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Con una banda sonora de música étnica, pero en un parque porque el ecologismo sandía es un fenómeno urbanita, Alberto Garzón, el ministro de Consumo, iniciaba su breve y particular cruzada contra “las flatulencias de las vacas y las heces de los cerdos” responsables de un 14,5% de los gases invernadero y contra el consumo excesivo de carne, más dañino que el alcohol, las drogas y el tabaco. “Sin planeta no hay salarios” señalaba con rostro serio el ministro, aunque de momento el único salario que parece peligrar es el suyo. Las críticas contra el video “Menos carne, más vida” no se hicieron esperar, primero por parte de los ganaderos que pidieron una rectificación o su dimisión, y luego por políticos de todo signo, incluidos sus aliados socialistas que son los que le colocaron a dedo en el gobierno. Pedro Sánchez lo sentenció con una frase, “a mí donde me pongan un buen chuletón… Eso es imbatible”. Y seguramente eso es lo que se metió el valiente presidente entre pecho y espalda para reponerse del susto causado por el ataque del MIG ruso en Lituania. Inasequible al desaliento, Garzón se reafirmaba en sus declaraciones, lo había hecho para salvar el planeta y a nuestras hijas (los hijos al parecer no importan porque el futuro será feminista o no será).
Alberto Garzón es, posiblemente porque la competencia es muy dura, el ministro más inútil del gobierno con más ministros y vicepresidentes de nuestra historia. Esto tiene mérito, porque la plantilla es realmente infame, pero esto no es un despropósito más de un ministro comunista que tiene demasiado tiempo libre, no, esto es parte de algo mucho mayor. En el polémico video del Foro Económico Mundial, “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”, una de las predicciones es que “comerás menos carne” por la sostenibilidad del planeta. La reducción del consumo de carne es uno de los objetivos para el “mundo feliz” y eco-sostenible de la Agenda 2030, una Agenda cuyo pin lucen por igual comunistas, socialistas y populares, incluso nuestro rey Felipe VI. Sólo VOX no luce este pin globalista. El gobierno tiene un ministerio para implementar esta agenda, que ahora dirige Ione Belarra en sustitución de Pablo Iglesias, y en numerosos ayuntamientos hay concejalías en el mismo sentido, también en los ayuntamientos gobernados por el Partido Popular, como Pozuelo de Alarcón. Por tanto, muchos de los que se rasgan las vestiduras con las declaraciones del ministro Garzón no son más que unos hipócritas que a la vez que critican al ministro de Consumo están trabajando para llevar a cabo esa misma agenda. Simplemente, ahora no es el momento, aún quedan nueve largos años hasta el 2030.
Las redes sociales fueron las primeras en señalar la incongruencia del ministro comunista, que en su boda ofreció un menú con solomillo de ternera que precisamente no era de carne sintética. Alberto Garzón, al que le gusta lucir camisetas de la desaparecida RDA, tampoco escogió para su luna de miel un país comunista como Cuba o Corea del Norte, sino que prefirió conocer de primera mano y durante un mes la opresión en la capitalista Nueva Zelanda. Pero lo cierto es que no es una incongruencia, Garzón, como Sánchez, Casado y muchos otros, nunca se incluyen en las limitaciones y perdidas de libertades que imponen a los demás. Forman parte de la élite, como lacayos pero élite al fin y al cabo, de los que podrán seguir atiborrándose a chuletones, viajar en avión, tener grandes propiedades y contaminar a diestro y siniestro. La gleba, es decir, todos los demás, seremos los que veremos alterada para peor nuestras vidas en nombre del planeta y de la histeria climática.
Pero ¿de dónde viene en realidad esta cruzada contra la carne? La respuesta está en esa élite a la que nuestra clase política sirve de una manera cada vez más evidente. Bill Gates, el amo y señor de la OMS, es también el mayor propietario de campos de soja en todo el mundo y está muy interesado en la industria alimenticia “alternativa”. Asimismo, Gates, junto a Jeff Bezos, presidente de Amazon, y Al Gore, exvicepresidente de Estados Unidos y el primer promotor del apocalipsis climático, son los inversores principales de Nature’s Find, una empresa de fabricación de carne artificial y lácteos a partir de hongos. En Estados Unidos, gracias a las campañas en medios de comunicación, este negocio ha aumentado en un 27% desde el año pasado y ha obligado a las empresas cárnicas tradicionales a crear sus propios productos artificiales. Sus inversiones también incluyen las semillas, cultivos y maíz transgénicos, proyectos como beber agua de excrementos y tapar el sol, como señala Carlos Astiz en “¡Reset!”, o las vacunas, con enormes inversiones en las farmacéuticas en los últimos años reveladas por Juan Antonio de Castro en “No sólo es Soros”.
Esto no es por el planeta, lo que aquí subyace es un inmenso negocio y el control sobre qué come la población, nada más y nada menos. Garzón habla en nombre de los que mandan, haciendo de portavoz de los amos, cumpliendo su papel y el de esa izquierda (y derecha) completamente entregada a la agenda globalista. No tardaremos mucho en oír cada vez más voces en el mismo sentido, incluso de los que hoy le critican abiertamente, hay que cumplir unos plazos y el tiempo apremia. De nosotros dependerá poder seguir eligiendo lo que comemos, en definitiva, si seguimos siendo libres o no.
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