10/05/2024 13:30
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La salud de España pasa por destruir la Transición, y con ella la democracia que la representa. Del franquismo para acá, hay que objetarlo todo. Para comenzar de nuevo. Y para ello VOX ha demostrado que no nos sirve. Con VOX hemos comprobado esa realidad que tanto nos inquietaba: lo que sólo es a medias, destruye lo que debe ser completo. Y VOX se ha quedado a medias, como ejemplo de equívocos, incertidumbres e incoherencias.

En un principio, cuando recién creado era ofendido o relegado por la inmensa mayoría, unos pocos creyeron en VOX y en lo que parecía significar. Más tarde, viendo los ataques extremados, incongruentes e insidiosos dirigidos contra él por tirios y troyanos, es decir, por el Sistema al completo, aquellos exiguos defensores constataron que entre malos gatos había caído aquel ratón. Lo cual, aunque triste, no dejaba de ser lógico, pues venía a denunciar la podredumbre del Estado, algo que los instalados no podían permitir por las buenas. No obstante, redoblaron su apoyo al agraviado, confiando en que sabría defenderse con el rigor de la verdad y la convicción de su programa, trazado supuestamente para la necesaria regeneración de España.

Así las cosas, cuando tras el éxito de las penúltimas elecciones generales parecía que lo peor de la travesía del desierto ya había pasado, comenzaron a surgir las dudas; unas interrogaciones que, desde la pandemia covidiana y la guerra de Ucrania, se dispararon. Y ahora, en vista de los errores que el partido ha ido acumulando, y ante los fallos, vacilaciones y oscuridades postelectorales, muchos de los simpatizantes originarios han concluido que aquel proyecto ilusionante ha naufragado, por ineficacia de sus miembros o por deslealtad, o por ambas razones, y que el ratón no era un ratón, sino otro gato. Un gato más joven, más inexperto y más torpe, pero gato, al fin.

Si, mostrándonos condescendientes, pensamos que su fracaso se ha debido a inexperiencia, malo, pues ¿acaso creyó VOX que, en la vida política española actual, es decir, en la jaula de las hienas, encontraría la paz siendo pacífico? En la jaula de las hienas no puede entrar uno de teórico, ni con el cuadernillo de parvulario, sino únicamente de león y con un cuchillo complementario entre los dientes; ítem más, sabiendo que las hienas aúllan y ríen hacia dentro y hacia fuera, y que cuentan con colmillos muy potentes, y decidida voluntad de utilizarlos.

Y si suponemos que su descalabro se ha debido a engaño, peor, pues no ha entendido que los votantes de VOX, en su mayoría, no son ignaros, ni sectarios babosos, ni actúan como corderos que acuden a las urnas como mansos hacia el ritual del matadero, sino parte de los electores avisados que componen la España crítica, la España universal, unida y en progreso, defensora de su ejemplar historia, de su cultura, de sus símbolos y de sus tradiciones. La España que pide a gritos un cambio drástico de hacer política, una nueva época. Y que, por ello, no acepta componendas ni falacias.

De ahí que acusen a VOX de haber entregado finalmente estos votos al PP, uno de los partidos traidores a España, sin contrapartidas dignas, con vergonzosa sumisión, con innecesaria docilidad, con incomprensible -por disparatada- estrategia. Y que, con absoluta legitimidad se pregunten: ¿es VOX un partido auténtico o tan sólo un comediante? ¿Es un representante o lo representado? ¿Acaso no es, en definitiva, más que un simulador que ha acabado imitando al resto de los farsantes?

En esta gravísima hora por la que atraviesa nuestra patria se necesita un partido político y unos líderes dotados del mayor virtuosismo posible, no indeseables ni especuladores. VOX ha acabado especulando, en connivencia con al menos una parte de la desleal casta política que ha hundido a España.

Por eso yo acuso a VOX de no haber mantenido resueltamente la predicación de la fe que ha de librar a España de sus corruptores; de olvidar o de no señalar con suficiente percusión el infinito catálogo de atropellos, deslealtades y crímenes que la casta partidocrática de la Transición, al mando de las instituciones, ha cometido contra España y contra los españoles durante casi cinco décadas; de perdonar casi siempre las constantes injurias recibidas, tendiendo la mano en un gesto ridículo, por inoportuno e inútil, a los emboscados del PP.

