17/05/2024 21:30
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  1. MÁS DEL FALSO ECUMENISMO – RESPONSABILIDADES, TÁCTICAS Y  FRUTOS 

Pasemos ahora a conocer que nos ha enseñado el profesor católico Michael  Davies, de Inglaterra, amigo de von Hildebrandt. Michael ha sido un prolífico escritor. Escribió más de cuarenta libros, la mayoría vinculados a la crisis que se alzó tras  Concilio Vaticano II. Expondré algunos textos de su afamada obra ‘El Concilio del  Papa Juan’.  

Tocante al ecumenismo: “El movimiento ecuménico tal como existe ahora se  basa sobre la premisa totalmente falsa de que se puede obtener la unidad orgánica con  los protestantes por medio de negociaciones ecuménicas” (Davies, Michael, El Concilio  del Papa Juan, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 141). En otro lugar nos dirá Davies:  “el diálogo ecuménico ha abierto una puerta por la que ha entrado el virus del  racionalismo, exuberante entre las denominaciones protestantes, y ha contaminado al  propio Cuerpo Místico, y, por consiguiente, ha debilitado su capacidad de combatir las  fuerzas de la revolución, que nunca como hoy han estado tan cerca de eclipsar la Iglesia  de Cristo” (ob. cit. págs. 149 y 150). Una más: “el efecto práctico del diálogo  ecuménico es la protestantización de la Iglesia Católica” (ob. cit. p. 152). Y esto: “La  manifestación más dramática para el católico corriente es (…) la protestantización de  nuestra liturgia” (ob. cit p. 169). 

En lo que hace a la responsabilidad del Concilio, dirá: “El Vaticano II, como  suceso, resulta responsable directo del resurgimiento y creciente aumento del  modernismo dentro de la Iglesia” (ob. cit. p. 216).

¿Cómo actúan muchos contra los defensores de la Tradición? “La táctica más  coherente de los progresistas, y que usan consecuentemente porque resulta exitosa,  consiste en presentar a aquellos que se le oponen como figuras más bien patéticas,  hombres de mentalidad cerrada, hombres que temen el cambio, hombres que viven en el  pasado y no pueden adaptarse a las ideas y adelantos modernos. Escribía San Pio X en  Pascendi Gregis: ‘No es de maravillar que los modernistas embistan con extrema  malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia.  No hay ningún género de malevolencia con que no los hieran, pero su modo habitual es  acusarlos de ignorancia y de terquedad’.” (ob. cit. p. 217). 

Adviértase las siguientes palabras relativas a la autoridad, a la obediencia y a  ejemplos históricos de ambas cosas. Nos enseña Davies: “Dietrich von Hildebrandt ha  señalado el peligro inherente a la actitud de muchos católicos leales que como reacción  ante los ataques de los progresistas a la autoridad papal, aceptan ahora las decisiones 

