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El 9 de Octubre celebramos el Dia de la comunidad valenciana porque esa fecha en el año 1238, el rey templario Jaime I el conquistador, conquistó València para la catalanidad, la cristiandad y la civilización europea, librándola así del dominio musulmán de Abul Djumayl Zayyan, el rey de Balansiya. Esta celebración del Nou d´Octubre se institucionalizó un siglo más tarde, por lo que se trata de una celebración con una larga tradición iniciada en el siglo XIV por el rey Jaime II de Aragón. Fue, por tanto, un siglo después de la conquista de la ciudad de Valencia por el rey Jaime I, cuando en el 1338, el Consell de la ciudad organizó una procesión de conmemoración institucionalizada. Desde entonces, se propuso hacer la misma procesión todos los 9 de octubre, y en 677 ocasiones Valencia ha rememorado la fecha. Desde el primer momento, la celebración ha tenido dos principales motivaciones: dar gracias a Dios por la liberación del «yugo musulmán» y por la incorporación del Reino de València a la civilización cristiana. Y ya de forma más moderna y actual, el hecho de que Jaume I constituyera un nuevo reino con leyes forales propias en el que todos los valencianos se reconocen bajo una misma identidad y con un mismo proyecto común de autogobierno. El mismo día en 1891 tuvo lugar la primera celebración organizada por la asociación “Lo Rat Penat”, sociedad cultural valenciana dedicada a la promoción, defensa, enseñanza y difusión de la lengua y cultura valencianas, aunque hoy sea una entidad blavera. Es, por tanto, una fecha histórica que se debe de celebrar.

La polémica ha venido de un tiempo a esta parte sobre cual es la identidad de los valencianos y sobre la lengua, el valenciano. En realidad, esta polémica es más política que otra cosa, porque en el ámbito académico y universitario hoy no hay tanta polémica sobre este tema. Son los llamados blaveros los que pretenden azuzar una polémica absurda sobre cual es la identidad de los valencianos. El blaverismo – que viene de “blau” (azul) por el pendón real que tiene la senyera valenciana, que no tiene la catalana – es la denominación con la que se conoce al movimiento político anticatalanista que defiende un valencianismo anticatalán, que surgió en la comunidad valenciana durante la transición, por tanto muy recientemente en la historia, lo cual ya nos da un dato revelador a su ausencia de arraigo histórico. Este movimiento político, que no histórico, considera las ideas del ensayista valenciano Joan Fuster Ortells (1922 – 1992), en su obra ‘Nosaltres, els valencians’, publicada en 1962, como un movimiento pancatalanista o imperialista del nacionalismo catalán que intenta imponer el catalán en la comunidad valenciana, dado que en dicho ensayo, Joan Fuster afirma que los territorios de «habla catalana»​ del denominado Pais Valencià tendrían como único «futuro normal» la incorporación a una entidad «suprarregional», los denominados Països Catalans, y propone la «reconstrucción nacional» de la Comunidad Valenciana dentro de un marco compuesto por los territorios de habla catalana, tal es el término que él mismo popularizó: la expresión Països Catalans , aduciendo en contra los blaveros que el valenciano no es un dialecto de la lengua catalana, y que el valencianismo no tiene nada que ver con la catalanidad porque Valencia fue un reino y Cataluña no tuvo un reino sino condados, ignorando y despreciando que tanto los reinos como los condados fueron creados por un pueblo, que en este caso después lo repobló. Estos son algunos de sus “argumentos” y de su nivel argumental para tratar de negar lo evidente. En el día de hoy, partidos políticos de marcado carácter anticatalán, como Cs, el PP o VOX tratan de agitar en la comunidad valenciana, al igual que lo hacen en Baleares, el anticatalanismo. Y son estos tres partidos del “trifachito” los que tratan de agitar en Valencia el anticatalanismo “blavero”, que es un fenómeno político cimentado en una leyenda, que derivó hacia la violencia en su apogeo en los años 80. Es lo que se conoce como la “Batalla de Valencia”: quema de la senyera oficial que entonces no llevaba la banda azul; atentados contra domicilios de intelectuales del nacionalismo valenciano, como Joan Fuster, Premio de honor de las Letras catalanas, que en 1978 sufrió un atentado, así como también en 1981 en su domicilio, con la colocación de dos artefactos explosivos que no ocasionaron daños personales al escritor, aunque sí a su vivienda y biblioteca. En 1997, unos delincuentes blaveros – valga la redundancia- profanaron la tumba de Joan Fuster, entre otros, del cementerio de Sueca (Valencia), y en el 2007 tanto la puerta de la casa del escritor en Sueca como el monumento del escritor, museo y centro cultural, fueron pintarrajeadas por los blaveros con pintadas en las que lo tachaban de “nazi”, “catalanista”, etc.

Pero como digo, esta polémica es política, no académica. Cualquier historiador medievalista y cualquier filólogo romanista tiene muy claro lo que son los valencianos, cuáles son sus raíces étnicas, y lo que es el valenciano como lengua.

