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VI

Cristiandad, confesionalidad y Unidad Católica en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera

“Al asumir la dirección de un movimiento que trata de salvar y redimir a España de la esclavitud, no emplea recetas de importación. Como católico y como español, busca en la doctrina de la Iglesia, en la ley natural y positiva, y en las auténticas tradiciones de España, los elementos constitutivos de su programa. Si a veces encontramos alguna palabra o alguna frase menos feliz, cosa rara, no hemos de interpretarla como suena, aislada del entorno en que alcanza su sentido.

En cuanto a las relaciones de la Iglesia y el Estado, está perfectamente claro su pensamiento: declara repetidas veces que Falange Española, al «rechazar la interpretación materialista de la historia», y al reconocer que «lo espiritual y religioso», según el sentir de la Iglesia católica, «debe inspirar la reconstrucción de España», acepta, por tanto, como lógica consecuencia, la doctrina católica, sobre la constitución cristiana de los pueblos, y por tanto, rechaza la separación de la Iglesia y del Estado, considerada por el papa Gregorio XVI como contraria a la ordenación divina, y cuya doctrina ha sido confirmada por los Papas Pío IX, León XIII, San Pío X, Pío XI y Pío XII. José Antonio, cómo católico, desea que dicha unión sea la que corresponde a un estado que inspira su legislación en la verdad enseñada por la Iglesia”. (El precio de una victoria. Fray Antonio de Lugo OSH. Fuerza nueva editorial SA. 1979. Páginas 17 y 18.)

Hemos estudiado hasta aquí qué pensaban Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo sobre la cuestión religiosa en las JONS.

Asimismo, nos hemos ocupado de las diferencias sobre este tema entre los Puntos Iniciales de Falange Española y la Norma Programática de Falange Española de las JONS.

Pero ¿cuál fue la postura de José Antonio desde que funda Falange hasta que es asesinado en Alicante el 20 de noviembre de 1936?

Es verdad que José Antonio, como el resto de teóricos y dirigentes de la Falange, no insisten demasiado en estas cuestiones relativas a la Religión y las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Mas ordenando y concatenando los escasos pero significativos textos sobre el asunto, podemos conocer con bastante precisión las ideas del fundador y I Jefe Nacional de la Falange.

Lo primero que salta a la vista es que, al contrario que ocurrirá con otros temas, en los que José Antonio va cambiando su opinión con mirada crítica y afán perfectivo (por ejemplo sobre el fascismo, el corporativismo, el totalitarismo), sobre la cuestión religiosa no se aprecian en él cambios importantes a lo largo de su trayectoria política.

Sus últimos escritos (sobre todo el Cuaderno de Notas de un estudiante europeo) reflejan, aunque con mayor precisión y sistematización, las mismas ideas sobre la Religión que expuso en el mitin fundacional y en los Puntos Iniciales.

Para José Antonio existen normas y verdades permanentes e inmutables, cuya validez o certeza no dependen de la voluntad de nadie, ni siquiera de la mayoría, y que son el fundamento de todo orden político rectamente constituido,

«Nunca es la verdad ni es el bien una cosa que se manifieste ni se profese por la voluntad. El bien y la verdad son categorías permanentes de razón, y para saber si se tiene razón no basta preguntar al rey -cuya voluntad para los partidarios de la soberanía absoluta era siempre justa-, ni basta preguntar al pueblo -cuya voluntad, para los rousseaunianos, es siempre acertada-.» (Discurso en el Parlamento el 19 de diciembre de 1933).

«Existe sobre los hombres una verdad, bajo cuyo signo los pueblos y los hombres cumplen su misión en la vida. Estos pueblos y estos hombres, antes de nacer los partidos políticos, sabían que sobre su cabeza estaba la eterna verdad, y en antítesis, la eterna mentira». (Discurso pronunciado en el Teatro Calderón. Valladolid. 4 de marzo de 1934).

“En otras épocas más profundas, los Estados, que eran ejecutores de misiones históricas, tenían inscritas sobre sus frentes, y aun sobre los astros, la justicia y la verdad”. (Discurso pronunciado en el Teatro de a Comedia. Madrid. 29 de octubre de 1933).

Por esta razón José Antonio consideraba que el régimen de Cristiandad había sido el orden social más perfecto en la historia de la humanidad.

“El siglo XIII, el siglo de Santo Tomás. En esta época la idea de todos es la “unidad” metafísica, la unidad en Dios; cuando se tienen estas verdades absolutas todo se explica, y el mundo entero, que en este caso es Europa, funciona según la más perfecta economía de los siglos”. (Conferencia pronunciada en el Teatro Calderón. Valladolid. 3 de marzo de 1935)

José Antonio ensalza “la unidad católica: sentido total de la vida religiosa en la Edad media, es decir, ni sacrificio del individuo a la colectividad ni disolución de la colectividad en individuos, sino síntesis del destino individual y el colectivo en una armonía superior, a la que uno y otro sirven”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

Esa armonía social, fundada en la unidad de fe, quebró en Occidente como consecuencia de la Reforma protestante que introdujo el libre examen y la teoría de la predestinación, que darían a su vez origen al liberalismo y al capitalismo moderno.