prácticas del papa como si fueran definiciones ex cathedra o encíclicas que tratan temas  de fe o de moral siempre en total armonía con la tradición de la Santa Iglesia y su  Magisterio. Esta lealtad es verdaderamente falsa e infundada. Coloca a los fieles ante  problemas insolubles en atención a la historia de la Iglesia. En último término, esta falsa  lealtad solo puede hacer peligrar la fe Católica… Resulta obvio que una decisión  política o disciplinaria no es un dogma. Puede ser sabia y producir fructíferas  consecuencias. O puede ser imprudente y dar por resultado grandes inconvenientes para  la Iglesia y grandes dolores para la humanidad” (ob. cit. págs. 208 y 209). Y sin dejar de  citar a Dietrich, se nos dice: “Los que basan su defensa de la fe en el axioma de que  todo lo que el papa decida debe estar bien, se hallarían en una situación  desesperadamente indefendible si empezaran a estudiar la historia del papado. Tendrían  que sostener que SAN ATANASIO fue ortodoxo hasta que el papa Liberio confirmó su  excomunión; que esa excomunión hizo que sus opiniones no fueran ortodoxas; pero que  se volvieron ortodoxas de nuevo cuando Liberio se retractó. En otras palabras, no  existen reglas de verdad objetiva; un artículo de fe se vuelve verdadero o falso, solo a  causa de la actual actitud del pontífice reinante. En forma similar, en el año 896 el papa  Esteban VI exhumó del sepulcro el cadáver de su predecesor Formoso, lo sometió a  ‘juicio’, lo condenó y lo despojó de sus vestiduras y luego lo hizo arrojar al Tíber. El  Papa muerto fue declarado depuesto y se anularon todos sus actos, incluyendo las  ordenaciones: ¡hecho bastante extraño dado que el papa Esteban VI había sido  consagrado obispo por el papa Formoso! En 897, el papa Teodoro II recuperó el cadáver  de Formoso, lo sepultó en San Pedro con una ceremonia adecuada y declaró válidas las  ordenaciones de Formoso, y mandó que fueran reordenados los por él ordenados. Sin  entrar en los errores o aciertos de su trasfondo, este singular episodio pone algo bien en  claro: al menos alguno de los papas intervinientes debe haber estado en error, y en error  sobre un grave asunto de disciplina” (ob. cit. págs. 237 y 238). Agreguemos esto otro:  “No es necesario que el católico afligido pero leal se diga: ‘Esto debe estar bien porque  se hace con permiso del papa’, cuando entra a una Iglesia donde se ha destruido el  hermoso altar y se lo ha reemplazado por una mesa sobre la cual el sacerdote celebra  una especie de misa de la cual se ha erradicado casi toda referencia al sacrificio y a la  presencia real; durante la cual se permite oficialmente que el sacerdote improvise partes  y durante la cual una mujer distribuye la comunión en la mano a los comulgantes de pie. 

No, ese católico está autorizado para usar la razón que le ha dado Dios, y decir: ‘Esto  está mal y el papa se ha equivocado al autorizarlo’.” (ob. cit. p. 240). 

Sobre los frutos del Concilio: “Ningún ser racional puede negar que, hasta ahora,  el Vaticano II no ha producido frutos buenos (…). Pablo VI llegó al punto de lamentar  en 1968 de que la Iglesia se hallaba en un proceso de autodestrucción, autodistruzione.  En la fiesta de San Pedro y San Pablo de 1972 llegó a decir que de una forma u otra el  propio Satanás había encontrado una abertura para entrar en la Iglesia (…). Dijo el  Papa: “Creímos que después del Concilio llegaría un día de sol en la historia de la  Iglesia, y en su lugar encontramos nuevas borrascas” (ob. cit. p. 19). 

Y este texto, desde luego, le hará explotar las venas al modernismo: “Si hay un  hombre que es odiado por el mundo porque claramente no es del mundo, un hombre  cuyas creencias y normas virtualmente la totalidad de la sociedad contemporánea – protestantes, masones, marxistas y católicos-, se ha unido para rechazarlas, ese hombre  es el arzobispo Marcel Lefebvre” (Davies, Michael, El Concilio del Papa Juan, ed.  Iction, Buenos Aires, 1981, p. 284). Al valiente defensor de la fe, a ese santo obispo  francés sobre el que, como otrora se hizo con San Atanasio se le adosa el fantasma de la  excomunión, se le aplican las palabras del R.P. Leonardo Castellani: “los cristianos  serán una minoría, y aparecerán como delincuentes a los ojos de todos” (El Apokalypsis,  ed. Jus, México, 1967, p. 320). En estos tiempos ha sido el Ex Nuncio Apostólico de los  Estados Unidos, el arzobispo Carlos María Vigano, uno de los que valorizó y cantó la  verdad sobre el gran obispo francés, Monseñor Lefebvre: “Los Pastores están llamados  a pastorear el rebaño del Señor, a mantener a raya a los lobos rapaces y a expulsar a los  mercenarios que no se preocupan por la salvación de las ovejas ni de los corderos. Este  trabajo, a menudo silencioso y oculto, fue realizado por la Fraternidad Sacerdotal de  San Pío X, la cual tiene el mérito de no haber dejado apagar la llama de la Tradición, en  un momento en que la celebración de la Misa Antigua, era considerada subversiva y por  ello, era motivo de excomunión. Sus sacerdotes eran una espina sana en el costado del  cuerpo eclesial, [sana espina] en el sentido de ser similar a algo insoportable para los  fieles: un reproche constante por la traición cometida en contra del pueblo de Dios, una  alternativa inadmisible al nuevo camino conciliar. Y si su fidelidad hizo inevitable la  desobediencia al Papa, como consecuencia de las consagraciones episcopales,  justamente gracias a ellas, dicha Fraternidad pudo protegerse del ataque furioso de los  innovadores, y su existencia permitió la posibilidad de la liberación del Rito Antiguo,  que hasta entonces estaba prohibido. Su presencia también permitió que emergieran las  contradicciones y los errores de la secta conciliar, tan proclive a hacer permanentes  guiños a los herejes y a los idólatras, mientras que se mostraba implacablemente rígida e  intolerante, hacia la Verdad Católica. A Monseñor Lefebvre lo considero un ejemplar  Confesor de la Fe, y creo que ahora queda claro cuán fundamentada y oportuna fue su  denuncia del Concilio y de la apostasía modernista. No hay que olvidar que la  persecución de la que Monseñor Lefebvre fue objeto, por parte de la Santa Sede y del  Episcopado mundial, ante todo sirvió de disuasión para los católicos refractarios a la  revolución conciliar” (https://www.marcotosatti.com/2020/09/03/vigano-mons lefebvre-un-confesor-ejemplar-de-la-fe/).