Las raíces étnicas de los valencianos actuales son las de los repobladores del Reino de Valencia durante la Reconquista, de la misma manera que la las raíces étnicas de los andaluces actuales son las de los repobladores castellanos y leoneses de Andalucía, con los castillos y leones presentes en todos los escudos de las provincias andaluzas. Tras la conquista del actual territorio valenciano por la Corona de Aragón en el siglo XIII, sus tierras fueron repobladas mayoritariamente por catalanes y minoritariamente por aragoneses, y allí dejaron su lengua, el catalán, idioma que se habla desde entonces con diversas variedades dialectales. Así lo certifican el Llibre del repartiment, la historiografía y los lingüistas, así como la Acadèmia Valenciana de la Llengua, que reconoce la unidad de la lengua catalana; nada demasiado diferente de lo que los españoles hicieron en América Central y del Sur. Sin embargo, mientras que en Andalucía o en América, desde Baja California hasta Ushuaia no se discute que sus habitantes hablan castellano o español, por extraño que parezca, en tierras valencianas no existe el mismo consenso sobre su lengua. El origen de este fenómeno, cimentado sobre la leyenda acientífica de que el valenciano es una lengua ajena al catalán, es político, y aunque sus defensores se hacen llamar “valencianistas”, para diferenciarse del nacionalismo valenciano —que no profesan—, popularmente son conocidos como blaveros (en referencia al ‘blau’ — azul en valenciano — que diferencia la senyera valenciana de la catalana).

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No obstante, pese a su endeble mito fundacional, el blaverismo gozó de cierta popularidad durante más de una década y su pretérito poder de influjo entre una parte de la sociedad con menos cultura aún parece atraer a determinadas ofertas políticas. El PP valenciano lo utilizó, primero para auparse al poder en la década de los noventa sobre los hombros del partido blaverista Unió Valenciana, que después sería fagocitado por el PP, y luego, ya en solitario, para mantenerse en las instituciones durante más de veinte años. Y más recientemente lo ha utilizado Cs y VOX. Anticatalanismo histórico ya había existido en los años 60, pero es en la transición cuando explota como lo conocemos ahora. Y fue en los años 90 cuando todas las entidades blaveras fueron subvencionadas por el PP por intereses políticos y electoralistas.

Volviendo a la historia, y empezando por la historia antigua, la etnogénesis de los valencianos y de todo el Levante se remonta a los iberos, un pueblo europeo, cuyo origen procede de la cultura indoeuropea de los Campos de urnas, guerreros-campesinos de la Edad del Bronce.

Muchos siglos después, en el siglo XII, un siglo antes de las campañas del rey Jaime I, las incursiones de los almohades y los almorávides laminaron a los mozárabes valencianos, por lo que no tiene sentido recurrir al mozárabe como hacen los blaveros para tratar así de separar la identidad y la lengua valenciana de la catalana.

Después, durante la Reconquista, los núcleos iniciales de resistencia se transformaron en los diferentes reinos cristianos peninsulares. Los reinos y condados medievales de toda la península, de los que somos herederos, nacen y crecen siguiendo un eje espiritual y geográfico norte-sur. La re-conquista y la radical sustitución étnica son las dos claves histórico-demográficas sobre las que se han construido los pueblos que se integran en los Estados español y portugués. Una lógica histórica, más precisamente la verdad, que ha sido conocida y reivindicada por las propias gentes de estos reinos desde su mismo nacimiento. Es la lógica, por ejemplo, y entre otros muchos, de un Manuel Sanchis Guarner (1911 – 1981) – lógica paralela a la de un Claudio Sánchez Albornoz en el ámbito castellano -, un coloso intelectual, filólogo, historiador y escritor humanista valenciano, Premio de Honor de las Letras catalanas, y autor de libros como “La lengua de los valencianos”, y “Gramática valenciana”. Del mismo modo, el ya mencionado ensayista valenciano Joan Fuster escribió que “Miradas las cosas sinceramente, no hay duda de que, desde nuestra perspectiva – de valencianos actuales – la expulsión (de los moriscos) fue una suerte”.

Así, del núcleo pirenaico oriental, nació Cataluña; y de otro núcleo pirenaico contiguo, Aragón, que se juntaría con Cataluña dando lugar a la Corona de Aragón y su posterior expansión en el reino de Valencia y en Baleares. En el caso de Levante, el reino de Valencia fue repoblado por catalanes tras las campañas del rey Jaime I el conquistador, como queda patente en los libros del repartimiento (Llibre del repartiment) del Archivo de la Corona de Aragón. Pues bien, los blaveros han llegado a decir que el Llibre del repartiment fue manipulado por los nacionalistas catalanes en el siglo XIX tachando los apellidos no catalanes y poniendo apellidos catalanes de los repobladores del reino de Valencia.