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“El siglo XIII es probablemente el comienzo de la última edad clásica, a cuya liquidación estamos asistiendo, y ya podemos contemplar las fuerzas que la disuelven. Han operado sobre ella la Reforma y la Revolución francesa”. (Conferencia pronunciada en Zaragoza. Cinema Alhambra. 17 de febrero de 1935).

“Del siglo XIII al XVI, el mundo vivió una vida fuerte, sólida, en una armonía total; el mundo giraba alrededor de un eje. En el siglo XVI empezó esto ya a ponerse en duda. El siglo XVII introdujo el libre examen, se empezó a dudar de todo. El siglo XVIII ya no creía en nada”. (Conferencia pronunciada en el Círculo Mercantil. Madrid. 9 de abril de 1935).

«Todo proceso histórico es, en el fondo, un proceso religioso[1]. Sin descubrir el substratum religioso no se entiende nada. La presente situación del mundo es, ni más ni menos, la última consecuencia de la Reforma[2]«.

 “En el protestantismo están ya en germen: la civilización mecánica; la interpretación económica de la vida (el éxito en los negocios humanos, señal de predestinación; idea calvinista); el capitalismo (por oposición a la función feudal de la propiedad); el optimismo (los calvinistas creen que no todos los hombres son llamados a la gracia, pero ellos se sienten todos llamados a la gracia). El optimismo filosófico. Rousseau; el hombre es nativamente bueno[3]”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936).

Ante esa situación de desorden espiritual que conmovió los cimientos de la Civilización, España asumió el papel de defensora en el viejo continente, y propagadora en el nuevo, de la Civilización Cristiana, en lucha desigual contra otras naciones que, en los campos de batalla o divulgando las más disparatadas leyendas para desprestigiar a nuestra Patria, consiguieron extenuarla física y moralmente.

“España estaba exactamente a punto (en forma) cuando el mundo presentó aquella coyuntura. España entonces asumió resueltamente la causa de la unidad católica: bula de Alejandro VI, Trento, Lepanto, Valtelina, Guerra de los 30 años…”. (José Antonio. Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)

“España supo ser fuerte, sobria, austera y supo sacrificarse por lo espiritual, sabiendo ser heroica sobre todas las cosas y hacer morir a los suyos cuando hizo falta. España no tuvo banderías mientras no perdió su fuerza. Y sin banderías y sin partidos políticos luchó gloriosamente, teniendo por escenario toda la faz de la tierra y por enemigo nada menos que a Satanás”. (Discurso pronunciado en Cáceres. 4 de febrero de 1934)

“España en el siglo XVI es el brazo ejecutor de Dios”. (Conferencia pronunciada en el Ateneo de Santander. 14 de agosto de 1934)

Nuestra Patria, gracias a Dios, pudo evitar el protestantismo y librarse del Islam, pero, tras siglos de lucha contra corriente, se encontraba exánime ante el liberalismo, al que, pese a todo, combate con heroísmo (Guerra de la Independencia, Guerras Carlistas), pero sin lograr evitar absolutamente su pernicioso influjo.

«Es triste y angustioso ver cómo los españoles consumen sus energías en luchar unos contra otros, pensando sólo en solventar entre sí odios y rencores, con olvido de España, a la que tratan de rendir y aniquilar.

Por fortuna, esto no es posible lograrlo en una nación de muchos siglos de existencia, y cuyo sentido de unidad ha perdurado siempre, aun en épocas de fragmentación territorial, en las cabezas de nuestros reyes, santos y pensadores, ni con una nación de tal contextura espiritual que, al descubrir para la Humanidad un nuevo continente, lejos de abusar de su poderío y explotar a los indígenas, empieza por declararlos iguales a los españoles.

Mas España comienza a perder su propio estilo y personalidad cuando por obra de las doctrinas rousseanianas y de la Revolución francesa, surgen las divisiones en territorios y regiones; cuando, por no mirarse de frente a España, abarcándola total y absolutamente, sino desde un punto de vista particular de clase o de interés, nacen los partidos políticos; esto es, cuando se niega la existencia de ciertas verdades permanentes, se admite la teoría absurda de que las sociedades políticas son consecuencia de un pacto expresado mediante sufragio.» (Discurso pronunciado en Callosa de Segura. 22 de julio de 1934)

Frente a una España sin unidad y sin justicia y ante un mundo desquiciado, José Antonio propone un proyecto político que aspira a recobrar para España la conciencia de su misión espiritual e instaurar un orden social que permita a todos sus hombres, clases y tierras llevar una vida digna de seres portadores de valores eternos, con un alma capaz de condenarse o salvarse, llamados a ser hijos de Dios.

