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- DOS RENOMBRADOS ESCRITORES CONTRA EL FALSO ECUMENISMO
Una vez más pongamos la lupa sobre el falso ecumenismo y veamos que nos enseñaron dos célebres pensadores: Hugo Wast y G.K. Chesterton. El primero de ellos en su libro ‘El Sexto Sello’, aseveró: “Cuando la indiferencia religiosa haya caído como una mortaja sobre los pueblos (…) es seguro que se habrán aplacado todas las controversias teológicas” (ed. Dictio, Buenos Aires, 1980, p. 21). Y agregó: “Pero esta paz aparente, ¿no es infinitamente deplorable? Es como la salud que reina en un cementerio, donde se han concluido las enfermedades porque los muertos no se enferman” (ob. cit. p. 21). Esa indiferencia religiosa campea hoy por doquier promovida por doctrinas tan falsas como novedosas. El segundo escritor mencionado nos enseñó en su obra ‘El Hombre Eterno’: “No es capaz de entender la naturaleza de la Iglesia o la nota sonora del credo descendiendo de la antigüedad, quien no se da cuenta de que el mundo entero estuvo prácticamente muerto en una ocasión a consecuencia de la abierta mentalidad y de la fraternidad de todas las religiones” (ed. Cristiandad, España, 2011, p. 233).
- ¿POR QUÉ SE HACE DIFICIL VER EL MODERNISMO?
¿Por qué para muchos se torna difícil ver el modernismo dentro de la Iglesia, al punto que, incluso, casi parecería imposible o cuento de ciencia ficción? Antes que
nada, porque supo camuflarse. Por otra parte, porque una cosa es señalar al enemigo externo, por caso, el protestantismo, el judaísmo o el budismo, y otra muy distinta es el querer admitir que seminarios enteros, casas religiosas enteras, sacerdotes y religiosos, obispos en números impensados, vale decir, lo que tenemos por sagrado en nuestra religión, estén contribuyendo al derrumbe de nuestra religión ¡y en nombre de la religión! Ciertamente no parece que pueda suceder pero sucede. Se torna aún más difícil, por los que van admitiendo cosas del modernismo al tiempo que conservan cosas de la tradición, alcanzando una suerte de mixtura que les acarrea algún tipo de “serenidad de conciencia”, creyendo igualmente que en esa posición ecléctica está el justo medio, creyendo que eso es el sano progreso; y no; no y no. Van poniendo en su tasa de té, todos los días, unos gramos de veneno, y ese veneno, tarde o temprano, termina por dañar demasiado, al punto de poder llegar a matar. Algo de esto es lo que con muchísima sutileza describió el R.P. Lacunza en 1812: “¿Qué tenemos, pues, que maravillarnos de que el sacerdocio cristiano pueda en algún tiempo imitar en gran parte la iniquidad del sacerdocio hebreo? (…). Los que ahora se admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo tuvieren por un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión, sean los primeros que entren en el escándalo, y los primeros presos en el lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas tan sagradas, tendrán también por buena a la misma iniquidad” (La venida del Mesías en gloria y majestad, ed. Universitaria S.A., Chile, 1969, p. 85).
- ARQUEOLOGISMO VS. TRADICIÓN
Hoy también vemos otra tramoya de los modernistas, consistente en presentar el arqueologismo como Tradición. El modernista ama el arqueologismo al tiempo que detesta a la Tradición Católica. A no dejarse engañar. Ese arqueologismo ha sido condenado por S.S. Pio XII en su Encíclica Mediator Dei: “De manera que, por ejemplo, sería salir de la senda recta querer devolver al altar su forma primitiva de mesa”. Hoy está lleno de eso, de mesas y no de altares, por lo que, con claridad tienen paso las palabras de Pio XII: se ha salido de “la senda recta”.
- MILITANTE VS. SINODAL
Hay un silencio cómplice y un resguardarse siempre en lo que ha pasado a ser una suerte de muletilla para salir del paso y que llaman “prudencia”. Lo católico implica universalidad y no individualismo, por eso es desacertada la postura de; “como a mí me permitieron esto, luego de lo demás no me hago cargo y mejor quedarse mudo”. Errada también es la postura de: “cuánto estamos creciendo, luego aquí está la papa”, cuando para ello se ha aceptado varios lineamientos modernistas: “-¡Pero tenemos excelentes intenciones, lo nuestro es caridad!” –dirán. Nadie duda de eso. Pero también tienen buenas intenciones muchos protestantes que van creciendo en número o muchos
budistas que crecen en número; seguramente muchas de las paganas vestales tenían rectas intenciones. “¡Pero hay milagros en el modernismo!” –invocará todavía algún esperanzado en las reformas que se dieron. A eso les respondo con las palabras de la Escritura: “Se levantaran falsos Cristos y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios; de modo que si puede ser caigan en error aun los escogidos” (Mt. 24, 24); y también: “Si se levantase en medio de ti un profeta (…) que te anuncia una señal o un prodigio, aunque se cumpliere la señal o prodigio de que te habló diciendo: ‘vamos tras otros dioses…’, no escucharás las palabras de ese profeta (…) porque os prueba Yahvé, vuestro Dios, para saber si amáis a Yahvé” (Deuteronomio 13, 1-3).