  1. LO QUE CASTELLANI VEÍA EN LA DÉCADA DEL 60 
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A propósito de Castellani y del modernismo que veía, denunció esto: “lo que SE  VE”. ¿Y qué veía?: “La Religión Idolátrica, o modernismo como religión del Anticristo,  por ser lo que yo he estudiado, y lo que SE VE” –las mayúsculas en el texto son de él- (El Apokalypsis, ed. Jus, México, 1967, p. 313). Sobre ese modernismo, dirá también el  padre que está “vigente (…), que ya espantaba a Newman; es la peor herejía que se  puede imaginar: la adulteración sutil y total del Cristianismo” (ob. cit. p. 301). En otro  lugar sostuvo: “Satanás dirá con sorna a los Santos: ‘¿dónde está vuestro Dios?’ y ellos  callarán. Les espejará las más peligrosas ilusiones, y los hará caer en líos endiablados.  El estado descompuesto y falsificado de la Iglesia (el Atrio pisoteado por los paganos)  los sumirá en desconsuelo y perplejidad. Los prelados ‘mercenarios’ los castigarán y  hostigarán (…). Su fidelidad a la Iglesia –a la imagen lejana de la Iglesia, y el núcleo  atormentado de hoy- será más que heroica, casi imposible” (ob. cit. 206). 

  1. LA PROSTITUCIÓN A LOS ÍDOLOS 

Tras un Motu Propio Traditiones Custodes que implica una persecución a la  Tradición Católica, al rito de misa bimilenario conocido también como Tridentino, me  vienen las palabras que Gustave Thibón dijera en su prólogo al libro ‘El Silencio de  Dios’, escrito por el filósofo español Rafael Gambra: “Las páginas más emocionantes y  dolorosas de este libro son aquellas en las que el autor analiza los efectos de este  proceso de desintegración en el seno de la Iglesia Católica. El progresismo católico  corta los puentes entre el hombre y Dios, la tierra y el cielo. Una religión que disuelve  lo eterno en la historia y que rechaza, como adherencia de un pasado para siempre  concluso, prácticas y ritos que son el punto de inserción de lo infinito en el espacio y de  lo eterno en el tiempo… tal religión no será más que un vago humanitarismo, sin forma  y sin contenido. En ella, la prostitución a los ídolos del siglo se reviste del vocablo  halagüeño de ‘apertura al mundo’.”(ed. Criterio Libros, España, 1998, p. 18). ¡La  exaltación de la Pachamama por un papa no es pura coincidencia! Y una aclaración: el  libro de Gambra prologado por Thibón vio por vez primera la luz en 1968.  

