21/11/2024 12:00

Nieto

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En todo el episodio (singular y con trazos surrealistas) de Ana Obregón y su descendencia hay, antes que nada, un morbo colectivo (lo que algunas viejas cotorras del periodismo llaman «interés general») que lo hace sumamente desagradable. Ese cotilleo insano, ese gusto por el chismorreo facilón ausente de cualquier intento de análisis, que viene alimentando a la llamada «prensa rosa» desde hace décadas, en contra del buen gusto, la necesaria discreción y el sentido común.
Más allá de que yo haría una pira con todas las publicaciones de «papel couché» hasta llenar el cielo de colorines (y no se salvarían de ella las revistas caras, que son en realidad las peores), me alarma la superficialidad y la simpleza con que la sociedad deglute un hecho tan esperpéntico y casi fantasmagórico, con una señora que va a Estados Unidos para ser madre, y que vuelve a España siendo abuela. Con una madre biológica que en realidad no es madre, y un padre biológico que ya falleció.
Vaya por delante que de ninguna manera voy a menospreciar los sentimientos de nadie, y menos aún cuando implican un sufrimiento personal de muchos años. Esta señora (y ese es el dato principal del que arrancaría cualquier análisis medio serio) ha sufrido la enorme desgracia de perder a un hijo muy joven de una manera dramática. Y ha querido llenar su vacío interior de una manera…, poco convencional. Una promesa en el lecho de muerte de su vástago hizo lo demás. Y, por supuesto, la «prensa rosa» y el morbo de porteras que viven en los platós de TV obraron el pequeño milagro.
Primera consideración importante: no son los padres los que tienen derecho a tener hijos, sino los hijos quienes tienen derecho a tener unos padres. Y no es un juego de palabras. La soledad (o el sentimiento de soledad, que es peor) no debe llenarse «con un hijo», sino con una compañía adecuada a la edad y a las circunstancias. Siempre que se «utiliza» a un menor para algo diferente de asegurar, en el seno de un hogar familiar, su crianza amorosa y completa, los resultados suelen ser lamentables, sobre todo para el menor.
Esta señora, que hoy babea mientras da el biberón a su hija-nieta, seguramente no se ha planteado que cuando la cría llegue a los quince años de vida (edad harto complicada) y empiece a hacerse preguntas de cierta enjundia, descubrirá que su padre no está, que a su madre no la conoce y que su abuela (responsable final de su nacimiento) no puede ya ocuparse de ella, porque es demasiado mayor. Y en esa edad donde se necesitan certezas, seguridades y criterios maduros, ella tendrá angustia, desazón e incertidumbre. Y tampoco estarán los editores del papel couché para colaborar.
¿Quién enjugará entonces sus lágrimas adolescentes?, ¿quién responderá sus preguntas (totalmente lógicas y pertinentes) de «por qué a mí», o «por qué no puedo tener una familia, como tienen mis amigas»? Sí, ya sé que el propio concepto de «familia tradicional» se ha desvirtuado y casi destruido, pero de ahí a no tener ningún vínculo parental normal en plena adolescencia, media un abismo. Un abismo que, no lo duden, acarrea inevitablemente sufrimiento y frustraciones.
Ahora me dirán, los apóstoles del posibilismo liberal, que «Ana Obregón tiene derecho», que pobrecilla, que tal y que cual. Y que en pleno genocidio silencioso de niños abortados, ella ha «posibilitado» una nueva vida. De acuerdo en todo. Y feliz de que exista esa vida. Pero este artículo tenía solamente un objetivo: subrayar que las extravagancias vitales que conllevan sufrimiento ajeno no me gustan, aunque las adornen con lacitos y palabras modosas. Y que la afición a «jugar a ser dioses», casi tan antigua como el hombre, no termina nunca bien.

Autor

Rafael Nieto
Rafael Nieto


Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.

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Geppetto

En España, amigo mio, los hijos no tienen derechos, ni nacer se les permite.
O si nacen después terminan en malas manos, en gentes como Marlasca o la mofletes O SON ADOCTRINADOS POR TODO VIL SER QUE SE LES ACERCA
Por eso cuando veo que una persona que con teson consigue que nazca un niño, crio que va a tener su vida resuelta desde su llegada al mundo en una familia normal, aunque sin padre, pero con tios, primos y demas, solo grito un:
¡¡ BIEN !!

jedoju

Pero esta niña cuando tenga 15 AÑOS, estará rodeada del resto de la familia al menos de su abuela, con tías, primas, primos y demás parientes. Que preguntan se hacen los menores que se quedan sin padre y madre por un accidente de la vida.

Geppeto

El adoctrinamiento existió siempre Una familia normal no es la que piensa como usted necesariamente pues un niño puede ser feliz también con una familia distinta a usted Una familia tolerante y que eduque en valores de respeto hacia los demás

Geppeto

Quien es la mofletes señor insultador? Que le pasa a usted Su vida es muy triste

ANTONIO PARRA GALINDO

BUEN AFRTICULO LA OBREGÓN NOS PONE DE LOS NERVIOS POR SALIR EN LA PRENSA DEL CUORE PROFANA LA MEMORIA DE SU HIJO

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