21/11/2024 18:41
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“El viernes pan e agua comerás e non cocina, fustigarás tus carnes con santa disciplina”.

 

En la casa no existía un lugar específico para cocinar. El hogar era el lugar en torno al cual se desarrollaba la vida familiar. En los grandes conventos construidos en el siglo XIII había lugares para preparar la comida de la comunidad y estaban emplazados cerca del refectorio; lo esencial en ellos era la chimenea.

 

“Mandó comprar conduchos, encender las fogueras, aguisar los comeres, sartenes y calderas”.

 

En las miniaturas del Rey Sabio las sartenes aparecen colgadas sobre el fuego; el asa de la caldera enlaza con la cadena por medio de un gancho o garabato que cuelga de eslabones distintos de la cadena, para aproximar o separar aquella del fuego. Durante siglos este mismo sistema ha sido utilizado en el medio rural; lo que conocemos como llares, caramilleras o framellera (cremallera).

Usaban grandes calderas, colocadas directamente sobre el fuego; dada su forma esférica, tenían patas o eran sostenidas con piedras.

La sartén se apoyaba directamente sobre el fuego o sobre trébedes. Otras piezas usadas en las cocinas medievales eran las alcuzas y tinajas; la “alcuza para tener azeyte” era una jarrita metálica; tinajas cerámicas para guardar líquidos, todas con asas, cuello estrecho y boca ancha, aunque había tinajas para contener “farina y lugumbres”. Como mueble especial de la cocina encontramos también la gamella, duerna o artesa para amasar el pan y que luego usaban para dar forma a éste.

En nuestro medio rural perduran aún muchos de aquellos útiles domésticos que en la Edad Media tuvieron un uso universal.

Pero, ¿cómo se comía?: “Que rico omne nin otro omne ninguno… que non coman sinon de dos carnes cada día, e la una en dos guisas, o caça si la caçare o si gela diere el que la caçare; en el día de carne non coma pescado, si non fueren truchas; e a la cena que coman de una carne qual  toviere por bien, de una guisa e non más. E que no coman en día de pescado si non de tres pescados, e el marisco non sea contado”.

Estas restricciones iban dirigidas a una escasísima minoría que devoraban al día más de cuatro platos de carne.

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La mesa siempre estaba abastecida de pan y vino. En ciertas ocasiones la decoraban con mantel; la mesa sólo servía para servir en ella comida. Disponían de dos tipos distintos de mesas: una formada por un tablero al que trababan cuatro patas, y otro compuesto por un tablero suelto apoyado sobre dos o más borriquetas. Había también mesas de cuatro patas utilitarias o lujosas, con patas simples encuadradas, o con ricas patas torneadas; todas esas mesas iban cubiertas de manteles.

Los manteles son lienzos lisos y en otras ocasiones decorados con figuras geométricas o rematados por bandas de color, indistintamente de la categoría social del usuario.

Observamos en la cantiga 23 de Alfonso X el Sabio como una buena mujer alberga en su casa a un rey que va de camino, ella misma le sirve la mesa: le entrega una copa. Sobre el mantel, las escudillas, panes y cuchillo. Un hombre tiene en sus manos un moscadero de plumas y pavón. Bajo el mantel se aprecia la tela que cubre el escaño en que se sienta el rey, y se aprecia igualmente el escabel.

La cantiga 42 refleja un festín de boda. Numerosos servidores portan la comida en vajilla dorada; sobre la mesa otras escudillas y copas doradas, una de ellas con tapa. En el suelo, al pie de la mesa, una jarra de madera para el vino. El mantel, decorado a cuadros, lleva franjas a derecha e izquierda, según uso frecuente entre los musulmanes. Los comensales apoyan sus pies en un escabel corrido para aislarles del frío suelo. La comida de la boda parece lujosa. Las leyes suntuarias de la época autorizaban gastos prohibidos en la vida cotidiana, se permitían trajes más ricos y muchos manjares.

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Finalmente, en la cantiga 88, aparece la mesa de un convento. Los monjes comen berzas de prado sin sal y sin clavo, el vino está aguado y el pan no es bueno. Al extremo derecho se asienta un monje que había sido antes médico, muy culto y dado a la buena mesa; aparece pesaroso de su nueva vida de ayuno y el monje que está a su lado le consuela. Un lego escancia el vino en escudilla de barro y se aprecia comida en otras escudillas. Sobre un mantel liso, tres panes y dos cuchillos. Los jarros son de duelas con zunchos y bocas de metal decorado.

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