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Un 12 de septiembre de 1846 nació en una familia de propietarios rurales, Josep Torras i Bages (1846 – 1916)​, sacerdote, teólogo, filósofo, jurista, y Obispo de Vic y escritor en lengua catalana, fue el principal impulsor del regionalismo catalanista, ​ tradicionalista y católico. Estamos ante una figura sin igual que no podría vivir en esta época de miseria moral e intelectual.

Desde muy joven mostró una firme vocación sacerdotal, pero además de a la actividad apostólica, también se dedicó a la labor literaria.  Sus documentos pastorales son modelos de doctrina y de literatura.  Colaboró en “La Veu de Montserrat”, en “Les Quatre Barres” y en “La Veu de Catalunya”.

Cursó sus primeros estudios en Vilafranca y en 1859 pasó a Barcelona, donde obtuvo el grado de Bachiller en Artes con el trabajo «Dios y el alma humana». Estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona bajo la dirección de Manuel Milá i Fontanals, a la vez que recibía lecciones de Filosofía de Francisco Javier Llorens i Barba, de griego, de Antoni Bergnes de las Casas, y de Retórica de Josep Coll i Vehí. En 1868 y durante los hechos de la llamada «Revolución de Septiembre» huyó a Francia con su familia. Volvió a Barcelona el año siguiente para licenciarse e inmediatamente doctorarse en Derecho Civil y Canónico con la tesis «El matrimonio cristiano». Ese año, en 1869, ingresó en el Seminario Conciliar de Barcelona y el año siguiente pasó al de Vic, donde profundizó en la filosofía tomista de la mano del canónigo Andrés Duran. En 1873 tuvo que volver a huir, esta vez en el Conflent, como consecuencia de los disturbios de la Primera República. Durante este breve exilio tuvo la oportunidad de viajar a Roma con su amigo el canónigo Jaume Collell, y allí fueron recibidos personalmente por el Papa beato Pío IX. En 1876 se licenció en Teología en el Seminario Conciliar de Valencia y al año siguiente fue sucesivamente ordenado diácono, en Vic, y sacerdote, en Gerona. Después se trasladó a Barcelona y ejerció una intensa labor tanto pastoral como intelectual. Mientras ejercía de confesor del Seminario y de las monjas de Valldonzella, fue consiliario del Círculo Artístico de Sant Lluc y de la Unió Catalanista, y fundó la Liga Espiritual de la Virgen de Montserrat. Fue construyendo un pensamiento catalanista de profunda raíz cristiana, hasta el punto de convertirse en el máximo exponente de esta corriente, equidistante del carlismo y el integrismo católico de la Restauración encabezado por Félix Sardá i Salvany. 

En 1887 el Centre Català vivió una aguda crisis producto de la ruptura entre las dos corrientes que lo integraban, una más federalista encabezada por Valentí Almirall, y otra más catalanista y aglutinada en torno al diario “La Renaixença”. Los integrantes de esta corriente catalanista abandonaron el Centre Catalá en noviembre de 1887 para fundar la Lliga de Catalunya, a la que se unió el Centre Escolar Catalanista, una asociación de estudiantes universitarios de la que formaban parte los futuros dirigentes del nacionalismo catalán de carácter más conservador. 

Torras y Bages publicó una gran cantidad de libros y opúsculos en catalán y alentó a otros clérigos para que también lo hicieran. En castellano publicó “El clero en la vida social moderna” (1888), obra que tuvo una gran difusión en toda la península y que lo mostró como líder del movimiento para la adaptación de la Iglesia a las nuevas realidades políticas y sociales frente al integrismo imperante.

En 1891 la Lliga de Catalunya propuso la formación de la Unió Catalanista que enseguida obtuvo el apoyo de entidades y periódicos catalanistas, y también de particulares.  La Unió celebró en marzo de 1892 su primera asamblea en Manresa, a la que asistieron 250 delegados en representación de unas 160 localidades, donde se aprobaron las Bases per a la Constitució Regional Catalana, más conocidas como las Bases de Manresa, que se suelen considerar como el «acta de nacimiento del catalanismo político». Ese año, en 1892, eligieron a Torras i Bages presidente de la comisión encargada de redactar las Bases de Manresa.

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Las Bases de Manresa (o Bases para la Constitución Regional Catalana) son un documento presentado en una reunión catalanista como proyecto para una ponencia de la Unión Catalanista ante el consejo de representantes de asociaciones catalanistas reunidas en Manresa (Barcelona) el 25 y 27 de marzo del 1892 por iniciativa de la Lliga de Catalunya.

La presidencia la ocupó Lluís Domènech i Montaner y Enric Prat de la Riba actuó como secretario. La comisión encargada de redactar las Bases estuvo presidida por Josep Torras i Bages.

De ese año 1892 data su obra más importante, “La tradició catalana”, que constituye un estudio e interpretación de la mentalidad del pueblo catalán a través del estudio y del análisis de sus figuras históricas más representativas, así como una exposición y una defensa de los valores éticos del regionalismo catalán, los cuales, según el autor, forman la mejor base para una constitución social y política de Cataluña. En dicha obra, traza un cuadro histórico del pensamiento y la cultura de los catalanes, defiende el uso de la lengua vernácula y afirma que el renacimiento de Cataluña debe cimentarse en los caracteres positivos tradicionales de este pueblo. El lema de este libro, “Cataluña será cristiana o no será”, fue asumido por la militancia catalanista católica y por diversas generaciones del catalanismo político, y años después fue grabado y esculpido en la fachada del monasterio de Montserrat. “La tradició catalana” fue libro de cabecera de varias generaciones del catalanismo moderado de raíz cristiana. En “La tradició catalana” afirmaba que la nación catalana había sido creada por Dios: «Cataluña la hizo Dios, no la han hecho los hombres; los hombres solo pueden deshacerla; si el espíritu de la patria vive, tendremos patria; si muere, morirá ella misma», escribió.