Más adelante, a principios del siglo XVIII, el conflicto por la sucesión al trono español surgido tras la muerte del último Austria, Carlos II, enfrentó a los fieles a la dinastía de los Habsburgo, los austriacistas – concentrados en Cataluña y Valencia especialmente – y los partidarios de la llegada de los Borbones, que fuertes en Castilla. La victoria fue de los segundos, con la derrota austriacista en la batalla de Almansa y en la guerra de Sucesión, también terminó con la España tradicional, plural y respetuosa con sus diferencias para importar un modelo centralista y uniformizador a semejanza del francés. La llegada de Felipe V de Anjou-Borbón marcó el inicio de la decadencia española, también marcó – como reacción a su imposición del modelo centralista – el inicio de las tensiones interiores y el rechazo de los territorios que serán oprimidos con los Decretos de Nueva Planta, a la nueva configuración territorial, y aquí está la génesis del nacionalismo catalán, que en un primer momento fue regionalista pero no antiespañol en absoluto.

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Así se refirió el primer Borbón al reino de Valencia:

«Este reyno ha sido rebelde a Su Majestad y ha sido conquistado, habiendo cometido contra S.M. una grande alevosía, y así, ya no tiene más privilegios ni fueros que aquellos que S.M quisiere concederle en adelante»
Felipe V 1707.

Veamos qué decía entonces el Decreto de Nueva Planta:

«Todos los fueros, privilegios, exenciones y libertades que gozaban, y que con tal liberal mano se les habían concedido, así por mí como por los Señores Reyes mis predecesores, particularizándolos en esto de los demás Reinos de esta Corona; y tocándome el dominio absoluto de los referidos dos Reinos de Aragón y de Valencia, pues a la circunstancia de ser comprendidos en los demás que tan legítimamente poseo en esta Monarquía, se añade ahora la del justo derecho de la conquista que de ellos han hecho últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión: y considerando también, que uno de los principales atributos de la Soberanía es la imposición y derogación de leyes, las cuales con la variedad de los tiempos y mudanza de costumbres podría yo alterar, aun sin los graves y fundados motivos y circunstancias que hoy concurren para ello en lo tocante a los de Aragón y Valencia; he juzgado por conveniente, así por esto como por mi deseo de reducir todos mis Reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales, gobernándose todos igualmente por las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el Universo, abolir y derogar enteramente, como desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios, práctica y costumbres hasta aquí observadas en los referidos Reinos de Aragón y Valencia; siendo mi voluntad, que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia alguna en nada»
Decreto de Nueva Planta, 1707.

El historiador del siglo XIX Vicent Boix, al estudiar los fueros del antiguo Regne de València, se hacía la siguiente pregunta «¿Qué resta ya del antiguo régimen foral del reino de Valencia?: “El tribunal de los Acequieros, o de las aguas; algunas costumbres populares; restos de trajes (sic) en nuestros labradores, y nada más. Todo ha ido desapareciendo desde que Felipe V abolió despóticamente la libertad de Valencia”. Para dicho cronista de la ciudad de Valencia “leyes, costumbres, tradiciones, dignidad, independencia; todo ha desaparecido en el fondo de esa laguna, llamada centralización”.

Algunos rasgos etnoculturales de los valencianos: El patrón es Sant Jordi, el baile es la Muixeranga, el ball dels dimonis y la jota valenciana, los instrumentos musicales son el tabal y la dulzaina.. El juego, la pelota valenciana. La vivienda, la barraca. La mejor obra literaria “Tirant lo Blanc”, de Joanot Martorell. Y el poeta más ilustre, Ausias March (1397 – 1459), un poeta y caballero medieval valenciano de origen catalán, uno de los más importantes del siglo de oro valenciano y de la literatura en valenciano, de la llamada Renaixença valenciana.

El mencionado ensayista valenciano Joan Fuster, contribuyó en gran medida a poner las cosas en su sitio, haciendo ver lo evidente: que no existe ninguna contraposición entre valencianos y catalanes. Josep Pla dijo de él: «Representa una nueva mentalidad. No es un valenciano estricto, ni un catalán de Valencia, ni un valenciano catalanizado. Joan Fuster es un elemento normal de la totalidad de nuestra área lingüística”. Recordemos que en 1975 le fue concedido el Premio de Honor de las Letras Catalanas. En1983 Joan Fuster se incorporó como profesor contratado a la Universidad de Valencia para impartir la asignatura de Historia de la Lengua, y en 1985 se doctoró en Filología catalana en la Universidad de Valencia con el estudio y la edición de «La Regla del Convento de Sant Josep de Valencia», y en 1986 obtuvo la cátedra de Literatura en la misma universidad. Fue Presidente de Acció Cultural del Pais Valencià (1978-1992), y Presidente de la Asociaciónde Escritores en Lengua Catalana (1987-1991), además de miembro del Instituto de Estudios Catalanes desde 1978.

Celebremos hoy el Dia de la comunidad valenciana siendo fieles a sus orígenes.

Quatre barres: Sang i Orgull

¡Visca València!

Autor

REDACCIÓN