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Yo acuso a VOX de no poner patas arriba -del Rey abajo- la insoportable corrupción institucionalizada; de no transformar las peticiones de justicia, los anhelos de justicia en un objetivo irrenunciable e innegociable, en un dios a quien inmolar permanentemente todos los esfuerzos más limpios y sagrados, denunciando sin fisuras la venalidad judicial, el secuestro de la verdad y la graciosa impunidad que los jueces políticos tienen concedida a los destructores del Estado, de la patria.

Yo acuso a VOX de reblandecerse y camuflarse entre el mefítico ambiente parlamentario, olvidándose poco a poco de acariciar la cólera justificada de las víctimas y conservar así su actualidad y su calor. Yo acuso a VOX de acomodarse, de no haber entendido ni interpretado su papel con la necesaria profundidad dramática, de haber pretendido una andadura política feliz y huera, en vez de reconocer que lo importante es la dimensión de un sentido, y que vivir la política -y la vida- sólo es aventura real cuando de la verdad y de sus riesgos se hace fundamento y objetivo.

Yo acuso a VOX de no entender que la política -la vida- no es una disolución en la propia atmósfera parlamentaria -ni en la propia existencia-; no es un flotar de manera más o menos brillante, sino un fortalecimiento hasta convertir en personal estilo lo que hay de auténtico, de intransferible en ese proyecto -en esa intimidad- que la política -la vida- precisamente destruye cuando no se realiza con dimensión diferenciada.

Yo acuso a VOX de no comprender que tanto el político -el hombre- como su obra lo serán en la medida que la vida les afirme en su soledad de manera que no necesiten recurrir, para sentirse, a lo que socialmente significa, es decir, a lo que la plaza pública les pide que signifiquen. Porque ni la búsqueda artificial de adeptos, ni la demagogia, ni el conchabe con el cuarto poder o con los líderes del populacho son estímulos recomendables para la creación de una acción política -de una vida- con dimensión y con sentido.

Yo acuso a VOX de aceptar las ilegalidades electorales, de no mostrar deseos de esclarecer las sospechas sobre los probables fraudes derivados de ellas. Yo acuso a VOX de acabar actuando o hablando no para ser temido y denostado por los canallas, sino para ser alabado y aceptado por ellos. Yo acuso a VOX de no haber sabido hacerse valer entre los grandes y poderosos, de no haber sabido exponer y gritar al mundo -rentabilizando esa exposición y ese grito en favor de la regeneración patria- todo el pus y toda la sangre que se hallan escritas en las hemerotecas españolas durante esta ominosa Transición, con su impostada democracia a cuestas.

Yo acuso a VOX de incompetente por no haber sabido beneficiarse de esa estupidez trascendental de todos los fanáticos perseguidores, consistente en aureolar la causa contraria de aparente prestigio o desprestigio, obsequiándola con la seducción del martirio. Yo acuso a VOX de débil, de que, después de complacer con su doctrina a millones de españoles, no se haya sentido con fuerzas ni convicciones para practicarla. Pues los débiles emprenden el camino, pero se detienen a la mitad.

Yo acuso a VOX, no de perder, sino de ser un perdedor. De no haber sabido o no haber querido ser un vencedor porque, llegado el momento, no ha sabido o no ha querido despreciar sus ventajas políticas ante las desventajas. A veces está en la voluntad del destino que un hombre -o una idea o una obra- pueda perderlo todo, pero, aun así, en medio de las circunstancias más adversas, un hombre -o una idea o una obra- honrado y valiente debe luchar para preservar su dignidad y la meta que exigía su dignidad.

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Yo acuso a VOX de haber sido finalmente un partido para poco. De no haber asumido que el partido que hoy necesita España es el que logre mostrar -ya que no los cadáveres insepultos- los cuerpos prisioneros de los canallas en las cárceles, expuestos a la mirada de las gentes, de tantas víctimas sacrificadas estérilmente hasta hoy, que tienen derecho a regocijarse a causa del encarcelamiento de sus victimarios y a intercambiarse parabienes y abrazos al ver, por fin, triunfar a la justicia sobre los falsos profetas que han atormentado y traicionado a todos los españoles de bien.

