06/05/2024 16:29
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Si el emperador Adriano, cuando expulsó a los judíos de Judea el año 135, hubiera sabido la bomba de relojería que dejaba para 1.800 años después, probablemente se lo hubiera pensado dos veces.

Pero cabe pensar que esa bomba ya estaba programada de origen, porque desde entonces los expatriados, todos los años, renuevan su deseo de volver allá, cuando en la festividad del Yom Kipur repiten el mantra de “el año que viene en Jerusalén”.

Quienes sabían, y muy bien, lo que estaban haciendo, eran las familias banqueras Rohtschild y Warburg, cuando desde fines del siglo XIX, en una Palestina perteneciente al Imperio Otomano, comenzaron a costear colonias judías y a llevar inmigrantes a poblarlas.

En la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña, para obtener la ayuda de los grandes capitales judíos en su lucha contra los imperios Centrales y el Otomano formuló la “declaración Balfour”. En ella, el ministro cuyo nombre lleva, declaró el deseo de Su Majestad para que se estableciese un hogar judío en Palestina. Ganada la IGM Gran Bretaña se quedó Palestina como colonia, y se redoblaron los esfuerzos de ocupación del territorio por judíos. Paradójicamente, a las familias antes mencionadas las ayudo la Alemania hitleriana con el envío de 200.000 colonos. ¿Amigos o enemigos?

En 1947, tras la Segunda Guerra Mundial, la recién creada ONU, bajo la excusa de reparar el daño cometido por la Alemania nazi a los judíos, sustrajo la mitad de su país a los palestinos para entregárselo a esos judíos. En realidad, al proyecto de las familias Rothschild y Warburg.

Esa evidente locura supuso repartir el territorio en 6 trozos, distribuidos al tresbolillo, 3 para los palestinos originales y otros 3 para los nuevos judíos.

Para resolver un problema inexistente se había creado otro gravísimo a perpetuidad. Un estado-avispero del que echar mano cuando hiciesen falta tensión y guerras. Lo que más les gusta a los globalistas.

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Y así ha sido. Declarado el nacimiento de Israel el 14 de mayo de 1948, ese mismo día entró en guerra contra todos sus vecinos, quedándose al terminar más territorio del que le había sido asignado. Desde entonces Israel ha participado en guerras abiertas en 1956 -la Guerra del Canal de Suez, en la que participa Israel contra Egipto-, en 1967 -la Guerra de los 6 días, nuevamente contra todos sus vecinos, aumentando nuevamente su área de ocupación- y en 1973 -la guerra del Yom Kipur, hace exactamente 50 años (qué casualidad)-. Y desde entonces, innumerables intervenciones militares en las zonas ocupadas de Cisjordania y Gaza (lo poco que queda de los territorios originales palestinos) y en los países vecinos, como Líbano, donde viven en condiciones precarias miles de refugiados palestinos, a los que Israel no permite la repatriación a sus localidades de origen.

La precariedad y desesperanza de esos refugiados, y de los habitantes de Cisjordania y Gaza, junto con los permanentes abusos de las Fuerzas Israelíes sobre ambas poblaciones ocupadas, son fuente de inestabilidad y vivero perfecto para fanáticos terroristas antijudíos, que no tienen nada que perder (allí el futuro no existe) y todo que ganar.

Por la parte económica, Israel es un país subsidiado desde su origen. La Alemania derrotada en la IIGM, en otra aberración sin precedentes, ha pagado a un Estado que nunca ocupó (el nuevo Israel) unos 65.000 M $ en reparaciones de guerra. Por su parte EEUU, la provincia más grande de Israel -según bromean muchos analistas-, lleva enviados a Israel a fondo perdido unos 142.000 M $. Con eso y con todo, Israel está prácticamente en bancarrota, lo que demuestra su falta de viabilidad real.

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En suma, que las poblaciones israelí y palestina son en realidad rehenes de los poderes globalistas. Unos en el papel de verdugos y otros en el de víctimas, que se alternan regularmente, y que interpretan ambos a la perfección.

Y la fauna política española, como siempre, haciendo el caldo gordo a los que les pagan –esos mismos globalistas-, y manifestándose a favor o en contra de quien les digan. Como cuando el parlamento español aplaudió como focas al nuevo héroe globalista, Zelenski. Por cierto, que muchas armas utilizadas estos días por los “terroristas palestinos”, proceden de los arsenales enviados por la OTAN al virtuoso y valiente Zelenski, que aumenta su fortuna traficando con ellas. Efecto bumerang.

En 1848, la matriarca de la familia Rothschild le dijo a un periodista “si mis hijos no quisieran guerras, no habría ninguna”. Habría sido más precisa la buena señora si lo hubiera dicho al revés: Hay guerras porque las quieren mis hijos. 175 años después podemos seguir diciendo lo mismo.

El tiempo nos dirá si los planes de la canalla globalista incluyen a España en ese avispero.

Dios no lo quiera.

Autor

Galo Dabouza
Galo Dabouza
Guerrillero insurgente. El sistema lo describe como negacionista, conspiranoico, anticientífico, egoísta e insolidario. Él se cisca en el sistema y no ceja esfuerzos para derribarlo. No usa trabuco, pero a su ordenador lo llama “La MG-42”.
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José Luis Fernández

Este artículo contiene varias imprecisiones interesadas. En primer lugar, al finalizar la I Guerra Mundial Inglaterra no se quedó con Palestina como si fuera una colonia sino como una zona bajo su administración designada por la Liga de Naciones (la organización antecesora de Naciones Unidas), y lo mismo ocurrió con los territorios de Siria y de Líbano que fueron adjudicados a Francia para su administración. En segundo lugar, cuando Naciones Unidas aprobó, en 1.948, la creación de dos estados en Palestina, uno para los judíos y otro para los musulmanes, los paises árabes vecinos de Palestina atacaron al recién nacido estado judío, no fueron los judíos quienes atacaron a los musulmanes.

Hasta aquí

Gran artículo Galo, menos mal que todavía hay periodistas valientes que no se venden a » La Gran Ramera » . Entre tanto tonto y tanto vendido, cada vez es más difícil llegar a vislumbrar algo de la «verdad » que es tan molesta en este momento en el mundo.

JCrespo

Enhorabuena a Galo Dabouza por por sus artículos que buscan y encuentran la verdad, no la conveniencia política.

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