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Los 100 españoles eran estos:

Manuel Fraga Iribarne 

 Político 

Nació en Villalba (Lugo) el 23 de noviembre de 1922, cursó el bachillerato en los institutos de La Coruña y Lugo, se licenció en Derecho en 1944 y se doctoró al año siguiente; oficial letrado de las Cortes (1945), licenciado en Ciencias Políticas y Económicas (1947), número uno por oposición en el Cuerpo Diplomático, catedrático de Derecho Político en Valencia (1948) y titular de la cátedra de Teoría del Estado y Derecho Constitucional en la Universidad de Madrid (1953). Fue secretario general del Instituto de Cultura Hispánica (1951), consejero nacional por designación directa del Jefe del Estado (1957), director del Instituto de Estudios Políticos (1961) y consejero de Estado (1961). Entre 1962 y 1969 fue ministro de Información y Turismo, consiguiendo que se aprobara su proyecto de Ley de Prensa (1966); posteriormente se reintegró a su cátedra y en 1973 fue nombrado embajador en Londres. Dos años después regresó a España, en diciembre de 1975 pasó a ser ministro de la Gobernación en el primer gobierno de la Monarquía, y tras cesar en julio de 1976, volvió a la presidencia de su partido, Reforma Democrática, e impulsó la creación de Alianza Popular, grupo político del que es secretario general. Es diputado parlamentario por Madrid desde junio de 1977. Autor de numerosos libros entre los que destacan Las leyes (1975), La monarquía y el país (1977), Los nuevos diálogos (1977), etc. Está casado y tiene cinco hijos.

RESPUESTAS

  1. ¿Cómo definiría la personalidad del general? 

Franco fue, indiscutiblemente, un gran español y un buen patriota. Su inteligencia era superior a la media, sin llegar a los destellos geniales de un De Gaulle, que además tenía una cultura más profunda. Su astucia y penetración sicológica eran extraordinarias. Se adaptaba con gran flexibilidad a los acontecimientos; pero ciertos hechos (como el cambio de orientación de la Iglesia Católica) desbordaron sus previsiones. Era un hombre trabajador, frío y objetivo; conocía bien el conjunto de los problemas; si se hubiera retirado a tiempo, hubiera consolidado una gran obra.

  1. ¿Cuáles serían, en su opinión, los aspectos positivos de la labor del general? ¿Cuáles los negativos? En ese período «España ha cambiado de piel». ¿Ha cambiado también de alma? 

Franco puso orden en un país invertebrado, y restableció una autoridad mellada por más de un siglo de caos político. Con ello sentó la base principal para la modernización económica y técnica de España. No supo o no quiso acompañar el cambio social con el desarrollo político, a lo cual contribuyó indudablemente el cerco de incomprensión exterior.

El alma de un país, su conciencia colectiva, cambia más lentamente que los términos de una generación. La ignorancia ha disminuido, indudablemente, con la escuela y los medios audiovisuales. El espíritu cívico creo que también ha mejorado algo, al plantearse grandes empresas nacionales. La envidia sigue siendo un vicio nacional, pero al plantearse en una sociedad con mayor influencia de las clases medias, descarga menos agresividad. La reforma agraria no tiene la relevancia de los tiempos en que la tierra era la única riqueza nacional; hoy se trata más bien de un problema de ordenación del territorio. La sanidad ha mejorado sustancialmente, desde el establecimiento (con todos sus defectos) del seguro de enfermedad. La investigación sigue siendo, sin duda, un agujero importante. La presión oligárquica es incomparablemente menor, y seguirá decayendo. La corrupción aumenta en todos los periodos de desarrollo económico, pero no creo que lo haya hecho por encima de los promedios aplicables.

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  1. Invita a reflexión que Franco se mantuviera en el poder durante casi cuatro décadas. ¿A qué atribuiría que tan larga permanencia fuera posible? 

La larga y poco frecuente duración de la etapa franquista se debe a causas muy complejas. En primer lugar, sus propias condiciones personales: buena salud, larga vida, frialdad de análisis, sentido pragmático. En segundo lugar, a que la sociedad española estaba harta de la anarquía social y la inoperancia de los gobiernos. En tercer lugar, la continuidad de situaciones excepcionales: guerra civil, guerra mundial, bloqueo, reconstrucción. Franco tuvo éxitos indudables, en mantener la neutralidad del país, el orden público, y un ritmo serio de desarrollo económico y social. La oposición estuvo siempre débil, inoportuna, inoperante y esperando demasiado de la ayuda extranjera. La Iglesia después de la terrible persecución en zona roja, coincidió durante muchos años en ideas e intereses con el régimen. Y si éste no hubiera perdido sus últimos años (1969-1975) para la reforma política, hubiera podido durar aún después de la muerte de Franco.

