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El año 2020 sin duda alguna pasará a la historia como el año de la pandemia del COVID-19 con sus recuerdos y comentarios sobre el confinamiento de casi toda la población mundial, la parada de la actividad laboral, industrial y económica global, la parada de toda actividad religiosa en todo el mundo cristiano, judío y musulmán y en las demás religiones; recordaremos el año en que todo el mundo ocultó su cara detrás de una mascarilla y se pasaba el día fregándose las manos con gel hidroalcohólico… y toda esta movida mundial, inédita en la historia; pero cuando pase el tiempo y tengamos perspectiva de lo que verdaderamente ha pasado quizá entonces nos demos cuenta de que, en realidad, este tiempo de supuesta pandemia no se ha acompañado de un aumento de fallecimientos entre nuestros familiares, amigos y conocidos que justifique todas estas medidas draconianas e inusitadamente formidables aunque, eso sí, pudiera ser que nosotros y/o algún familiar, al igual que millones de ciudadanos, hayamos podido ser identificados como supuestamente infectados por el coronavirus y que, inexplicablemente, no hayamos presentado ningún síntoma o, en todo caso, los síntomas de una gripe, como ha sido el caso de millones de ciudadanos en el mundo; estos ciudadanos “infectados asintomáticos” o que han presentado los síntomas de una gripe no han sido pocos, ni mucho menos, sino que han sido más del 99,04 % y sólo un 0,06% de ellos han fallecido, según datos oficiales de la mismísima OMS y del CDC (Centro de control de Enfermedades de USA) y hay que decir que de este pequeño porcentaje de fallecidos, el 90% han sido ancianos de más de 70 años que, además, padecían de otras enfermedades crónicas concomitantes. Cuando pasen unos años, quizá, nos demos cuenta que toda esta parada no ha estado justificada.
Si comparamos los datos de fallecimientos ofrecidos por los estamentos oficiales, la afirmación de que hemos pasado una pandemia ha sido mentira o, por lo menos, una gran exageración sin sentido alguno y, en realidad, este año no ha pasado nada que no pase todos los años con la gripe estacional y, por tanto, este año que ha terminado no debiera pasar a la historia como el año de la pandemia sino que sería mucho más apropiado llamarle con otras denominaciones: ¿El año de la gran mentira mediática? ¿el año de la falsa pandemia? ¿el año de la gran alucinación de terror? ¿el año de la gran histeria colectiva? ¿el año en que los políticos demócratas violaron nuestros derechos más elementales? ¿el año de la gran parada socioeconómica? ¿el año en el que se abolió durante meses la liturgia en el mundo? ¿el año en que se paró el mundo por nada?
Sea cual sea la forma en que describamos y recordemos este año 2020 no será nunca de manera parecida, ni poco ni mucho, a ningún otro año vivido y conocido con anterioridad; puesto que es la primera vez que la humanidad entera se ha visto “supuestamente” atacada por un nuevo virus que amenazaba con matar a millones de ciudadanos en un santiamén (aunque a la postre no ha matado a casi nadie o a nadie); ha sido la primera vez que los políticos han “arrestado” a toda la población de manera sumaria, sin previo juicio y sin haber cometido ningún delito, es decir, han arrestado a la ciudadanía “por la cara”; ha sido la primera vez que se han abolido los viajes internacionales, interprovinciales e, incluso, la visita a amigos y familiares; es la primera vez que se ha obligado a toda la población a llevar mascarillas quirúrgicas; es la primera vez, en más de 2.000 años en que se ha abolido la liturgia en todo el mundo cristiano, en que han quitado el agua bendita de los templos y que se regula el número de fieles que asisten a los oficios sagrados; es la primera vez que la policía y el ejército se dedican a cazar a inocentes y honrados ciudadanos y les preguntan a dónde van, si son de esta o aquella provincia y si tienen justificación para desplazarse o no llevar mascarilla; es la primera vez que está prohibido que los jóvenes se reúnan para divertirse y se organizan redadas policiales para detenerles y multarles como si fuesen miembros de organizaciones terroristas; es la primera vez que está prohibido abrazar y besar a padres, hermanos y abuelos e, incluso, dar la mano y abrazar a los amigos, es la primera vez que se les ha prohibido a los niños salir de casa y jugar en compañía de otros niños… ¡ Cuantas cosas hemos hecho y hemos dejado de hacer, por primera vez el la historia, este maldito año bisiesto de 2020! Y todo ha estado motivado por las campañas de terror iniciadas y mantenidas por una prensa histérica al servicio de una élite oscura y desalmada que gobierna o, más bien, manipula también a unos políticos necios e ignorantes que han puesto en marcha todas esas medidas que han resultado ser tan absurdas y abusivas como novedosas e inéditas en la historia.
Y las preguntas ahora son ¿Superaremos en el 2021 toda esta alucinación colectiva o seguiremos imbuidos en este terror absurdo y sometidos a la misma conducta irracional que, sin duda, nos conducirá a una crisis mundial a todos los niveles? ¿Serán capaces los políticos y la prensa de reconocer que se han equivocado y querrán enmendar esta farsa? ¿Seremos capaces de recuperar la normalidad o nos vamos a sumergir en la necedad perpetua e irreversible y en una crisis profunda a nivel, psicológico, económico, laboral y social? ¿Habremos aprendido la lección o seguiremos a merced de cualquier otra futura pandemia que pueda presentarse en otro momento elegido por la élite satánica que gobierna el mundo desde la sombra?¿hemos inaugurado el tiempo de las dictaduras médico- científicas? ¿va seguir la prensa siendo el altavoz de esos nuevos poderes y producir más casos de terror y paranoia colectiva?
