19/05/2024 23:17
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La respuesta a la pregunta planteada es de máxima trascendencia.

Nadie duda de que la capacidad de razonar – ¡la inteligencia!—es el gran don del Creador al hombre y lo que le diferencia del resto de las criaturas;  pero, sin duda alguna,   una gran parte del género humano no utiliza  ese  regalo de Dios y malgasta su vida.  ¡Una verdadera pena y una pérdida irreparable!

Reconozco  –pues me lo dicen  mucho últimamente —que no resulta fácil llegar a los noventa y cuatro años…;  que son  muchos los llamados  antes a dar cuenta de su administración. Consecuentemente, quienes alcanzamos esa edad, gozamos de mayor experiencia y hemos tenido más tiempo para aprovechar las lecciones de la vida.

Me he convencido de la necesidad evidente de  poner más celo e inteligencia en enseñar a nuestros niños,  adolescentes y jóvenes a valorar la vida con el fin de aprovecharla mejor.

No me canso de agradecer a Dios el haber tenido en la familia y  sobre todo en los profesores,  buenos maestros que supieron abrirme los ojos en ese sentido. Gracias a ellos vi pronto  la verdadera razón de mi existencia, “el por qué y para qué había” venido al mundo.

La cuestión que planteo ahora, con el título de este artículo tiene una respuesta rápida y de meridiana claridad. Para conocer  si tú y cuantos te rodean,  sois sabios o necios no se necesita  cavilar mucho, ni hacer grandes esfuerzos mentales para hallar la respuesta, pues resulta única e inapelable. Por más vueltas que le demos siempre llegaremos al mismo lugar pues no es posible hallar otra. 

Ahora bien, la realidad de que sean muy pocos los hombres que se preguntan “¿soy un sabio o un necio?”, y vivan como si no tuviera importancia conocer la respuesta,  no merma la trascendencia de la misma,  ni su importancia capital.  Por esa razón, si haces un alto en el camino y hasta ahora has vivido ajeno a esa pregunta, háztela ahora mismo convencido de su necesidad por tu condición de ser racional: ¿Soy sabio o soy un necio? Y te hallarás frente al dilema: “Soy sabio, pues conozco la razón de mi existencia” o por el contrario “Soy un necio redomado pues ignoro qué hago yo en esta vida”

Sabemos por la Revelación que  la Santísima Trinidad decidió un día crear unos seres que participaran de su esencia y pudieran disfrutar eterna mente de su felicidad en su presencia. Unos serían espíritu puro y,  otros,  almas unidas a un cuerpo. Pero en su Sabiduría infinita decidió que todos “habían de  merecer» –en cierta forma– mediante su colaboración,  ese premio  pasando una prueba. La de los hombres sería  pasar sobre la tierra un tiempo, más o menos largo,  durante el cual,  esas almas unidas a sus cuerpos, emplearían su vida “en conocerle, amarle y servirle”Si lo aprovechaban  como Él quería y esperaba, los llevaría a gozar de su visión por toda la eternidad,

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 Se lo dijo a nuestros primeros padres,  personalmente y,  luego, se lo fue recordando al género humano a lo largo de los siglos de diversas maneras, especialmente por los profetas y  enviados especiales,  y además mediante también los “escarmientos” que les aplicaba como el Diluvio Universal. Y algo mejor, hace dos mil años nos envió a su Hijo, a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad a pasar treinta y tres años entre nosotros de los cuales dedicó tres a puntualizar lo que anteriormente estaba pendiente para que fuera más fácil cumplir la voluntad del Creador.

Nosotros no tenemos excusa si ignoramos la razón de nuestra existencia y nos contamos entre el número de los necios.

Los españoles en cierto sentido somos un pueblo privilegiado, la tierra de María, porque hemos tenido la suerte de ser evangelizados desde los primeros años y nada menos que por uno de los tres apóstoles preferidos del Divino Maestro, y la propia Madre de Dios quiso venir a dar su apoyo a Santiago el Mayor visitándole en Zaragoza cuando ella aún estaba en la tierra. Luego nuestra Historia es un ejemplo de servicio a la Iglesia, y España fue la nación católica por antonomasia. Por lo tanto,  si tú perteneces al gremio de los “necios”,  eres aún más culpable de estupidez malogrando tu existencia…

Además, un español santo y genial nos facilitó el camino escribiendo por inspiración de la Virgen María un método insuperable para conocer mejor la finalidad de la existencia humana: los llamados Ejercicios Espirituales de San Ignacio –de Loyola–.

Si quieres conocer mejor esa práctica completa la lectura de este artículo con mi libro “ESTO VIR” donde creo decir algunas cosas de interés para los católicos y los que simplemente gustan de utilizar la razón.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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