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La información procede de Archivo de Indias y fue publicada en París en la década de los 20’ del siglo XIX. La historia de la Monja Alférez, escrita por ella misma, un relato vívido, en el que la propia protagonista refiere su periplo vital. Refiriéndose a sí misma, siempre en masculino, describe una sociedad indiana en la que las redes de solidaridad identitaria tienen una singular importancia. En España primero y luego desde Perú, en “ábito de barón” se acoge al amparo de las comunidades de origen y lengua vasca; hablar en euskera será un recurso que empleará con sus paisanos como medio de comunicación secreta, a fin de lograr apoyos en situaciones comprometidas.

Catalina afirma haber empleado 15 años: “… en servicio de V.  Magestad en las guerras del Reyno de Chile y las yndias del Pirú habiendo passado a aquellas partes en avito de barón por particular ynclinación que tuvo de exercitar las armas en defensa de la fee católica y emplearsse en servicio de V. Magestad… recibiendo heridas en la batalla de Purén” por lo que pide: “… por la singularidad y prodigio que biene a tener su discurso teniendo atención en que es hija de padres nobles hidalgos… que se le dé setenta pesos de a veintidós quilates al mes…”

La abundancia de inconsistencias hace valiosa la documentación que del personaje nos ha quedado. El Archivo General de Indias conserva varios documentos referidos a ella, en especial una Relación de Méritos y Servicios de 1626, en la que la propia Catalina solicita una pensión en virtud de los servicios prestados a la Corona como alférez. 

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En la tramitación de esta petición, el Consejo de Indias reconoce siempre en ella su condición de Alférez, la cual no pone en cuestión al ser ganada por hechos de armas. En cambio, introduce una cuestión en su consulta al rey de 7 de marzo de 1626: “… y remite el conss[ejo] a V.M[ajestad] lo que fuese servido de mandar en cuanto a mudar hábito”. Catalina había sido obligada a vestir como mujer una vez fue descubierta en las Indias su condición, aunque volvió pronto a sus vestimentas varoniles. El Consejo, pese a recomendar que se le conceda la pensión, incluye este elemento que no era mencionado por la propia solicitante, resolviéndose finalmente por el monarca tanto la concesión como que “… será bien que vuelva al ábito de mujer”.

Catalina certifica sus servicios con los testimonios de algunas personas, como Luis de Céspedes, gobernador y capitán general de Uruguay, el capitán Francisco Pérez de Navarrete, o Juan Cortés de Monroy, gobernador y capitán general de Veragua. Todos confirman que prestó los servicios señalados bajo el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán sin que nadie sospechase su condición de mujer. El desempeño marcial de Catalina fue, según estos testimonios, siempre ejemplar, lo cual contrasta con el historial de pendencias, acogimientos a sagrado y detenciones que reconoce en su autobiografía. Los certificantes, por el contrario, la ensalzan como “buen soldado acudiendo a lo que le ordenaron con gran puntualidad”, y que fue “tenido siempre por hombre por mostrar valor”.

Así nos descubren a una Catalina reconocida como Alférez, pensionada por la corona en atención a sus méritos y servicios, aunque fuera obligada a vestir y vivir como mujer y volver al rol que la sociedad le tenía asignado desde su nacimiento. Se admite pues su aventura, justificada en el impulso de luchar por la fe y la corona, sustentada en un valor singular, pero que debe terminar una vez se reconoce su condición.

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Ella todavía obtendrá una gran victoria al lograr del Papa Urbano VIII autorización para seguir vistiendo de hombre, cosa que haría hasta su fallecimiento, en 1650.

Catalina de Erauso es un personaje apasionante del s. XVII español. Nacida en San Sebastián, en una familia acomodada, que protagoniza una historia llena de circunstancias que nos acerca a realidades difíciles de documentar para aquella época, como la diversidad sexual o la identidad de género. Hija de Miguel de Erauso y María Pérez de Galarraga, la misma fecha de su nacimiento resulta confusa. Afirma que sucede en el año 1585, pero su partida de bautismo está fechada 7 años más tarde, el 10 de febrero de 1592.

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REDACCIÓN