21/11/2024 22:46
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Imaginen la siguiente conversación telefónica.

Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?
Verá, me gustaría deshacerme de una persona.
No hay ningún problema. Ha llamado al sitio adecuado. ¿Cuándo le viene bien que la eliminemos?
Había pensado hacerlo cuanto antes.
Déjeme que vea mi agenda… ¿Le va bien el próximo martes de las 18:00?
¿Cuánto me va a costar?
La tarifa habitual es X €, salvo si hay complicaciones. En ese caso se encarece.
Estoy de acuerdo. ¿Me da garantías de que todo va a ir bien y que esa persona no va a sufrir?
Por supuesto. Tenemos una gran experiencia y le garantizo que todo se hará muy limpio. No se dará cuenta de nada.

Por supuesto, es una conversación imaginaria. Pero, si la vuelven a leer, verán que es más de real de cuanto a muchos les gustaría, porque no se trata de la contratación de algún mafioso para eliminar a una persona que estorba. No se trata de eso. Pero, en el fondo, quizá sí. Es la recreación de una llamada a una clínica donde se practican las mal llamadas Interrupciones Voluntarias del Embarazo, la forma eufemística con que se evita decir que es el sitio donde se practican ABORTOS. Porque, no se engañen: para abortar es preciso ponerse en contacto con alguien para que quite la vida a otra persona.

Ya sé que mucha gente eso no lo tiene en cuenta. Sin ir más lejos, la ex ministra socialista de Igualdad, Bibiana Aído. Para ella, un feto de trece semanas es: «Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica«. ¿Qué un feto de 13 semanas no es un ser humano? ¿Es entonces animal? ¿Vegetal? ¿No es nada?

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Pues mira por dónde, los profesionales y la comunidad científica no opinan igual. Se tiene tan claro que el feto es un ser humano que, en el servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM), la objeción de conciencia al respecto de practicar abortos es total entre celadores, enfermeros y obstetras. No se practican abortos en el servicio de salud de Castilla-La Mancha. Se envía a quienes los solicitan a centros privados.

En el resto de España, también son numerosos los profesionales que se acogen a la objeción de conciencia para negarse a practicar abortos. Quien objeta no tiene la menor duda de que abortar no es curar, de que abortar es quitar una vida. La mayor parte de ellos no quieren llevar sobre sus conciencias la muerte de ningún ser humano, porque si escogieron su profesión fue para ayudar a salvar vidas, y no para quitarlas.

Y no crean que sólo es cuestión religiosa, moral o ideológica. No. La vicepresidencia de ACAI (Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción Voluntaria del Embarazo) saben que, «muchas veces» la objeción de conciencia «tiene mucho que ver con que dentro de la profesión, de la carrera profesional de un ginecólogo son temas que no suman, no dan prestigio en la trayectoria profesional«.

¿A quién les gustaría ganarse la vida quitándosela a los demás? ¿Les gustaría que al referirse a usted sus familiares, amigos y vecinos dijeran que su profesión es la de quitar vidas?

Como la comunidad científica es el gran escollo con el que se encuentran los proabortistas, La Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad emitirá en breve un  proyecto de Resolución del eurodiputado socialista Predrag Matić, que pretende que el aborto sea declarado como «derecho fundamental» y, entre otras cosas, pide que los Estados miembros deroguen la objeción de conciencia, el último obstáculo. Una muestra clara del totalitarismo de esta gente. Van a prohibirles objetar.

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En un ejercicio de cinismo sólo al alcance de los que están acostumbrados a mearte encima y luego quieren convencerte de que está lloviendo, Matić opina de la objeción de conciencia que debe ser considerada «una denegación de la atención médica», y que alegarla «constituye una violación manifiesta y multidimensional del ejercicio de un derecho legal ya alcanzado, así como su denegación en la práctica».

Así que ya lo saben los profesionales de la obstetricia en los servicios públicos de salud qué les espera: enfrentarse a demandas si se oponen a matar a otros seres humanos o, por el contrario, convertirse en sicarios.

Autor

REDACCIÓN