19/09/2024 18:49
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Los sucesos revolucionarios acontecidos en España en 1917, insurrección que en su día se cerró en falso, fue la causa de que los fundamentos políticos construidos con posterioridad al desastre de la I República quedaran seriamente erosionados, dificultando el tránsito a una democracia liberal y proporcionando las coyunturas políticas favorables a regímenes autoritarios o totalitarios de criminal y excluyente ideología social-comunista.

Los protagonistas de aquella revolución fueron las fuerzas que históricamente han impugnado la España liberal, coincidiendo estos, con los actores de la gran tragedia Nacional que fue la Guerra Civil con sus trágicas e ineludibles consecuencias; de lo cual se infiere que estas organizaciones permanecen en estado latente y en plena disposición para la lucha con el propósito de destruir el orden, la convivencia y el progreso o llegado el caso, acabar con la soberanía e independencia de España.

A este elenco de revolucionarios socialistas, comunistas, anarcosindicalistas y nacionalistas catalanes, en épocas más cercanas y al amparo de la Constitución del 78, hay que incluir a los asesinos del terrorismo vasco, que han gozado de una forma u otra de la cobertura gubernamental, así como  de la vergonzosa protección por la humillante pasividad en las actuaciones del ejecutivo contra los etarras, todo ello impulsado por los desgraciados e imperdonables  desacuerdos y discrepancias partidistas entre los diferentes y malhadados gobiernos del PP y el PSOE.

Estando en el trance de escribir esta reflexión me ha llegado un video, enviado por una víctima de ETA en el que un socialista burgalés, de modo imperativo y con la autoridad ética y superioridad moral que le confieren las criminales industrias, traiciones y deslealtades tanto históricas como las cometidas impunemente por el gobierno del traidor y mentiroso presidente, afirma que, “como él cree que este país es un país democrático, hay que saber perdonar a los verdugos y reconocer a las víctimas”

Obviando la breve pero enérgica leyenda que acompaña al video, no puedo sustraerme a manifestar, que nunca la palabra democracia ha estado tan devaluada como cuando la pronuncia un socialista con responsabilidad pública,  este parece ser el caso, o bien sustente de una forma u otra el perverso y denigrante gobierno de Sánchez; ¡cierto!, que hay que reconocer a las víctimas, lo que no es decente ni moral, y sí, indigno y repugnante es la humillación, la burla y el desprecio que suscitan las víctimas, considerándolas como un obstáculo que es necesario soslayar para llevar a término el desleal y totalitario proyecto político del gobierno; por último, siendo el perdón algo personal y subjetivo que trasciende lo material, lo político y lo colectivo, intuyo como este maldito y temerario ejemplar de socialista español, concedería su perdón al verdugo de sus hijos……; vivimos en una época en que todo socio-comunista va de la mano, tiene como compañero de viaje a  un “obispo Setién” que le guía y protege de las iras divinas.

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Para perdonar, acercar y sacar de las cárceles a los asesinos etarras, así como para  humillar a  las víctimas, ya tenemos al infecto ministro Marlaska.

 

Una vez sustanciada la obligada réplica a las palabras emitidas en un debate electoral por un representante del socialismo español, celebrado con motivo de las elecciones convocadas para mañana en la Comunidad castellanoleonesa, me dispongo a coger de nuevo el hilo de lo que inicialmente pretendía exponer en este escrito.

En el actual proceso revolucionario al que España se está viendo arrastrada, auspiciado y dirigido desde el llamado paradójicamente, “gobierno de España”, es necesario prestar una atención especial  a sus aliados incondicionales que intentan acelerar la evolución de los acontecimientos al objeto de evitar que la política autoritaria y disgregadora que el gobierno tiene como expectativa de futuro, ni tan siquiera permita un escaso margen de maniobra a la oposición constitucionalista e incluso elimine de un plumazo la forzada adaptación de los gobernados a las circunstancias que se derivan de los hechos consumados.

Es decir, proponen una guerra de clases orientada a la eliminación del adversario y a la destrucción de las  instituciones que han mantenido y conservado el orden social y económico de la Nación; hasta ahora, esa lucha contra la unidad e integridad de España y el pertinaz empeño por alcanzar un poder excluyente se ha librado por medios no violentos, lo cual no descarta que alguno de sus socios intente, aprovechándose del caos que  genera  toda revolución, ir más lejos y recurra a la explícita violencia contra sus enemigos que nunca podían imaginar o concebir  la política como un combate en donde no se da ni se pide cuartel.

Observado el futuro inmediato con la crudeza que constata y certifica la historiografía de los movimientos revolucionarios, atendiendo con severidad y rigor la defensa a ultranza de la libertad, la armónica convivencia social y el progreso de una Nación, es urgente que la mayoría de sus ciudadanos se responsabilicen del presente y del futuro destino de su país, se comprometan con las fuerzas defensoras del orden y del derecho natural que son las que mueven y alimentan las esencias del hombre libre.

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Para que esta voluntariosa aportación ciudadana, para que este esfuerzo cívico y alarde patriótico sean efectivos, es condición “sine qua non” que los máximos representantes de los partidos políticos constituyan un frente amplio, firme y sin fisuras que organice y lidere la defensa del orden constitucional, que tenga por objetivo el cercenar las siete cabezas de la hidra antiespañola; una vez que el Hércules  de la contrarrevolución haya cumplido su histórica misión, eludiremos los riesgos, los sobresaltos y las indeseables coyunturas políticas que propiciaron la revolución de 1917.

Hasta aquí, casi la mayor parte de lo escrito no deja de ser un ejercicio de voluntarismo, no es sino un desgarrado deseo que la realidad desgraciadamente desmiente a diario, pues se constata sin margen de error alguno la ausencia de una contrarrevolución que ponga freno a los delirios,  provocaciones y traiciones del gobierno; la responsabilidad de esta sinrazón es compartida, al menos según la versión interesada de sus adversarios, por Casado y  Abascal, para ser justos y ecuánimes no en el mismo grado, a Pablo Casado le corresponde la mayor parte de este desencuentro que se materializa en una ilusoria contrarrevolución fallida, sus inconsistentes devaneos políticos, sus erráticas fluctuaciones con respecto a las ideas y objetivos a alcanzar, su negación a dar la batalla cultural, sus fobias, ataques y celos a prestigiosas y admirables personas de su mismo partido como Cayetana Álvarez de Toledo o Isabel Ayuso o su patético y miserable insulto y humillación a Abascal en el Congreso con motivo de la censura a Sánchez, le confieren un déficit político que se materializa en una considerable pérdida de votos, en una clamorosa decepción de sus adeptos y en una desafección de lo que pueda concernir al PP.

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REDACCIÓN