“Falange Española de las J.O.N.S. contempla al pueblo en su integridad y quiere vitalizarlo del todo: de una parte, implantando una justicia económica que reparta entre todos los sacrificios, que suprima intermediarios inútiles y que asegure a millares de familias paupérrimas una vida digna y humana. Y, de otra parte, compaginando esa preocupación económica con la alegría y el orgullo de la grandeza histórica de España, de su sentido religioso, católico, universal, de sus logros magníficos, que pertenecen por igual a los españoles de todas clases”. (Discurso pronunciado en Pamplona en el Centro local de Falange. 15 de agosto de 1934).

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El liberalismo no hirió la unidad religiosa de nuestra Patria, la armonía social en torno a la verdad católica, sino que preparó el terreno para el advenimiento del socialismo y del comunismo.

Así lo creía el fundador de la Falange, y por eso abogaba por desmontar el capitalismo liberal, para erradicar las injusticias que servían de pretexto a las reivindicaciones revolucionarias anticristianas de socialistas, comunistas y anarquistas.

“Hoy están frente a frente dos concepciones totales del mundo; cualquiera que venza interrumpirá definitivamente el turno acostumbrado; o vence la concepción espiritual, occidental, cristiana, española de la existencia, con cuanto supone de servicio y de sacrificio, pero con todo lo que concede de dignidad individual y de decoro patrio, o vence la concepción materialista rusa de la existencia” (Hoja escrita en los sótanos de la Dirección General de Seguridad. 14 de marzo de 1936).

“Conscientes de nuestra responsabilidad ante los momentos históricos de España, en vez de optar por el suicidio cobarde o la frivolidad acomodaticia, preferimos el servicio alistándonos en línea para evitar el hundimiento de los valores espirituales, sustituyendo el privilegio capitalista para salvar los principios religiosos, morales y patrióticos” (Vista de la causa contra los directivos de Falange Española. Cárcel Modelo de Madrid. 30 de abril de 1936)

“No hay más que una manera, profunda y sincera, de evitar que el comunismo llegue: tener el valor de desmontar el capitalismo, desmontarlo por aquellos mismos a quienes favorece, si es que de veras quieren evitar que la revolución comunista se lleve por delante los valores religiosos, espirituales y nacionales de la tradición. Si lo quieren, que nos ayuden a desmontar el capitalismo, a implantar el orden nuevo” (Discurso pronunciado en el Cinema Europa. Madrid. 2 de febrero de 1936)

“Es preciso configurar un nuevo orden, y éste es el Destino de España en nuestros días. Tenemos que afanarnos por salvar a España y al mundo entero. El Orden nuevo tiene que arrancar de la propia existencia del hombre, del reconocimiento de su libertad y dignidad”. “La libertad del hombre y la dignidad humana son valores eternos e intangibles. El orden nuevo ha de arrancar de la existencia del hombre como portador de valores eternos. No participamos pues del panteísmo estatal”. “España podrá rehacer su vida por este camino, en el que se encuentran los valores cristianos y occidentales de nuestra civilización”. (Conferencia pronunciada en el Cinema Alhambra. Zaragoza. 17 de febrero de 1935).

En definitiva, José Antonio propone una “solución religiosa: el recobro de la armonía del hombre y su entorno en vista de un fin trascendente. Este fin no es la patria, ni la raza, que no pueden ser fines en sí mismos: tienen que ser un fin de unificación del mundo, a cuyo servicio puede ser la patria un instrumento; es decir, un fin religioso. ¿Católico? Desde luego, de sentido cristiano”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936).

“Y así acaso un día vuelva a encenderse sobre Europa unificada la alegría católica””. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936).

 

[1] Aquí parece que estuviéramos leyendo a Donoso Cortés.

[2] “La Reforma: Lutero (la fe sin las obras); Calvino (la gracia inamisible). Luego: ni esfuerzos por ganar el Cielo, ni preocupación por el Infierno. La energía se encauza hacia lo humano. Hay como un desbordamiento de alegría. Y, al lado, la irrupción de los nuevos ricos, compradores de los bienes eclesiásticos. ¿Libertad de creencias? Nada de eso; ese es ya un fenómeno del siglo XIX. La Reforma se manifiesta como una guerra santa contra lo que llama el papismo idólatra; guerra implacable y durísima: (Ginebra, Inglaterra, con los Cecil y Cromwell; Gustavo Adolfo…)”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936).

[3] Abolengo protestante del optimismo filosófico (la gracia concedida de balde. ¿Quizá sobra el pecado original? El protestantismo sostiene que la Redención bastó para devolvernos a todos la gracia (a los elegidos, claro), sin necesidad de obras ni Sacramentos; es decir, nos reintegró del estado de penitencia (católico) al estado de inocencia). Abolengo protestante de la “declaración de los derechos del hombre”. Las “declaraciones” exceden del pensamiento de Rousseau (el individuo no se reserva nada, según él); pero la sustancia está en el optimismo; Rousseau lo es a machamartillo, el ser colectivo siempre quiere ser bien”. (Cuaderno de notas de un estudiante europeo. Septiembre de 1936)