29/04/2024 03:47
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Las deficiencias de la justicia terrena serán compensadas por la Divina, pero ¡ay de aquellos que obran injusticia en primera línea de responsabilidad por el cumplimiento de la ley! Peor delito que la prevaricación condenable es la ligereza en el propósito esencial de ser justo o indiferente ante el dolor del inocente. Hay juicio mayor que el terreno y de ese nadie se libra; tampoco los que aquí imparten justicia con inhumana mecanicidad desde los pedestales de una efímera vanidad.

Quizá pueda parecer que ante el hecho tangible de la ley humana, paradójicamente falaz e inconsistente en esa Justicia imperfecta de lo terreno, la Justicia Divina es eludible y perfectamente prescindible, pero lo cierto es que tarde o temprano cada cuál ha de enfrentarse con ese momento decisivo donde todos se llevan la cosecha de sus siembras. No es evitable el juicio de la conciencia ni la sentencia a muerte del último suspiro, siendo aconsejable irse lo más ligero posible dada la incertidumbre del finiquito ante el mundanal ruido que se acrecienta cuando se contempla un camposanto. Siendo la responsabilidad del juicio mayor responsabilidad para los deberes de la conciencia y sabedor de los despropósitos de la Justicia en España, siento un gran alivio al no haberme tirado al ruedo de tamaña responsabilidad al albur de una suerte que podría volverse en contra.  No me gustaría estar en la mente de los juzgadores que con insensata liviandad dirigen sus decisiones sin considerar el apremio del sufrimiento, la zozobra de la impotencia ante la dependencia de instituciones que no cumplen con su propósito elemental de servicio público. No hay Justicia más interesada y relativa que la impartida por los hombres y a la vez más inconsciente e irresponsable cuando además se encuentra desorganizada, sin talento ni voluntad de superarse. Es la Justicia en España parangón de estos supuestos de carencia, siendo la mayor carencia y corrupción generalizadas las de la desidia y la autocomplacencia cuando los ciudadanos están desasistidos en las más básicas necesidades con sus derechos impunemente conculcados.

Los juicios pendientes de Nueva Rumasa no son sólo un deber desatendido desde esta Justicia nuestra tan carente de conciencia social,  no es un haber escaso en los despachos donde están desparramados por los suelos miríadas de documentos y expedientes desorganizados,  sino también un debe por la deshumanización de esa Justicia cuyos protagonistas lastran individual y colectivamente el saco de pesadas obras, deudas pendientes por saldar, con las que habrá de cargarse humilde y obligadamente con el último suspiro. No puedo imaginarme la responsabilidad personal de aquellos que pudiendo hacer no hacen o cuyas decisiones por la demora prolongan el suplicio de miles de personas a la espera de un juicio que no llega. Me alivia no cargar con responsabilidades de tan holística competencia, sin saber lo que me depara una siembra de vida con tan mayúscula responsabilidad personal.

Jesús decía:» Ay de aquellos que conozcan los secretos del espíritu porque a esos se les exigirá más». Lo mismo con los responsables de paliar el padecimiento de los inocentes, porque pudiendo hacerlo no saben o no quisieron hacerlo. ¿Y qué decir de los medios de comunicación que callan y silencian, porque no les parece lucrativo, la demora de unos juicios tan importantes? Con el mismo juicio serán juzgados.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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