Real Hacienda de Luisiana, Martín Navarro. En él se citaba lo sucedido y se inventariaban los “regalos” elegidos para ser entregados a los líderes de las tribus nativas que acudiesen a Punta Cortada, actual Point Coupee, para negociar la paz con los españoles. El propio Bernardo de Gálvez se desplazó hasta allí, acompañado de Gilbert Antoine de Saint-Maxent, capitán de la milicia de Luisiana.

La carta que da cuenta de esta cita y negociación fue remitida, según los analistas del Archivo, por Bernardo de Gálvez a su tío José, a la sazón Secretario de Estado Universal de Indias, el 15 de septiembre, acompañada de los documentos que detallaban las naciones que concurrieron, los regalos entregados y lo gastado en este encuentro.

Las tribus emplazadas fueron enumeradas en la citada relación: “alibamones, chetimachas de la gran tierra, chetimachas del río, tinsas, ilinois, homas, bayagulas, arcansas, tonicas y avojeles, ofogulas, biloxis, mobiliens y chactas”. Todos ellos “se hallaban reveldes y asociados a los ingleses”, o lo que es lo mismo, era afines a la corona británica. De ahí que el objetivo de esta iniciativa fuera “volverlos a nuestro partido”, o sea, ganar su lealtad para con la monarquía hispánica. Parece que la empresa tuvo éxito pues, aparte de los citados, los “atacapas, opelusas, bicategüeny, nilchez y carcoucy” reconocieron la soberanía española y acataron la autoridad de Bernardo de Gálvez.

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Pese al detalle del documento anterior, la carta del gobernador matiza el alcance del encuentro, pues si se había logrado pactar con seis naciones que nunca habían sido amigas, el resto eran trece “partidas”, “sonsacadas por los yngleses, (…) abandonando sus aldeas y compañeros”. Parece, por tanto, que no eran naciones o tribus completas, sino de grupos armados, acaso formados por aquellos jefes y sus guerreros que habían decidido actuar por su cuenta. De hecho, según la carta, el motivo inicial del encuentro había sido pacificar a los biloxi, que habían sufrido un ataque anterior de los atacapa y reclamaban justicia.

No fue una sumisión gratuita, pues los pragmáticos nativos recibieron varios presentes, que Martín Navarro detalla en este escrito, aparte de los víveres que hubo que habilitar. Algunos regalos eran peligrosos, pues acrecentaban la amenaza de una posible hostilidad de los nativos, pero el gesto se compensaba con la conveniencia de su colaboración en la guerra que se preparaba contra los ingleses. Así lo reconoció José de Gálvez el 22 de diciembre de 1777, quien informó al rey y al primer Secretario de Estado, conde de Floridablanca, además de alabar la pericia y astucia de su sobrino y resolver que “atraiga todas las naciones de ellos que nos puedan ser útiles”, para lo cual remitiría las “medallas y demás efectos” solicitados.

¿Quiénes se encontraron en Punta Cortada?

Esta entrevista se inscribe en un contexto de tensiones y conflictos armados entre Francia, Gran Bretaña y España, en pugna por el control de la cuenca del río Misisipi.

Respecto a las poblaciones nativas, la mayoría de las tribus citadas se hallaban en franco declive poblacional, mermados por las enfermedades transmitidas por los europeos y por las guerras entre las tribus. De hecho, se documenta una epidemia de viruela que asoló la región a comienzos del siglo XVIII. Otro punto en común era su proximidad a los franceses. Unos habían recibido a misioneros y hasta aceptado el cristianismo, mientras que otros habían acudido a ellos buscando protección frente a los ingleses y sus aliados nativos, aunque ya hemos visto que no eran pactos estables. Es más, los acontecimientos acaecidos entre 1763 y 1777 alteraron la actitud de muchas comunidades y evidenciaron las escasas garantías de los pactos acordados en años anteriores.

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¿Qué pasó después?

El encuentro de Punta Cortada fue descrito como un éxito por Bernardo de Gálvez, aunque su trascendencia debió ser limitada. Por una parte, eran comunidades muy diezmadas y, en muchos casos, se trataba de partidas o bandas armadas más que tribus completas. Al parecer todos garantizaron su lealtad y hasta hubo dos jefes que entregaron a Gálvez las medallas que habían recibido de los ingleses, aunque, teniendo en cuenta los antecedentes, no era garantía de una paz duradera.

Sin embargo, desde un punto de vista estratégico bastaba con que se mantuviesen pacíficos durante los años inmediatos. Bernardo de Gálvez necesitaba solventar estos conflictos entre las tribus y neutralizar posibles altercados durante su inminente campaña contra los ingleses y, en el mejor de los casos, incorporar fuerzas indígenas a su ofensiva.

En todo caso, lo que se pone de manifiesto es el destacado papel que jugaron nuestros gobernantes en la Independencia de los EE.UU. Sobra bibliografía sobre la participación española. Convendría que nuestros diplomáticos y expertos americanistas recurrieran a las fuentes para contrarrestar a tanto político paleto, demagogos de sainete, que están convencidos de poder destruir nuestra historia en América, derribando cuatro estatuas.

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