17/05/2024 06:39
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Uno de los espectáculos más ridículos  vividos por mí durante casi medio siglo (democracia y ridiculez son inseparables como el cuerpo y la sombra)  es ver a la masa de  españoles -en los estadios- haciendo ruido un  ruido absurdo con la boca en vez de cantar la letra de nuestro Himno Nacional. Esa irrisoria payasada la contemplamos centenares de veces al año, siempre que nuestras selecciones o equipos de todos los deportes, compiten en torneos internacionales. También  en los actos políticos multitudinarios.

 ¿Cuál es la causa de semejante anomalía? Simplemente la inmensa estupidez del sectarismo de  los políticos de nuestra democrática nación, ¡tan antifascista! Su cretinismo es de tan alta graduación que, ateniéndonos a la sabiduría popular podemos afirmar que confunden la velocidad con el tocino. Hay que ser bobo de baba  para prohibir cantar la preciosa letra de nuestra Marcha Real, escrita por José María Pemán en 1928 –mi año de nacimiento—es decir compuesta  ocho años antes de que los españoles se “alzaran” el 18 de julio de 1936 contra le República del Crimen  —, anarquista-social-comunista–,

Su letra es preciosa- digna del poeta que la compuso-:

“¡Viva España!, alzad la frente hijos del pueblo español que vuelve a resurgir. Gloria a la Patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol. Triunfa España,  los yunques y las ruedas canten al compás un nuevo himno de fe. Juntos con ellos cantemos de pie, la vida nueva y fuerte de trabajo y paz”.

¿Me quiere explicar alguien qué tiene de “facha” esta letra? ¿Qué español que ame a su Patria tiene algo que objetar a cuanto aquí se dice, se desea, y se espera?

Pero cuando la estulticia es el denominador común de la clase dirigente y, luego,  se contagia el pueblo de semejante insensatez,  todo es posible, incluso prohibir la letra de nuestro Himno Nacional. Claro que no todo el monte es orégano, ni todos se prestan a hacer el payaso. Por ejemplo, el laureado grandísimo entrenador, Luis Aragonés, cuando en la presentación de los grandes partidos internacionales,  como seleccionador nacional de fútbol, veía como sus muchachos tenían la boca cerrada mientras sonaba el himno español, él “cantaba la letra” –y se veía claramente. Aragonés no hacía el indio como los aficionados sino que pronunciaba bien las palabras mientras lo cantaba… Si tienen grabado algún partido de aquellos años en que ganó la Copa de Europa, pasen el vídeo y lo verán. Yo lo recuerdo perfectamente, porque fijaba bien y me alegraba la vida poder ver a un gran deportista, virilmente español, dando pruebas de serlo de verdad.

Sin embargo, ahora me desagrada y me hacer hervir la sangre,  ver a los rivales extranjeros cantando su himno con todas sus fuerzas mientras “los nuestros” están en el campo como  estatuas inexpresivas. Cuando “ellos” demuestran sentir los colores patrios, algunos de los nuestros parecen estar a disgusto con la camiseta que llevan puesta, porque no  se consideran españoles y no saben qué hacer, qué postura adoptar ni a dónde mirar, como si dijeran ¿qué pinto yo aquí? Por supuesto acuden a la llamada del seleccionador, pero no como españoles sino como gente que es consciente de que les perjudicaría no poder ser llamado “jugador de la selección de España”. Exclusivamente por interés ya que ni sienten la Patria ni se consideran españoles.

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A veces me pongo en su lugar y pienso que mi generación en este caso, cantaríamos la letra de nuestro himno a pleno pulmón, aunque estuviera prohibido. Teníamos otra sangre.

Un  ejemplo: cuando con dieciocho años yo revalidaba mis estudios llevaba en la solapa las cinco flechas (en Cuba existía la Falange española a pesar de haberla prohibido el Gobierno) con el santo objetivo de fastidiar a los revisores de las “guaguas”,  pues muchos eran “rojos” exiliados, que me miraban con  odio pero nunca se atrevieron a decirme una palabra. Por otra parte, los bedeles del Instituto me avisaban temerosos: “te la estás jugando haciendo ‘mítines franquistas’ aquí”. Y  tenían razón porque la F.E.U. estaba controlada por marxistas con vocación de criminales…como ls demostraron en la «pre-revolución castrista» pero tampoco, nunca me hicieron nada… (Les recuerdo que Fidel se graduó de abogado, sin abrir un libro, por ser dirigente de la FEU…Coincidimos en la Universidad Nacional, donde yo empezaba la Ingeniería, y él  terminaba en Derecho; era dos años mayor que yo, dentro de tres días habría cumplido 97 años)

De joven no se piensas más que en aquello por lo que luchas. Por eso tengo lástima de estas juventudes que no sienten a España ni la FE. Con lo cual los enemigos de ambas se atreven a todo, sabiendo que no habrá “extremistas” que les paren los pies, por las buenas o por las malas. Estamos engendrando agnósticos  “desvirilizados” y eso es lo más triste y nefasto para nuestra Patria.

 

 

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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Geppetto

«escrita por José María Pemán en 1928 –mi año de nacimiento» Lo felicito, acaba escrita por José María Pemán en 1928 –mi año de nacimiento»
Lo felicito, acaba Vd de cumplir 95 años.
Si un himno no tiene letra pues se guarda la debida compostura al oírlo y ya esta
Y si tiene letra y la de Peman es magnifica, se canta también con la debida compostura.
En una palabra, lo que falta tanto si se canta como si se oye es la debida compostura

Alberto Mallofré

Don Gil, perdone, pero no es «alzad la frente«, sino «alzad los brazos«, que es mucho más bonito y tampoco tiene ninguna significación política.

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