  1. ¿Cree que Franco respetó los «derechos humanos», o que los violó de forma sistemática, implacable y cruenta? 

Franco fue un gobernante de épocas de excepción, desde 1936 a 1953; después las cosas se fueron normalizando bastante, y al final el control de los Tribunales era muy severo. En todo caso, Franco pensaba más en España que en los derechos individuales.

Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, cumplimenta a Franco a la llegada de éste al Escorial para presidir los funerales por José Antonio

  1. ¿Cree que los españoles estamos ahora más unidos que en 1936, o detecta indicios de divisiones igualmente profundas? 

A pesar de ciertas dificultades, creo que la sociedad española está más unificada, económica, social y culturalmente, que en 1936; la movilidad horizontal y vertical es mayor. Quedan, por supuesto, muchas dificultades por resolver.

  1. ¿Podría decirnos qué sintió usted —pensando en España— a la muerte del general Franco? Inevitablemente el país iba a ser «otro». ¿Supuso usted que la evolución (la implantación de la democracia sin adjetivos) se produciría de forma tan rápida y radical? ¿Es que las «instituciones» franquistas carecían de base sólida? ¿Temió usted —lo teme aún— un baño de sangre? 

Mis opiniones y previsiones están publicadas en libros y artículos, y sobre todo en la obra colectiva La España de los años 70. Ni fui catastrofista, ni de los defensores de un optimismo ingenuo. Creí, y creo, que tendremos una transición difícil, pero viable; y que el régimen de Franco, al no completar su autorreforma en los años 1969-1975, no quedaba, en modo alguno, «atado y bien atado».

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Manuel Fraga Iribarne con el almirante Carrero Blanco

  1. Muchos comentaristas le han acusado a usted —por entonces ministro de Información y Turismo— de ser el gran promotor del famoso referéndum de 1966, referéndum que vastos sectores de la sociedad calificaron de «referéndum del miedo» (miedo a las represalias en caso de abstención o de responder no). Ha llegado a escribirse que sobraron un millón de votos afirmativos. ¿Podría darnos su versión personal de los hechos? ¿Fue aquél un triunfo legítimo, legal, de Franco? Con la perspectiva que el tiempo ofrece, ¿repetiría usted aquella operación? 

El referéndum fue absolutamente correcto en el cómputo, y sin ninguna clase de presión gubernativa o administrativa; y se realizó con libertad de prensa. Lo que sí es cierto es que, en el instrumento más poderoso, la televisión, no hubo igualdad de oportunidades. Con todo, Franco tuvo entonces un merecido triunfo, que, desgraciadamente, no supo, o no pudo, o no quiso consolidar en la necesaria reforma política. Si nombra entonces un verdadero Jefe de Gobierno, y se retira a los ochenta años (como varios le aconsejamos) la Historia hubiera sido diferente.

Lugo, mayo de 1977. Manuel Fraga Iribarne responde a un sector de público que le increpa durante un mitin de la campaña electoral para las Cortes constituyentes

  1. ¿Hasta qué punto cree que los hábitos adquiridos durante el mandato de Franco pueden obstaculizar la consolidación de la democracia en España? ¿Es optimista o pesimista con respecto a dicha consolidación 

 

La democracia es siempre una experiencia difícil. Pero la herencia básica no es mala, pues contiene los elementos básicos del desarrollo económico y educativo. Falta que sepamos aprovecharla.

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Con el Régimen no acabó la natural muerte del victorioso Caudillo, sino dos factores fundamentales que Fraga reconoce en esta entrevista:

1- La presión exterior contra el Régimen, que incluso pudo haber influido en el asesinato del sucesor de Franco, el ejemplar Almirante Carrero Blanco, que es el que hubiese podido lograr la continuidad del Régimen. Fraga no tiene razón al no reconocer el nombramiento de Carrero Blanco como garante de la continuidad.
2- Lo más importante, la protestantización, politización y mundanización (ecumenismo y demás «aperturas» y diálogos con el demonio o marxismo) de muchos miembros de la Santa Iglesia Católica Apostólica durante el postconcilio Vaticano II. El referéndum de 1966 reflejaba una España verdaderamente católica, el de 1976, una España de creciente apostasía y de necedad, una España crecientemente materialista, carente de sabiduría y de visión a largo plazo. Ese cambio de la Iglesia Católica contribuyó a matar al caudillo y a su régimen más que ninguna otra causa. Sin el apoyo católico, el régimen estaba muerto. Ahora, 47 años después, es hora de constatar el enorme error de entonces y rectificar.

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