Un buen policía sabe distinguir al delincuente del ciudadano de bien. Esos ciudadanos están con las Fuerzas de Seguridad del Estado no con otros malparidos sectarios que se pliegan con obediencia miserable ante las órdenes políticas. Josué Cárdenas descubrió que con la Policía se camuflan maleantes. Pocos pero maleantes. Diríase que algunos que se dicen policías han puesto en práctica máximas del terrorismo internacional con que se justifica la violencia: porque sí, arbitrariamente, erigidos en jueces y verdugos por esa soberbia demoníaca que acomete a quien le importa nada la vida ajena del justo. Terrorismo y cumplimiento del deber son en apariencia incompatibles pero por lo visto el 9 de noviembre en Ferraz, no fue así. Tampoco el 6 de noviembre cuando se gasearon a mujeres , niños y ancianos.
El terrorista con placa o sin placa actúa del mismo modo: ataque por sorpresa, aniquilación y huida. Ayer el espíritu de Hamás visitó Madrid y poseyó a tres policías. Atacaron por sorpresa y huyeron. En este caso la defección se camufló con el aparente deber porque bastó arrancar la identificación de un periodista para aporrearlo y luego continuar como si nada, no obstante la placa policial es para algunos bastardos del debido deber, una patente de corso para actuar como chulos psicopáticos, justificadamente. El juramento de defender a la ciudadanía, los derechos y sus libertades, es un mero trámite cuyo cumplimiento se pasan algunos por el forro de sus podridos reaños. Cobardes armados contra indefensos ciudadanos de bien. Persiguiendo a los vándalos metieron en el mismo saco a un periodista y lo escarmentaron, los muy hijos de Satanás y de sus buenas madres. Los muy valientes. Por sus obras les conoceréis vistan uniforme o vayan de paisano. Seguro que una mirada aviesa advertiría, con la mínima observación, del exabrupto que supone uniformar a un enfermo mental o a un criminal en nombre de la Ley. Algunos lo llevan en la cara dura que protegen tras los cascos y otros a cara descubierta atacan por la espalda; como el que inició la ofensiva contra el periodista acreditado que había acompañado a los policías durante largos minutos.
Cuando agentes de policía arremeten a propósito contra un ciudadano inocente, se convierten en delincuentes con insignia. Sin duda que la mayoría de los agentes saben lo que significa el deber, el honor y la ética profesional a diferencia de los malhechores que golpearon a Josué Cárdenas, un periodista especialmente acreditado en el Congreso de los Diputados que planta cara a los herederos de ETA; la organización que no hubiese dudado en asesinar a los agresores de Ferraz. Paradójico. Y hasta se les hubiese llorado frente a los ataúdes. No pareciendo formalmente terroristas, es curioso que actuasen con similares inspiraciones: sorpresa , violencia, evasión.
Cuando cumplía con su deber y derecho profesional de informar como periodista de lo que acontecía aquella noche, un valiente agente de paisano se abalanzó contra él y le arrancó del cuello el carné de prensa para luego, con aún más coordinado pundonor de sus compañeros, arrastrarlo a una esquina donde lo apalizaron con esa gallardía inefable, excelsa, propia de valientes gudaris uniformados. Bravo por la soldadesca de Ferraz que dio rienda suelta a la inspiración de las más alta representación policial atacando a la Prensa en Madrid; de estar en el País Vasco les bailarían un aurresku al son de una dulzaina castellana. Qué arrojo y transparencia la de los osados soldados de Marlaska que se quedaron con las porras ahítas de tanta gesta singular.
Repetimos: un delincuente de paisano, disfrazado de policía y simulando su verdadero carácter ilegal, sin previo aviso le arrancó las credenciales que llevaba de Prensa y una jauría de supuestos adalides de la defensa del ciudadano lo molieron a porrazos después de arrastrarle a una esquina donde se culminó el salvaje ataque, tal cuál actúan los terroristas seguros de la desproporcionada fuerza. Porque igual actúan los terroristas: sin dar ninguna oportunidad a la defensa, parapetados tras el escondite hasta que salen a perpetrar la acción criminal por sorpresa, seguros de la impunidad y el mínimo riesgo de una reacción defensiva. Con el agravante de que el atentado de la traición sufrido por nuestro columnista y presentador de La Burbuja en Periodista Digital, fue provocado por agentes que portan una placa en representación de los valores más sagrados de la democracia, como son la defensa y la protección de la libertad. No es exagerado incidir en que la actuación salvaje de los policías contra Josué, no se diferencia de la traidora oportunidad del terrorista cuando lleva a cabo sorpresivamente el atentado con el fin de exterminar a sus víctimas. En el caso de algunos policías de Ferraz, de la actuación miserable más allá del fingido deber, la cobardía imperante en quienes no respetan integridad de un buen ciudadano, no se diferencia de los que trazan metódicamente un plan de aniquilación y lo llevan a cabo con absoluta carencia de escrúpulo moral.