Han llevado a cabo reformas tremendas, alteraciones horrorosas: liturgia arruinada; misa arruinada; “canonizaciones” de modernistas y promotores del marxismo; la aberrante comunión en la mano tan extendida; los apóstatas entrarían en la “comunión de los santos”; se puede comulgar en pecado mortal; lo de soldado de Cristo, ¡cuidado!, es solo una forma de decir, no hay que herir a los denominados hermanos separados; y con todo eso producido por las manos del modernismo: ¿qué te hace pensar que no han alterado también la virtud de la obediencia? ¡Por supuesto que también la arruinaron! La usan precisamente de arma para doblegar a todos a ser esclavos del modernismo, de la mundanización del catolicismo.
Teórica y prácticamente se ha dejado de lado la calificación de “militante”. No se habla ni se práctica una Iglesia militante. La razón está más que clara: es contraria a la esencia modernista el ser militante, a no ser que se trate de militar contra la Tradición Católica. El modernismo se torna exclusivamente militante cuando de golpear a la Tradición se trata. Allí sí aparece el duro golpe de las sanciones: aparecen las excomuniones, las imputaciones de “faltaste a la obediencia”, “eres un rebelde”, “no te sujetas a la autoridad”, “contestario”, etc. Así como para el modernista eso de “soldado de Cristo” tomado literalmente deviene anacrónico e incorrecto, de igual modo lo de “militante” tomado en su literalidad guerrera deviene anacrónico e incorrecto. El falso ecumenismo amado por el modernismo pide al modernista no combatir el error contrario, no combatir contra el mundo. Va en busca de la fraternidad universal, de una unidad del “pueblo de Dios”, pueblo que, desde luego, incluirá a católicos pero no solo a ellos; es mucho más comprensivo, mucho más amplio. De ahí que, tanto en lo teórico como en lo práctico, la nueva invención modernista consiste en una recalificación de la Iglesia en la tierra: ya no se habla de “Iglesia Militante”, se habla de “Iglesia Sinodal”. Y día tras día la insistencia con eso de la sinodalidad. ¿Y qué es eso? En brevísima síntesis un abrevar de más mundo, un chorro mayor de esa funesta democratización que se hace ingresar a la Iglesia, chorro de líquido pestilente venida desde el “pueblo” pero por empuje desquiciado de los obispos, movidos a su vez por una Roma terrenal; y es claro, porque también para el modernista el poder va de Dios al pueblo. La sinodalidad persigue la fraternidad masónica, por eso también excluye en cuanto puede, las condenas a los movimientos LGBT; y no solo eso, sino que, en varios casos se ha visto su promoción. En fin, lo diré con las palabras de G.K. Chesterton extraídas de su inolvidable libro ‘Ortodoxia’: “las innovaciones son las notas características de la nueva teología de la Iglesia modernista” (ed. San Pablo, Buenos Aires, 2008, p. 149). ¿Alguien pone en duda mi reflexión? Bien. En su brillante libro ‘El Rin desemboca en el Tíber (Historia del Concilio Vaticano II)’, hablando sobre los resultados de la primera sesión que se llevó a cabo en el mencionado Concilio, el R.P. Ralph M. Wiltgen comenta: “La
última intervención de aquel día fue del obispo Luigi Carli (…). Sostuvo que algunos Padres conciliares habían llevado sus preocupaciones ecuménicas demasiado lejos (…); nadie podía ser considerado hereje, nadie podía emplear la expresión ‘Iglesia militante’ (ed. Criterio Libros, España, 1999, p. 67). Esto último fue dicho en la década del sesenta. Estamos ya en el año 2023. ¿Se ven las evidencias?
Allá por 1949 enseñaba el R.P. Jacques Leclercq: “La Iglesia sobre la tierra es militante (…); es de esencia de la Iglesia, tal como existe en la tierra, el tener que combatir (…). El Reino de Dios sobre la tierra es objeto de combate. Pero no hay combate sin adversarios. En cierta manera es, pues, de esencia de la Iglesia sobre la tierra el tener adversarios” (Cristo, Su Iglesia y los cristianos, ed. Desclée de Brouwer, España, 1949, p. 161). Y esa Iglesia militante solo podrá serlo en tanto y en cuanto sea fiel a lo que le fue transmitido, pues si cambia eso perderá inevitablemente su mira sobre lo que debe llevar a cabo su militancia. Así las cosas, y volviendo a citar a Leclerq, tenemos: “Si la Iglesia es la Iglesia de Cristo, ella debe ser reconocida por su fidelidad a Cristo. La misión de la Iglesia de Cristo no es proponer a los hombres una doctrina de su agrado, ni de modificar la doctrina según las corrientes del pensamiento humano (…). Esta doctrina no la ha inventado la Iglesia; ella la ha recibido. La misión de la Iglesia se limita a transmitirla” (ob. cit. p. 36). “A medida que los siglos transcurren, la Iglesia Católica, se apoya más y más sobre la tradición, y la tradición se desenvuelve en ella en línea ininterrumpida desde los primeros siglos” (ob. cit. págs. 42 y 43).
