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Ni la banca, ni las multinacionales, ni Farmafia, ni las entidades gubernamentales supranacionales, ni los lobbys más elitistas de todos, ni las grandes fortunas, etc. Los culpables de nuestra merma de derechos, nuestra esclavitud y humillante sometimiento, son los nenes. Bueno, he de hacer un liviano matiz: la culpa es de sus papis, pero el motivo son ellos, los nenes. Es decir, son “el cuerpo del delito”: cosa en que, o con que, se ha cometido un delito, o en la cual existen las señales de él.
Los papis maltratan a sus nenes, educándoles como vemos que lo hacen, al albor del adoctrinamiento internacional y la alienación total del ser humano. ¿Qué harían los papis de ahora si sus hijos no tuvieran móvil, tablet, puta tele, videojuegos y etc.? ¿qué harían sin niñeras, guarderías, comedores de coles o coles internos? ¿Y, a parte de todo eso, qué harían los papis inmigrantes, o españoles con rentas bajas y jetas altas, sin sus nenes… sin esas ayudas que reciben por el mero hecho de tenerlos? Pobres criaturas. Pero, realmente, los nenes no tienen mucha autonomía de maldad que digamos . Se putean entre ellos, básicamente. ¿Entonces, de dónde saco que estos angelitos sean liberticidas y los culpables de lo que anuncio? Muy sencillo: “esto lo hago por mis hijos”, “por mis hijos mato”, “esto es el pan de mis hijos”,“si no tuviera hijos no lo haría, pero es que tengo una familia que mantener” y etc. Estos aforismos paternales son la carta blanca, el derecho de pernada, la patente de corso que (casi) todos los papis tienen. ¡Es todavía mejor que aquel de “lo hago por tu bien”, que aplicaban los sátrapas ancestrales cuando te jodían la vida!
Imaginad la posición de alguien, como yo, sin hijos y sin la psicopatía de querer ganar dinero. ¿Qué hacemos los que somos como yo, que somos muchos más de lo, y de los, que creéis? He crecido junto a actuales papis (esto engloba a las mamis, no lo he dicho antes, pero en esta época de estupidez acoñonante, me temo que he de apuntarlo. ¡Ojo, mi neologismo “acoñonante” es también por lo mismo, no me he vuelto planchabragas, cojones!) que justifican todos los desmanes propios y ajenos, y habidos y por haber, con sus nenes. No sólo es autoengaño, que también, sino justificación atroz de su maldad y sus ganas de joder al prójimo y lucrarse de él.
El corolario de esto es muy sencillo: nada malo cambiará y todo irá a peor. Porque hay una nueva enfermedad mental a la que llamaré “patermaldad”, la cual justifica todos los desmanes, como he dicho. Las primeras víctimas son los propios nenes, pues son socializados brutalmente por los papis, y lo hacen “por su bien” –entiéndase por el bien de ambos. Estos nenes crecen y harán lo mismo con sus hijos, los nietos de los papis… que cuando sean abuelos irán de cabeza a una residencia. Es ya una tradición de venganza esto que los hijos adultos cometen con sus ascendientes. Aún así, según esa magna ley de Murphy que cito a menudo, como “ninguna situación es tan mala como parece, puede empeorar”, la patermaldad ha evolucionado terriblemente en estos últimos 6 meses, con el congojavirus. Ha adquirido un preocupante rigor de “síndrome de Munchausen”, y vemos como los papis embozalan a sus nenes y les roban la infancia, y la posibilidad de crecer con libertad mental y física; en pos de las directrices del Leviatán, eso que provoca en los papis el mayor síndrome de Estocolmo que hay bajo el sol y/o la luna: el híbrido entre patermalo y covidiota.
Pobres nenes actuales, objetos y sujetos de toda la maldad sobre la Tierra. Víctimas y victimarios inconscientes. Jamás sabrán lo que es crecer como un ser humano libérrimo y con sus potencias inalterables para ser y hacer lo que mejor crea. Y qué injusto es culparles de todo esto, igual de injusto que culpar a Helena de Troya de la homónima guerra. La única diferencia con este pibón (según no lo vende Homero, las esculturas y cuadros, y las adaptaciones cinematográficas de su Iliada y Odisea) es que ella no existió, es un personaje mitológico, al igual que Ulises, Aquiles y cia. Y los nenes, ¡ay! los nenes, sí que existen. Puestos a elegir personajes ficticios, que le den a la insoportable mitología griega y aferrémonos a nuestros patrios Don Quijote y Sancho Panza; los cuales se hubieran hecho un bocata con Aquiles y Ulises en un hipotético enfrentamiento. ¡Qué poco han aprendido los papis de estos compatriotas de ficción que tanto les enseñaron! Pero, al igual que no hay mayor ciego que el que no quiere ver, no hay mayor ignorante que quien no lee bien. Los que nacimos el siglo pasado vamos a pasar una vejez cojonuda con estas generaciones creadas por nuestros coetáneos… coñonuda, perdón.
¡Gracias, muchas gracias, amigos de toda la vida!
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