Pero no causemos agravio a los tres protagonistas de la noche. Es bueno conocerlos cuando levantan heroicamente la porra contra inocentes. Esa danza dinámica de las porras alzadas es muy meritoria; son cobardes sí, pero armónicos. No conforman un aquelarre de adoradores de Satán, Dios los libre; son santos y devotos de la ley y del orden que reparten leña como si no hubiese un mañana, caiga quien caiga; ángeles justicieros con ligero, eso sí, aroma personal a azufre. Románticos juglares del canto y del garrote; al son de las sirenas prestos a la carga, a la caza del inocente, sin riesgos, ocultamente, bravíos y escondidos; cuanto más escondidos, más bravos como comprobó Josué. Seguro que los caídos en acto de servicio durante 40 años aplaudirían a este trío de nobles quijotes y sus hazañas nocturnas en el Madrid del siglo XXI. Cuánta gallardía, arrojo, templanza e inteligencia; todo un homenaje al homo sapiens del que provenimos, incluso más allá de la inteligencia prehistórica con que algunos se rigen con méritos de mamíferos y hasta pensantes. En vez de habitar cavernas, fichan en comisarías. Esa minoría bastarda del buen servicio por el que la mayoría se entrega con buen uso de la conciencia. Otros nacieron sin ella y así van por la vida en el lado equivocado de la ley, o el más a propósito para delinquir en nombre de la ley. Héroes, de mierda, pero héroes de sus casas y frente al espejo mirándose lo chulos que son.
Josué Cárdenas denuncia que los malparidos, las bestias golpearon contra personas inocentes, incluso a quienes salían de un El Corte Inglés. Las bestias están identificadas.
Los terroristas eran criminales que se representaban a sí mismos en la lucha armada; los policías que apalearon a Josué representan a España con un escudo nacional , un juramento y un honor excelso a mayor gloria sectaria; nadie es perfecto. Un aplauso para esos gudaris fuera del País Vasco, para esos arlequines con uniforme de batalla, para esos payasos del Madrid nocturno que escenificaron el circo del orden y la ley, columpiándose como monos con el malabarismo del deber policial disfrazado de puto matón.
Estos defectos de la democracia confrontan contra los ciudadanos inocentes con idéntico modus operandi que el terrorismo: ataque por sorpresa, procurando que no haya testigos para culminar la valiente acción del abuso brutal sin oportunidad a la defensa. Josué fue víctima de unos desalmados.
Toda nuestra solidaridad con nuestro compañero Josué que ha sufrido este salvaje atentado por parte de impostores policiales, indignos de portar una placa y de representar a la Fuerzas de Seguridad del Estado. Seguro que si se les mira bien, llevan tatuajes del logotipo del PSOE en el culo, fieles a Marlaska, salidos del mismo y miserable armario de la putridez moral.
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Entre la gente «de orden» siempre se defienden a las fuerzas policiales, armadas etc pero no olvidemos que son empleados por y del Gobierno de turno, cierto que defienden a la Nación pero en la práctica defienden al Estado (ojo, no a la «comunidad nacional» sino al aparato, a la carcasa-podrida, corrupta– del Estado) y por ende al Gobierno del Estado. Yo no me siento muy defendido, protegido por esos polizontes cachas de gimnasio y de porra fácil, esos que se escagazan ante «moros», «latinos», esos que no sacan las porras a pasear ante los batasunos y chusma cupera etc, porque los hemos visto como se automotivan fuera de la furgonetas antes de salir a contar las costillas de jubilados, mujeres, niños y jóvenes, mientras sus comisarios obedecen servilmente (siempre hay beneficios vía pagas y chapas y si hace falta fondos reservados) las órdenes de sus jefes politicos «comprensivos» con Bildu. Por otro lado la infiltración policial creo que se conoce muy bien, es tan antigua como la vida misma. Diría que en muchas organizaciones (algunas con menos miembros que un equipo de fútbol sin suplentes) desde los primeros 70s estaban y están plagadas de policías infiltrados encargados de obtener información y a la vez jalear según en que dirección para manipular y desprestigiar… En cuanto al joven Cárdenas espero se recupere pronto para poder leer sus artículos y paciencia porque si presenta denuncia dentro de 4 o 5 años habrá juicio y el fallido Estado le indemnizará con un tubo de Trombocid.
Los lacayos del Estado siempre han sido así.
El progre y antifascista (je je) Marlasca aprendió de Franco y ahora «su» ¿nuestra? policía se parece a la de los años 60/70 como una gota de agua
Lacayos de los satánicos títeres del sionismo masónico que, con pucherazos descarados (no se suman los votos en los escrutinios generales), se han apoderado de nuestro parlamento al más puro estilo fascista
A mi con la policia me pasa como con la Guerra de Secesión USA, me gustan más los grises que los azules.