- DEICIDIO Y ECCESIAECIDIO
Así como los judíos fariseos llevaron a cabo ‘el deicidio’, esto es, haberle dado muerte a Cristo, así también los modernistas vienen llevando a cabo lo que denomino aquí ‘el ecclesiaecidio’, esto es, el intento por darle muerte a la Iglesia Católica. ). La Iglesia no morirá jamás, aunque sí alcanzará la agonía, de modo que, lo de ecclesiaecidio es un tanto impropio pues en realidad no habrá muerte; y si he utilizado esa expresión es para mostrar la teleología perseguida, ya que, con toda precisión, los enemigos internos de la Esposa de Cristo buscan su demolición total. Unos y otros, fariseos y modernistas, tienen de común el provenir ‘de dentro’, el ataque interno, y el haberse amparado falsamente en sus padres. Los fariseos se escudaban, por ejemplo, en los profetas; los modernistas se escudan, por ejemplo, en el Motu proprio Traditiones Custodes. Pero unos y otros quisieron cortar con su pasado: unos mataron a los profetas, los otros siguen intentando borrar a la Tradición de la faz de la tierra, principalmente con el denodado objetivo de hacer desaparecer la misa llamada tridentina. Y por eso, unos y otros comparten un padre en común: “Ustedes tienen por padre al diablo” (Jn. 8, 44). Si me preguntasen cuáles son los dos crímenes más bestiales, diría entonces: 1) el deicidio; 2) el ecclesiaecidio. El padre común del fariseísmo y del modernismo, es decir, Satanás, ayer quiso vencer a Cristo moviendo ánimos para que le den muerte, y hoy quiere vencer a la Esposa de Cristo moviendo ánimos para que también se llegue a su ruina. Pero así como ayer Satanás fue vencido por la muerte y resurrección del Mesías, así también y por fuerza del Mesías la víbora infernal verá frustrada su
pretensión sobre la Esposa Inmaculada del Cordero, la Iglesia Católica, pues por muy reducida que se vea La Barca, está profetizado que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18
- ¿Y SI SE LO HUBIERAN ENCOMENDADO A UN DIABLO DEL INFIERNO?
En este escrito solo he mostrado algunas pinceladas de lo que hizo el modernismo tras el Concilio Vaticano II. Pero dicho movimiento se ha orquestado desde mucho tiempo antes. Pensar que ya en 1907 San Pio X lo condenó en su Encíclica Pascendi. Hay dos personajes oscuros de los que no he hablado por razones de espacio, y ellos son Aníbal Bugnini y Dom Lambert Beauduin. Figuras principales de la posguerra y cuyas maniobras para que el modernismo sea posible no pueden pasarse por alto. Quien desee investigar más a fondo sobre dichos personajes le sugiero la excelente obra ‘El Movimiento Litúrgico’ escrita por el R.P. Didier Bonneterre. A quien quiera profundizar sobre lo que aquí ha sido expuesto y sobre mucho más, le queda una ardua tarea por delante. Vale la pena para dónde estamos parados y porqué.
Hablando sobre San Francisco de Asís, Étienne Gilson dijo: “Las lecciones de Francisco están siempre llenas de buen sentido y de simplicidad. No se empachó de metafísica o de teología especulativa. Es todavía un laico y sabe que el primer deber de los laicos es asegurar el ejercicio del culto, porque el culto es la primera de las necesidades espirituales. Para aquellos que están en duda sobre por dónde comenzar, éste es y será siempre el comienzo más natural: no basta renunciar al culto de los ídolos, hay que asegurar el del verdadero Dios” (Por un Orden Católico, ed. Lectio, 2018, p. 95). Quede claro que con este escrito que está llegando a su fin, solo intento, puestas mis mejores intenciones, luchar por asegurar el culto del verdadero Dios.
S.S. Pablo VI, en un discurso dado el 29 de junio de 1973, pronunció las siguientes palabras: “Por alguna fisura, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”. En este escrito han quedado evidenciadas varias grietas por las que opera Lucifer moviendo a los enemigos internos de la Esposa de Cristo.
Por último, anotemos algo que también contribuye grandemente a la indigestión del modernismo. Respecto a la naturaleza objetiva de la reforma litúrgica operadas por Concilio Vaticano II, Michael Davies, citando lo que ha dicho Dietrich von Hildebrand en su obra ‘The Devastated Vineyard’, escribe: “si un diablo del infierno se le hubiera encomendado la ruina de la liturgia, no hubiera podido hacerlo mejor” (El Concilio del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 234).
Autor
- Nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.
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