Llevamos pocos días en el nuevo año 2021 y, la verdad, no parece que este nuevo año vaya a ser muy diferente del que hemos finiquitado sino que, por desgracia, no podemos descartar que todas las medidas represivas, abusivas y absurdas introducidas en el 2020 y la paranoia mediática practicada hasta el hartazgo no se vayan a incrementar y que, incluso, tomen naturaleza de “normalidad” este año que acabamos de inaugurar.
Lo decimos porque, hasta ahora, los médicos, los biólogos, los periodistas y demás ciudadanos que disienten de la versión oficial han sido y lo siguen siendo vetados y censurados en todos los medios de información y, así, sus videos, sus audios y sus artículos donde tratan de explicar el engaño de la falsa pandemia con razones, hechos y cifras y, sobre todo, con razonamientos lógicos, son censurados en youtube y en todas las televisiones, las radios y los periódicos y en sus informativos e, incluso, el ministro de sanidad español amenaza con tomar medidas legales contra ellos; cuando se trata de médicos disidentes, sufren represalias de sus colegios profesionales que les sancionan y les descolegian y son cesados de sus puestos de trabajo; es decir, hay una verdadera caza de brujas y una represión sin medida contra toda voz disidente que con razones lógicas, hechos y cifras, intente poner un poco de sentido de la realidad y de simple sentido común en esta alucinación colectiva de terror y caos.
Los disidentes, aunque sufrimos esa represión y ese abuso, no somos tontos y no dejamos de entender y de comprender las razones que tienen, tanto la prensa, como los políticos, como la clase médico-científica y los colegios de médicos para estar tan empeñados en acallar, como sea, las voces de los científicos, los médicos y los periodistas disidentes; por supuesto que conocemos esas razones y estamos seguros de que el lector también las entenderá: Si todo ha sido un engaño, una gran mentira, una alucinación… como afirmamos los disidentes… ¿cómo podría justificar la prensa tantos telediarios, tantas tertulias, tantos programas monográficos… que desde la mañana a la noche han estado emitiendo todas las televisiones del mundo durante tantos meses hasta lograr el pánico general? ¿cómo podrán justificar, todos los médicos, virólogos, biólogos famosos, directores del centros oficiales, del CESIC, de universidades… que desde esos medios han estando amedrentando a los ciudadanos en lugar de haber filtrado toda esta farsa y haber librado a la gente de todos estos abusos? ¿cómo podrán justificar todos estos “sabios” los elevados sueldos que cobran si los disidentes, con sus argumentos evidentes y lógicos, demuestran la inutilidad de su “ciencia” y la banalidad de su “sabiduría”? Y los políticos ¿cómo podrán admitir que todas esas medidas draconianas e inéditas las han tomado por nada? ¿ cómo admitir que han abusado de todos los derechos fundamentales de los ciudadanos por una alucinación y como admitir que, con sus decisiones políticas y administrativas, están creando la mayor crisis económica y laboral que haya conocido la historia motivados por algo que, en realidad, no existe ni ha existido nunca? ¿cómo van a admitir que han sido engañados por sus expertos y han arruinado la economía de sus pueblos? ¿cómo van admitir los culpables su culpa si a los mismos ciudadanos que no han hecho otra cosa que sufrir el peso de toda esta alucinación les cuesta admitir que todo ha sido mentira y que les han engañado?. Hacemos esta última pregunta puesto que sabemos que, a pesar de no tener ninguna responsabilidad, les cuesta aceptar que todo ha sido una farsa… si a las víctimas inocentes les cuesta aceptar la verdad ¿cómo no les va a costar a los verdugos y responsables directos de haber creado y mantenido la alucinación de terror?…
Desgraciadamente sabemos que les va a costar muchísimo reconocer que se han equivocado tanto y durante tanto tiempo, les va a costar tanto reconocer su gran error… que no lo van a hacer, no lo van a poder asumir. Políticos, médicos, colegio de médicos, CSIC y toda prensa van a intentar lo que se llama en lenguaje psicológico “una huida hacia adelante”, de hecho, ya lo están haciendo y, por eso, lejos de parar y reflexionar van a incrementar las medidas restrictivas, van a aumentar los controles y la represión y los castigos contra las voces disidentes y para atajar el error, como todo el mundo sabe, han introducido aceleradamente una “vacuna” que no ofrece ninguna garantía, como ellos mismos afirman. Es una vacuna que se ha producido aceleradamente en menos de un año y, por tanto, a diferencia de las que hemos conocido hasta ahora que necesitan 5 ó 6 años de ensayos y pruebas, esta “supervacuna” se ha sintetizado y lanzado al mercado en unos cuantos meses y, por si fuera poco, se ha fabricado en medio de una carrera de competición entre varias multinacionales farmacéuticas que, ni siquiera, han tenido que disimular su feroz competencia por hacerse con el gran negocio a costa del terror de la mayoría de los ciudadanos que confían calmar su pánico y volver a la normalidad con el consumo de esa esperanzadora vacuna. Sin embargo, como dice en refrán “va a ser peor el remedio que la enfermedad”, en efecto, ya han empezado a aparecer los primeros casos de rechazo a la vacuna y los primeros efectos secundarios a su inoculación; fenómenos tóxicos que van desde pequeñas inflamaciones, alergias, fiebres, “shocks” anafilácticos, desmayos… hasta muertes; nada nuevo en la historia de las vacunas pero, eso sí, todo será silenciado, tergiversado, disimulado, escondido… ya se ha estado haciendo todo eso durante décadas y es una práctica muy conocida y resulta muy fácil para la administración política y sanitaria y para la prensa; mentir y tergiversar no es nada nuevo ni complicado para quien domina la información.
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