Desde su irrupción en la vida política española algunos han apoyado a VOX con fe y esperanza, aclarando, eso sí, que, en caso de desengaño, le demandarían la ilusión frustrada. Por desgracia, creo que ese momento ha llegado. No obstante, por el bien de España, aún le deseo suerte, aun sabiendo que el VOX actual tiene más de casta partidocrática que de grupo regenerador, y que hay personas que, por ineptitud o por traición, pisan la suerte -el bien de todos- si les cae a sus pies.

¿Qué es lo que niega el Sistema, amables lectores? Lo que niega el Sistema es lo que un verdadero partido regenerador debe defender. ¿Qué es lo que defiende el Sistema? Lo que defiende el Sistema es lo que un partido que ame a España verazmente ha de negar. Con claridad, sin medias tintas ni titubeos. Así de sencillo. Ese partido ha de estar contra el progresismo, contra la oligarquía financiera mundial que trata de diluir la soberanía nacional, fragmentando los Estados y sus lenguas. Ese partido debe recuperar la Historia, denunciar el inveterado resentimiento de la antiespaña, reconstruir la cultura occidental y, sobre todo, la propia y genuina, subrayar la diferencia entre lo bueno (religiosidad, idealismo, humanismo cristiano) y lo útil (materialismo calvinista, sionismo marxista), desterrar la mentira institucional y, más allá, globalista.

Ese partido debe recuperar la independencia de la justicia, proclamar la desnudez de la Corona, acabar con la mansedumbre arcoíris de nuestros guerreros, con las cloacas policiales, con las flatulencias intelectuales y con las perversiones y adoctrinamientos educativos. Y ese partido debe zanjar toda connivencia y toda relación con los actuales partidos del arco parlamentario, incluido, por supuesto, el PP.

Pero, lejos de lamentarnos, hemos de seguir luchando por la aparición de ese movimiento regenerador que necesita la patria. Muchas almas están deseosas de entregarse a la idea que, en su día, simbolizó el VOX primitivo, tal vez idealizado. Y sueñan con el resurgimiento desde sus cenizas de lo que reposa en sí mismo y se alimenta de sí mismo, de su veracidad. De lo que desdeña agradar por agradar, de lo que no necesita pruebas ni testigos; una fuerza fatalista, ley entre leyes, que viva ajena al hecho de que hay objeción contra ella por parte de la gentuza.

Mientras tanto, ¡para qué lamentarse cuando se marchitan las hojas! Dejémoslas caer y no nos lamentemos. ¡Que todo cuanto esté marchito caiga y se aleje de España cuanto antes!

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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Carlos Andrés

Excelente artículo. En efecto VOX debería haber estado denunciando día tras días la corrupción, el mal gobierno y la destrucción de la patria. Día a día; sin embargo se ha metido en el sistema y ha sido incapaz de denunciar la raíz de nuestros males. Se ha mostrado constitucionalista, monárquico, atlantista, sionista, etc. En resumen, el perrito ladrador del sistema por la derecha.

Geppetto

Pues si VOX no sirve ya se puede ir comprando unas zapatillas de deportes porque las va a necesitar.
Si ningun partido vela por la integridad nacional terminamos, una vez mas, de mala manera

María

Excelente repaso. Vox ha perdido la autenticidad con la que surgió y se ha aliado al sistema, y en nada de tiempo. Así vemos y vamos contemplando en sus propias acciones su decadencia.

Aliena

Un artículo sensacional. Y, a diferencia de los pesimistas habituales, me quedo con el esperanzador epílogo.

JCrespo

Buen artículo. Vox es un partido creado para contrapesar la situación de partidos en España al llegar a un punto de rechazo y debilitamiento del PP-PSOE.
Es, en mi opinión, engañoso al prometer una política acorde con lo que todos creemos, pero que nunca ha tenido intención de poder aplicar en un futuro. Así mantiene a la gente, que lo ignora, con esperanza política. Con fe en el Sistema.

Adenauer

Sigo pensando que la única esperanza de mejorar España, de depurar la mafia partitocrática, de hacer una España soberana, provida y probabilidad, defensora de nuestros valores cristianos, es Vox. Voxno está muerto y en diciembre lo demostrará.

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