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El Ejército de Tierra no cubre plazas por falta de candidatos, dentro de los integrantes de los ciclos de ascenso a teniente coronel, a PIE (puestos de especial interés). Fijémonos en que el destino es de interés y, demás, especial. Pero no, los futuros tenientes coroneles prefieren quedarse en comandantes mientras no se les asigne una vivienda oficial. Para paliar esta abulia el Teniente General Jefe del Mando de Personal del Ejército de Tierra ha dirigido una misiva a sus queridos compañeros, el pasado tres de mayo, en un afán de levantar voluntades y ánimos para que las solicitudes lleguen a la calle Prim. Pero no ha quedado más remedio que verter, en la indicada carta, la advertencia de posibles traslados forzosos.
Sé del malestar general en los Ejércitos de Tierra y Aire, y la Marina (ahora Armada), que los militares deben tener el soporte de la sociedad española, siendo uno de ellos el económico. En este aspecto, no debe olvidarse que el ascenso conlleva, en la mayoría de las ocasiones, el traslado de lugar y, por tanto de vivienda. Si se tiene familia, ya no digamos. De ahí que cubrir las necesidades del militar y marinero sean primordiales, y si el Ministerio (me niego apelar a él bajo el nombre de defensa) al que le compete tal obligación no lo hace, está incumpliendo sus más elementales obligaciones.
Por eso parto de la premisa de que los militares y marinos en activo (yo aún me sigo considerando militar, de ahí el distingo) han de tener la protección económica y vital precisa, y no solo necesaria. La que cualquier ciudadano español pueda tener. Pero la llamada del Teniente General Jefe del Mando de Personal me deja parado, porque: ¿desde cuándo un militar no ha querido un ascenso por la molestia que le puede suponer el traslado? En verdad, que es la primera vez que conozco una noticia tal y de ahí mi asombro.
Yo solo tuve un ascenso: de Caballero Legionario de Primera Gastador a Cabo de Gastadores de la III Bandera, y recuerdo aún la noche en la que, leída la Orden del Día, me pude poner el galón correspondiente. Claro estaba que yo no cambiaba de lugar. Mi litera seguiría siendo la misma, mi 14ª Compañía de Mando Bandera, la misma. Vi ascender de cabos primeros a sargentos, de sargentos a brigadas, de tenientes a capitanes, y estos sí debieron desplazarse de destino y, por tanto de lugar. Pero no les escuché preguntar por la vivienda que tendrían, si estarían bien o mal, y tan quisiera insinuar si les gustaría su nueva situación porque, lo más importante (en el caso del capitán) era lucir las tres estrellas de seis puntas en el uniforme que significaba el ascenso.
¡Ahora resulta que hay personal que no quiere ascender a teniente coronel porque no se le asigna vivienda! Reconozcamos las cargas humanas y familiares que representa todo cambio, y que el militar tiene derecho también a tener una familia, por descontado. ¿Pero es entendible en un militar que no quiera ascender por necesidades meramente materiales? ¿Y el amor al Ejército? ¿Y a la Patria? ¡Y no quiero decir al uniforme!
Se me dirá que llevo años distanciado de la milicia, que esto ha cambiado y que hoy no es lo que era. Y cierto es, porque cuando le trasladé mi opinión al capitán de Estado Mayor -al que me asignaron de enlace en unas maniobras que hicimos en Almería, en la zona de Rodalquilar, en las largas marchas que realizábamos de una cota a otra- de que los cuarteles que yo había encontrado en Córdoba, Málaga y aún Madrid, medio vacíos, no sabía para qué podían servir, me despejó aquella ignorancia con la sabia explicación de que los cuarteles tenían uso para cualquier eventual movilización, pues de no existir no se sabría dónde acuartelar la futura tropa movilizada. Entendí, entonces, que lo importante no es lo inmediato, sino la previsión de lo que puede llegar a ocurrir, por muy improbable que pudiera imaginarse.
Hoy no hay prácticamente cuarteles, por lo que la ubicación en el nuevo destino se hace problemática y, el militar tenga que sufragarse la vivienda de su propio bolsillo, vivienda que puede ser temporal si se produce un nuevo ascenso, o cambio de destino en poco tiempo. Pero aun así, sigo sin entender cómo el no tener vivienda disponible el Ministerio pueda condicionar la situación del que sigue la carrera militar.
Se me dirá que hay evidentes agravios comparativos cuando se conoce la noticia de haber cursado el Ministerio órdenes de lanzamiento de viviendas militares, sobre todo de aquellas que vienen siendo usadas como vivienda turística cuando se ha dejado ya el destino, como parece ser acaece en San Javier.
Todo lo anterior tendría solución si el cuartel correspondiente no hubiese quedado como oficina o taller, al que se acude cada mañana para, al final de la jornada, volver al domicilio personal. También se me dirá que para eso el ejército es ahora profesional, y que cada mochuelo a su olivo. Opinión con la que disiento. El acuartelamiento debe ser el conjunto total de jefes, oficiales y tropa, incluidas sus familias. El acuartelamiento no puede ser una mera oficina, un simple taller, sino el lugar en la que todos y cada uno queden hermanados y en el que, realmente, se viva lo que es y debe ser la familia militar. Para alcanzar este objetivo hace falta que los que actúen en política amen la milicia, que hayan pasado por ella, que consideren que un militar no es ajeno a él sino su extensión desde el plano civil. Volver al Servicio Militar que no debe denominarse obligatorio, sino solo Servicio Militar y volver al hogar de los cuarteles. Deshacer el armazón que construyeron los partidos políticos a partir de 1982 al considerar el ejército como cuasi-funcionarial, porque como digo, hay profesiones como las de militar, médico, abogado, etc … que no son solo profesiones, sino algo más: una forma de ser, vivir y estar, y razón por la que cada cual ha de volver a sus cuarteles.
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