En otra parte de este libro decía: “La Iglesia es regionalista porque es eterna. Los organismos políticos, los Estados, se hacen y se deshacen según las circunstancias, incluso son constituidos en congresos diplomáticos, por lo que su duración es siempre limitada, y, al deshacerse, reaparecen las antiguas naciones, las unidades sociales naturales formadas, no en congresos, ni en dietas de hombres de Estado, sino en los eternales consejos de la Providencia divina”.

[…] ”un breviari del culte a la pàtria-terra; però que de cap manera s’oposa, ans al revés, al culte d’Espanya, és un conjunt de pobles units per la Providència”

(“Un breviario del culto a la patria-tierra, pero de ningún modo se opone, por el contrario, al culto de España, conjunto de pueblos unidos por la Providencia”). Torras i Bages, Josep, “La Tradició catalana”, Barcelona 1892.

Efectivamente, ser catalanista no es ser antiespañol sino ser regionalista, ya que el centralismo destrozó España con los Borbones, y se convirtió en nuestro principal problema con los liberales, muchos de ellos masones o apoyados por la masonería.

Posteriormente, fue elegido miembro numerario de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi en 1896, y de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona en 1898. El 8 de octubre de 1899 y a instancias de Manuel Duran i Bas, entonces ministro de Gracia y Justicia en el gabinete del gobierno de Francisco Silvela, fue consagrado Obispo de Vic por traslado de su antecesor, Josep Morgades i Gili, al obispado de Barcelona.

Fundó la Liga Espiritual de Nuestra Señora de Montserrat, y presidió los Juegos Florales de la Lengua Catalana, en los que pronunció un notable discurso sobre el tema “La força de la poesía”

Consejero del Cercle Artístic de Sant Lluc de la capital catalana, publicó una serie de trabajos sobre arte y estética que lo revelaron como un perfecto erudito en la materia.

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En 1906 Torras i Bages rehusó la promoción a arzobispo de Burgos por el hecho de que esto conllevaba su alejamiento de su tierra.

Las pastorales de Torras i Bages son numerosas y constituyen un sólido cuerpo de doctrina católica. Entre ellas descuellan La Ciutat Pontifical (1902), La confessió de la fe (1906), El misteri de la sang (1906), La glòria del martiri (1909), El camí de la grandesa (1914), L’enigma de la guerra (1915) y la conmovedora La ciència del patir, que firmó en su lecho de muerte, en 1916.

Tanto por sus virtudes auténticamente cristianas como por su saber humanísimo, que comunicó en un estilo correcto, sencillo y persuasivo, Torras i Bages es una figura señera del renacimiento catalán.

Su sepulcro se encuentra en la catedral de Vic.

Mientras Cataluña se mantuvo apegada a la Tradición, permaneció impermeable a las tesis burguesas y liberales. Por eso, para lograr que la Cataluña popular comprase la mercancía averiada del centralismo, la burguesía liberal hubo de ocultar la tradición catalana. Como decía Jordi Mota, “la lengua no es la base del catalanismo, saber catalán no te hace catalán. Es sentir las tradiciones, la cultura, la forma de vida. Y hoy en las grandes ciudades, se ha perdido toda esa esencia, ya no son catalanes sino mundialistas hablando catalán”. Esto hoy vale para todas las grandes ciudades cosmopolitas como Paris, Londres, Madrid o Barcelona, donde la sustitución demográfica ya es una realidad inexorable, y el consiguiente enfrentamiento étnico civil repunta ya en todas estas ciudades de “ciudadanos del mundo”.

Como herencia de esta corriente que impulsó Josep Torras i Bages sería justo mencionar el Tercio carlista de Montserrat, que durante la guerra civil española se batió con bravura sin igual, hasta quedar diezmado por dos veces, primero en la batalla de Teruel y después en la batalla del Ebro, y cuyos integrantes sólo hablaban catalán, y no por hispanofobia precisamente sino porque al ser catalanes, hablaban su lengua vernácula, que era el catalán, ya que no conocían el castellano. Y, de entre ellos, cabría mencionar al filólogo e historiador  Martí de Riquer i Morera (1914 – 2013), que luchó como requeté y miembro del Tercio carlista de Montserrat, que combatió en la batalla del Ebro, y fue un medievalista catalán, Doctor en Filología Románica y especialista en literatura trovadoresca y en literaturas románicas, que en 1965 ingresó en la Real Academia Española y que este mes de septiembre se conmemora el séptimo aniversario de su muerte el 17 de septiembre de 2013 a los 99 años de edad.

Y hoy, es el partido político identitario SOM Identitaris, que dirige Josep Anglada, el que mejor representa la defensa de la tierra, de la identidad, de la tradición y del regionalismo frente a separatistas y separadores, frente a indepes y frente a centralistas, en una España unida en su diversidad, y en una Europa de las identidades.

Todos ellos nos enseñan que hoy no estamos solo ante una crisis de valores, sino también ante una crisis de valor, y ante una crisis de identidad impulsada por el mundialismo apátrida. 

Honor i glòria als defensors de la terra. No defallim.

Autor

REDACCIÓN