  1. EL INVENTO DE LA ‘MUJER IDÓNEA’ 

Mal que les pese a muchos que aún defienden lo indefendible, también se da, y  de manera cada vez más alarmante, palabras como las pronunciadas por los preclaros  cardenales Ottaviani y Bacci en la ya lejana década del setenta: “contra los preceptos de  San Pablo (I Cor 14, 34; I Tim 2 11-12) se inventa una ‘mujer idónea’, quien, por  primera vez contra la tradición de toda la Iglesia, tendrá la facultad de leer las lecturas  en la Misa así como también de realizar otros ‘ministerios que se llevan a cabo fuera del  presbiterio’.” (Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae, ed. Iction, Buenos Aires, 

1980, p. 83). ¡Y desde mil novecientos setenta al hoy, ¿qué diremos?! Quizá ni se  imaginaban los cardenales mencionados que aparecerían obispos con ese camelo de los  ministros y ministras extraordinarios de la eucaristía. Y todavía hay quienes hablan de  los “buenos frutos”.  

  1. ¿EN MANOS DE QUIÉNES ESTÁ LA LITURGIA? 

Pasemos ahora a ver qué nos ha dicho el converso y gran formador católico  estadounidense, el profesor John Senior, antes de 1980. En su célebre obra ‘La Muerte  de la Cultura Cristiana’, no anda con vueltas y manifiesta: “En la hora presente estamos  en una noche oscura de la Iglesia. Los caminos usuales se han perdido. Hay ahora poca  comodidad en la Iglesia visible. La liturgia, en manos de ladrones, está yacente en la  fosa (ed de Argentina, 2021, p. 231).  

Disiento con el gran John Senior en el alcance que le da a la fuerza del  modernismo. Él sostiene que “la fuerza movilizadora del modernismo es, como lo  sugiere su nombre, la perpetua urgencia de lo nuevo” (La Muerte de la Cultura  Cristiana, Argentina, 2021, p. 51). No se trata simplemente de una búsqueda de algo  nuevo. Se trata sí de un deseo infatigable de mundanizar lo católico y de desacralizar al  mundo; es algo nuevo pero netamente demoníaco. Sí coincido totalmente con Senior en  esto otro: “El cristianismo está hoy en día tan inmerso en lo mundano que uno  difícilmente ve sus orígenes” (ob. cit. p. 104); “El liberalismo es la cara sonriente del  modernismo (…). Después de dos mil años de cristianismo somos capaces de una  apostasía perversa y teológicamente exacta que ningún pagano había conocido” (ob. cit.  p. 210); “La Iglesia misma está dividida internamente por una apostasía, mucho peor de  las que ha tenido externamente. Los cristianos que han vivido con la esperanza de que la  Iglesia los salvaría, deben luchar para salvar a la Iglesia” (ob. cit. p. 211). Ante la  oscuridad que hace más de 61 años se viene enseñoreando del catolicismo, ante la  confusión y la perplejidad en la que nos dejan cosas inimaginables perpetradas por  hombres de iglesia, valgan estas palabras: “Para quienes están al borde de la  desesperación, especialmente ahora, es esencial recordar que la Iglesia nunca se parece  tanto a Cristo como cuando se ve quebrada y traicionada desde dentro” (ob. cit. p. 208). 

  1. LA INFILTRACIÓN MASÓNICA Y SUS GANAS DE UN CONCILIO  ECUMÉNICO 

Es el turno ahora de traer a colación algunos pensamientos del eminentísimo  teólogo que fuera el R.P. Julio Meinvielle. Sobre el ataque a la Iglesia Católica, allá por  la década del ochenta escribió: “Esta transformación de la Iglesia en molusco va a ser intentada por el Poder Oculto Mundial, y no por una acción fuera de la Iglesia, sino por una acción interna de disgregación” (El Progresismo Cristiano, ed. Cruz y Fierro,  Buenos Aires, 1983, p. 107). Agregaba: “El plan de la Revolución en la Iglesia que está 

