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Connaturalmente, AMLO experto en fraudes electorales, bien los ha sufrido. México, aluviones de ellos, como España: naciones ambas con un largo historial de pucherazos electorales. El delicado olfato de AMLO, pues. Y compartiendo con Trump algo decisivo. Resultan ambos bastante ajenos al satánico y masónico y putrefacto establishment de sus respectivas naciones y son sistemáticamente motejados por la psicópata élite mandarina de peligrosos, zafios y charlatanes. Van, aproximadamente, y de dentro de lo que cabe, a su aire. Grosso modo, a su bola. Tienen, por tanto, mucho en común.

Robo electoral en Yanquilandia

Recordemos, a la sazón, las razonables y prudentes palabras de López Obrador tras las elecciones yanquis. «Vamos a esperar que se terminen de resolver todos los asuntos legales. No queremos ser imprudentes, no queremos actuar a la ligera y queremos ser respetuosos con la autodeterminación de los pueblos y respetuosos del derecho ajeno”. Y aunque aparentó reconocer a Biden( se demoró hasta mitad de diciembre), el reciente y justísimo ofrecimiento de asilo a Julian Assange demuestra que AMLO posee la rocosa certeza de que a su amigo Donald le han robado las elecciones. Con un par.

Pucherazos mexicanos, moscas detrás de la oreja

Tras las elecciones mexicanas de 2012, que daban la presidencia a su contrincante del PRI, Enrique Peña Nieto, sostenía AMLO. «Nuestros datos dicen otra cosa e informaremos en el momento oportuno. Todavía no está dicha la última palabra».

Seis años antes, ídem. En esta ocasión su rival fue Felipe Calderón.  Del Partido Acción Nacional (PAN). La elección presidencial se produjo el 2 de julio de 2006. Fue la más competida en la historia de la República Mexicana.  Todo apestaba, al igual que en 2012. La sombra del anterior presidente, Vicente Fox, alargada, muy alargada: proceso de recuento en varias casillas, denuncias de irregularidades en el padrón electoral, múltiples inconsistencias. Incluso ¡¡¡ El País!!!, en una encuesta publicada por María de las Heras en 2011, aseveraba que el 49% de los mexicanos consideraba que había existido fraude, contra un 43% que consideraba que no lo hubo.

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Y, desde luego, el Gran Pucherazo. 1988. Indeleble en nuestras memorias, aunque algunos fuéramos muy críos. El día en que «se cayó el sistema». Desmoronamiento del sistema de cómputo. Inaudito y truculento y “rarísimo” apagón. Esta vez el perjudicado no fue AMLO, sino Cuauhtémoc Cárdenas del denominado Frente Democrático Nacional. El favorecido, Salinas de Gortari, del eterno y eternamente corrupto PRI.

El pucherazo americano

El mayor embuste que continúa circulando es el de que Joe Biden es el ganador de las elecciones presidenciales estadounidenses. Genuina, peñascosa y sólida feicnius, esta sí. AMLO intuyó – y sigue intuyendo –  algo raro. Como el amor lopesco, quien probó el pucherazo, lo sabe. En su caso, en dos ocasiones. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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