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actualmente en ejecución fue preparado a fines del siglo pasado en las altas logias  masónicas, en la Orden Cabalística de los Rosacruces de Papus, en la orden Martinista  de Saint Yves d’Alveydre y el Simbolismo de Oswald Wirth” (ob. cit. P. 107). Nos dice  el Padre Meinvielle que el plan destructivo puede verse en gran medida, en lo que el  canónigo apóstata, Abbé Roca, le escribiera al gran masón Oswald Wirth el 23 de  agosto de 1891. En tal misiva se leen cosas como: “Lo que quiere edificar la Cristiandad  no es una pagoda sino un culto universal en el que todos los cultos estén englobados”  (ob. cit. P. 108); “esta nueva iglesia, aunque tal vez no conservará nada de la disciplina  escolástica ni de a forma rudimentaria de la Iglesia antigua, recibirá sin embargo de  Roma la Consagración y la Jurisdicción Canónica” (ob. cit. p. 110); “habrá el anillo de  los retrógrados y el anillo de los progresistas” (ob. cit. p. 111). ¡Y atención con estas  palabras del apóstata dirigidas al masón en 1891!: “Creo que el culto divino tal como lo  regulan la liturgia, el ceremonial, el ritual y los preceptos de la Iglesia Romana sufrirá  próximamente una transformación en un Concilio Ecuménico que le dará la venerable  simplicidad de la edad de oro apostólica poniéndola en armonía con el nuevo estado de  la conciencia y de la civilización moderna” (ob. cit. p. 113). 

Sobre la infiltración masónica en la Iglesia, téngase presente este escalofriante  suceso que nos revela el R.P. Julio Meinvielle: “Para ejecutar el plan será necesaria  previamente la infiltración masónica dentro de la Iglesia misma. Y en este sentido es  sugestivo y revelador lo que se cuenta del Cardenal Rampolla, que fuera Secretario de  Estado del gran Leon XIII y que estuvo a punto de ser Papa, cuando a la muerte de éste 

fue elegido para sucederle por el voto de los Cardenales del Cónclave. El veto de la  Casa de Asturia impidió dicha elección y fue elegido entonces San Pio X. Pues bien, a  la muerte del Cardenal Rampolla se encontró un cofre cerrado y sin llave en su  habitación; hubo que violentarlo y allí estaban las insignias masónicas del Cardenal.  Llevaron a San Pio X estas insignias y el Papa se limitó a decir: ‘disgraziato’.” (ob. cit.  p. 114). 

Y ahora, apreciado lector, veamos que nos expresó el P. Meinvielle sobre el  resultado exitoso de ese plan diabólico y siniestro operante desde antaño: “Este  resultado es el actual Progresismo que está liquidando materialmente a la Iglesia” (ob.  cit. p. 116). “Hoy circulan en la Iglesia las mayores herejías, incubadas y alentadas por  teólogos de renombre universal” (ob. cit. p. 116). “El Programa masónico, el programa  sinárquico, está ya sobradamente cumplido. La Iglesia ha perdido su osamenta y se ha  convertido en un molusco que ahora puede entrar en la Religión Universal de la  Humanidad, junto con el budismo, el judaísmo y el ateísmo. No hace falta insistir en  que detrás de esta tarea de liquidación de la Iglesia está el Poder Oculto Mundial que ha  logrado hacer efectivo su objetivo de penetración en las más altas jerarquías de los  cuadros eclesiásticos” (ob. cit. p. 121) 

En otra de sus obras llamada ‘De la Cábala al Progresismo’, el Padre  Meinvielle sostiene: “El cristianismo se seculariza (…). Cómo se hayan de cumplir, en  esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo  se haya de verificar el portae inferí non prevalebunt –las puertas del infierno no  prevalecerán- no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo  una semilla pequeñísima, y se hizo árbol frondoso, así puede reducirse en su  frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium 

iniquitatis ya está obrando; pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no  hay dificultad para admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el  enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias,  la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes  y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del  silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes,  obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como ‘pusillus grex’ por toda la tierra.  Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera  defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no  sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el  equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la  Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun  reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica  de la Publicidad (…). San Pablo llama apostasía universal a esta defección de la fe (…).  Y esta apostasía universal es la secularización o ateización total de la vida pública y  privada en la que está en camino el mundo actual” (ed. Epheta, Buenos Aires, 1994,  págs.. 363 y 364). Y esto otro: “Lo curioso es que los teólogos que debían proclamar  altamente los derechos de Dios, también entran de buen grado en esta marea universal  de la secularización, y son ellos los que exigen un cristianismo desacralizado y  secularizado, y aun ello en nombre del cristianismo mismo” (ob. cit. p. 302). ¡Pensar  que el egregio cura escribió lo transcripto antes de 1970! 

Continuará…

Autor

Tomás I. González Pondal
Tomás I. González Pondal
Nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.
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